Reportaje

La vacuna del VIH: un bien público para corregir un mal mundial

02 de octubre de 2009

Por Michel Sidibé, Director ejecutivo, Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA)

La promesa de una vacuna contra el VIH está un paso más cerca. Los resultados del mayor ensayo de una vacuna contra el VIH jamás realizado muestran una eficacia modesta pero alentadora de un 31% en la prevención de las nuevas infecciones en Tailandia. Este hecho reivindica la labor de miles de científicos y voluntarios que llevan tiempo esperando que sea posible descubrir una vacuna segura y altamente efectiva del VIH.
 

Todavía no disponemos de una vacuna aceptable, pero preparémonos hoy para el mañana. Aprendamos de las lecciones que la respuesta al sida nos ha dado hasta la fecha.

Michel Sidibé, director ejecutivo de ONUSIDA

La noticia surge en un momento en el que el movimiento para alcanzar el acceso universal a la prevención y al tratamiento del VIH está ganando impulso. Actualmente, más de cuatro millones de personas seropositivas reciben tratamiento antirretrovírico, y son menos los bebes que nacen con el VIH. Estamos hipotecando nuestro futuro, pues menos de la mitad de las personas que necesitan tratamiento pueden acceder a él, y el número de personas que se infecta diariamente por el VIH supera al de aquellas que comienzan el tratamiento. Pero también estamos desenmascarando una injusticia social entre los privilegiados y los desolados, una línea divisoria que podemos eliminar. 

Todavía no disponemos de una vacuna aceptable, pero preparémonos hoy para el mañana. Aprendamos de las lecciones que la respuesta al sida nos ha dado hasta la fecha.  

El primer reto es el acceso y la asequibilidad. El tratamiento antirretrovírico ha estado disponible desde 1996, pero el acceso real a él no se produjo hasta que la presión pública recayó sobre los líderes mundiales y bajaron los precios de los medicamentos. Hoy, los promotores del VIH están repitiendo estos esfuerzos para reducir los precios, en este caso, de los medicamentos antirretrovíricos de segunda línea. Es inaceptable que el 98% de las mujeres embarazadas en los países desarrollados pueda acceder a la profilaxis del VIH para evitar transmitir el virus a sus bebés, y que esta cifra sea solo ligeramente superior a un 33% en los países en desarrollo.

La noticia de la vacuna coincide con la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada esta semana y durante la cual el Secretario General nos recordó "nuestro compromiso con la igualdad" y en la que yo he pedido a muchos Jefes de Estado comprometidos con la promoción de la igualdad que den prioridad en sus agendas a la igualdad en la respuesta al sida. No debemos permitir que los costes impidan que las personas puedan acceder a la vacuna.

El segundo reto es crear las condiciones adecuadas para una aceptación masiva de una vacuna efectiva. Una y otra vez, mujeres y niñas son incapaces de adoptar independientemente decisiones sobre su salud y educación. Muchos hombres y mujeres no se deciden a realizarse las pruebas del VIH por miedo al estigma y a la discriminación. Las personas sin voz (profesionales del sexo y sus clientes, usuarios de drogas inyectables y hombres que tienen relaciones sexuales con hombres) son a menudo excluidas de los programas de salud y bienestar social. Esperamos que la sociedad civil siga derribando las barreras que dificultan la aceptación de la vacuna.

El tercer reto es crear sistemas sanitarios capaces de suministrar la vacuna. Las clínicas que existen actualmente están orientadas a la inmunización de bebés y niños. Los mayores beneficios de una vacuna del VIH se conseguirían probablemente vacunando a la cohorte actual de jóvenes y a aquellos más expuestos al VIH. No conseguir llegar a los adolescentes representará otro fracaso a la hora de acabar con la columna vertebral de la epidemia.

No hay tiempo para la autocomplacencia en nuestros esfuerzos para detener las nuevas infecciones por el VIH. El mundo necesita una sólida campaña de prevención del VIH que se base en datos y en el respeto a los derechos humanos. Es el momento para acabar con la discriminación, las leyes negativas y las normas sociales perniciosas que alimentan la transmisión del VIH.

Durante las próximas semanas, los científicos y líderes mundiales deben ser conscientes de estos retos a la hora de comprender en profundidad las implicaciones de los resultados del estudio tailandés. Todavía faltan muchos años (o quizás décadas) para que una vacuna esté “lista para usarse”, pero cuando dispongamos de ella, debe estar financiada como un bien público accesible para todos. ¿De qué otra manera podríamos esperar razonablemente poner fin a esta epidemia?