Reportaje

Hecho en África

02 de julio de 2009

Artículo de opinión recientemente publicado por el director ejecutivo de ONUSIDA Michel Sidibé

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Cuando los líderes africanos analicen el crecimiento económico de África en la Cumbre de la Unión Africana que se celebra esta semana, sus opciones estarán restringidas por la creciente epidemia del sida y el lento progreso en lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Por ejemplo, con el correr de los años, hemos observado cómo la producción agrícola se está viendo afectada por las personas que no pueden cultivar sus campos o que deben vender las tierras para ocuparse de ellos mismos y de sus familias.

No dejemos que el sida sea un obstáculo, sino más bien todo lo contrario: permitamos que la respuesta al sida brinde una oportunidad para transformar el continente.

Michel Sidibé, el Director Ejecutivo del ONUSIDA

Sin embargo, esto puede llegar a ser diferente. A principios de año visité Khayelitsha, un asentamiento en las afueras de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, donde conocí a Thobani, quien se curó de tuberculosis y tuvo acceso al tratamiento del sida. Ahora puede criar a su hijo y ayudar a la comunidad. Hay casi 4 millones de personas como Thobani, personas que son vitales para el crecimiento económico en África y en otros lugares del mundo; gracias a organismos como el Fondo Mundial y a la iniciativa Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del Sida (PEPFAR), que todos los días ayudan a 3 000 nuevos pacientes a comenzar el tratamiento del sida.

Hay 22 millones de personas que viven con el VIH en África. De cada dos personas que comienzan el tratamiento antirretrovírico, cinco se infectan por el VIH. Esto se traduce en que el número de personas que necesita tratamiento siempre aumentará.

Por lo tanto, es necesario que interrumpamos la trayectoria de la epidemia deteniendo las nuevas infecciones por el VIH. Y esto significa concentrarse en la prevención.

Asimismo, debemos lograr que el tratamiento sea más asequible, y garantizar el acceso sostenible a los medicamentos de calidad en África. La demanda es alta, casi el 80% de los 4 millones de personas en tratamiento en el mundo viven en África, pero el 80% de los medicamentos que se distribuyen en África son importados. La cantidad de personas que aguarda recibir un tratamiento adecuado está creciendo de forma exponencial. Si sumamos al sida las otras enfermedades asesinas en África como la tuberculosis y la malaria, el costo del tratamiento es insostenible.

Los medicamentos son caros y no actúan de por vida. Después de un tiempo, los pacientes deberán pasar del tratamiento de primera línea contra el sida, cuyo costo actual es de $92 por paciente, por año (presupuesto muy fuera del alcance para las personas que viven con dos dólares al día) al tratamiento de segunda línea que cuesta más de $1 000 solo en lo que se refiere a medicamentos contra el sida. En África, menos del 4% de los pacientes recibe el tratamiento de segunda línea, cifra muy inferior a lo que un tratamiento eficaz requeriría. Una vez más, algo insostenible.

Los africanos necesitarán estos medicamentos por mucho tiempo. También necesitarán muchos otros. Sin embargo, casi ninguno de estos medicamentos se elabora en África debido a la ausencia de normas estrictas de calidad y de capacidad de manufactura. La demanda de tratamiento del sida debería convertirse en una oportunidad en África para la reforma de sus prácticas farmacéuticas. Con demasiada frecuencia, los medicamentos fabricados en África son falsificados o de mala calidad. Lo que África necesita es un único organismo africano para el control de medicamentos, similar a la EMEA, el organismo europeo que controla los medicamentos, responsable de la regulación del sector farmacéutico en Europa.

¿Qué lograría este organismo? En primer lugar,  garantizaría la calidad de los medicamentos en todo el continente. El organismo debería tener el poder y la independencia de hacer cumplir las normas internacionales de alta calidad, lo que ayudaría a hacer desaparecer el mercado de los medicamentos falsificados. En segundo lugar, los fabricantes no deberían ir de un país a otro para obtener la aprobación de sus productos. En tercer lugar, se lograría la integración del mercado africano para atraer inversiones al sector privado, con el objetivo de elaborar medicamentos dentro de África al igual que lo que hemos visto suceder en América Latina. En cuarto lugar, garantizaría que los fabricantes compitan y comercialicen sus productos dentro y fuera de África en igualdad de condiciones, como lo hacen India y China. Por último, podría ser un modelo para eliminar los obstáculos, no solo para los medicamentos sino también para un desarrollo más amplio que contribuirá al movimiento SIDA+MDG (Objetivos de Desarrollo del Milenio) en África. En conclusión, todos estos esfuerzos deben funcionar para velar por los mejores intereses de los necesitados.

Los líderes africanos deben alentar a la Unión africana para que dé este gran paso. ONUSIDA, por su parte movilizará al sistema de las Naciones Unidas y a los asociados para el desarrollo, promoverá la cooperación sur-sur y comprometerá al sector privado a apoyar el establecimiento de un organismo regulador. En esta crisis económica, los líderes africanos tienen la oportunidad de innovar, al igual que los líderes del G8 tienen la obligación de cumplir lo prometido en Gleneagles de facilitar el acceso universal al tratamiento del sida para 2010.

No dejemos que el sida sea un obstáculo, sino más bien todo lo contrario: permitamos que la respuesta al sida brinde una oportunidad para transformar el continente.

Michel Sidibé
Director Ejecutivo, Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA)