Reportaje

Nueva política del ONUSIDA sobre VIH, seguridad alimentaria y nutrición

21 de mayo de 2008

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En muchos lugares del mundo,
la falta de seguridad en la alimentación
y una nutrición deficiente empeoran
los efectos de la epidemia del VIH.
Fotografía: ONUSIDA/M.Jensen

En muchos lugares del mundo, la falta de seguridad en la alimentación y una nutrición deficiente empeoran los efectos de la epidemia del VIH. La inseguridad alimentaria y una mala nutrición pueden acelerar la propagación de enfermedades relacionadas con el sida y, al mismo tiempo, el VIH dificulta que las personas seropositivas puedan trabajar para conseguir alimentos para ellos y sus familias.

Por ello, el ONUSIDA, en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha desarrollado un informe de política sobre VIH, seguridad alimentaria y nutrición. Este documento sirve de guía a los gobiernos, la sociedad civil y otros asociados sobre cómo abordar las cuestiones de alimentación y nutrición en el contexto del VIH, teniendo presente el compromiso realizado por todos los estados miembros de las Naciones Unidas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir el hambre crónica y de haber detenido y comenzado a reducir, para el año 2015, la propagación del VIH.

Seguridad alimentaria, nutrición y vulnerabilidad al VIH
La falta de seguridad alimentaria limita las oportunidades de acceder al mundo laboral o a la educación y pueden forzar a las mujeres, por ejemplo, a adoptar comportamientos que las expongan a un mayor riesgo de infección por el VIH, como ofrecer servicios sexuales a cambio de alimentos o de dinero. Las madres seropositivas también deben disponer de agua limpia y sucedáneos de la leche materna para reducir las posibilidades de transmitir el VIH a sus hijos.

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Una nutrición apropriada es
esencial para obtener el 
máximo beneficio de la
terapia antirretrovírica.
Fotografía:
ONUSIDA/L.Alyanak
Tratamiento

Una nutrición apropiada es esencial para obtener el máximo beneficio de la terapia antirretrovírica (ART). La terapia antirretrovírica aumenta el apetito y, si se toman los medicamentos junto con alimentos, es posible reducir sus efectos secundarios y, por consiguiente, ayudar a las personas que viven con el VIH a seguir el tratamiento. “He dirigido intervenciones sobre el VIH y la nutrición durante dos años y he sido testigo del efecto positivo que tiene el asesoramiento y el apoyo nutricional en los pacientes que reciben tratamiento antirretrovírico", afirma el Dr. Praphan Phanuphak, Director del Centro de Investigación sobre el Sida de la Cruz Roja tailandesa. “Los países (deberían) reservar un porcentaje del presupuesto destinado al tratamiento antirretrovírico para intervenciones nutricionales y ofrecer a los pacientes recursos que les permitan adquirir alimentos para sí mismos y sus familias durante la fase inicial del tratamiento, momento en el que puede que no encuentren la fuerza suficiente para trabajar.”

Mitigación del impacto

El VIH puede limitar la capacidad de trabajar y, por lo tanto, de conseguir ingresos para adquirir alimentos. Puede tener consecuencias especialmente devastadoras en aquellos lugares donde la agricultura constituye la principal fuente de ingresos al reducir la producción de alimentos y, en consecuencia, fomentar la inseguridad alimentaria. En los hogares rurales que se enfrentan al VIH, donde la agricultura es la principal actividad económica, garantizar la transferencia de conocimientos agrícolas de generación a generación y establecer medidas para incrementar la productividad ayudaría a reducir significativamente el impacto del VIH.

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El VIH puede limitar la capacidad de
trabajar y de conseguir ingresos para
adquirir alimentos.
Fotografía: ONUSIDA/M.Jensen

De manera más general, para las familias y las comunidades que hacen frente al VIH, "luchar contra el estigma y la discriminación también ayudará a las personas seropositivas a encontrar y a mantener un empleo y, por lo tanto, a satisfacer sus necesidades nutricionales", añade Phanuphak.

Existe una relación positiva entre la educación y la reducción del riesgo de infección por el VIH. Los niños que reciben una educación adecuada tienen más posibilidades de asimilar información sobre prevención y adoptar comportamientos seguros. Sin embargo, en los hogares que no tienen seguridad alimentaria, los padres se ven forzados a sacar a sus hijos de la escuela para que trabajen y así compensar las pérdidas económicas provocadas por la enfermedad o el fallecimiento de los padres.

Por eso, el ONUSIDA, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han recomendado a todos los agentes, incluidos los gobiernos, las agencias internacionales y la sociedad civil, que apoyen intervenciones efectivas de seguridad alimentaria y nutricional como parte de una respuesta integral y multisectorial al VIH.