Reportaje

El consumo de drogas inyectables y el VIH: Entrevista con el Jefe del equipo de Prevención, Atención y Apoyo de ONUSIDA

12 de marzo de 2009

La Comisión de Estupefacientes se reunirá del 11 al 20 de marzo de 2009 en la Oficina de las Naciones Unidas en Viena para celebrar su 52º periodo de sesiones. En esta ocasión, los gobiernos evaluarán qué avances se han conseguido en relación con los objetivos definidos en el periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el uso de drogas ilícitas.

En esta entrevista, Michael Bartos, jefe del equipo de Prevención, Atención y Apoyo de ONUSIDA, comparte su opinión sobre los progresos de la Comisión a la hora de abordar la relación entre las drogas inyectables y el VIH.

El 52º periodo de sesiones de la Comisión de estupefacientes se celebra 11 años después del histórico periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General sobre el uso de drogas ilícitas de 1998. ¿En qué punto nos encontramos actualmente en lo que respecta a la relación entre el VIH y el consumo de drogas?

El periodo de sesiones de la Comisión de Estupefacientes que se celebra este año en Viena se realiza tras diez años (más uno de reflexión) desde que tuviera lugar el periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el uso de drogas ilícitas en 1998. La Comisión, y su segmento ministerial de alto nivel, evaluarán los progresos conseguidos desde 1998, cuál es la situación actual, y qué pasos hay que dar en la respuesta al problema mundial de las drogas.

El VIH es solo uno de los muchos elementos que conforman este problema internacional. En la Comisión de Estupefacientes esta cuestión se considera dentro del contexto de "reducción de la demanda", en la que los miembros evaluarán cómo hacer frente tanto al daño directo resultante del consumo de drogas, como a otros daños asociados, entre los que se incluye el VIH.

"Ahora conocemos perfectamente la relación entre el VIH y el consumo de drogas inyectables, y sabemos que hay de eliminar este nexo si realmente tenemos la esperanza de tener bajo control la epidemia del VIH en muchas partes del mundo."

Michael Bartos, jefe del equipo de Prevención, Atención y Apoyo de ONUSIDA

Desde 1998, somos mucho más conscientes de la interrelación entre la naturaleza de las epidemias del consumo de drogas y del VIH. En 1998 ya éramos capaces de percibir hasta qué punto el VIH se transmitía entre los usuarios de drogas inyectables, y éramos conscientes del hecho de que el consumo de drogas era una de las principales vías de propagación del VIH a través de diferentes países. Sin embargo, en ese momento, no percibíamos completamente la magnitud del problema. Por ejemplo, la epidemia del VIH en Rusia, que se propaga principalmente mediante el consumo de drogas inyectables, contaba con muy pocos casos de infección antes de los años 90. Actualmente Rusia tiene un millón de casos de VIH. La realidad es que la década de los 90 experimentó un crecimiento exponencial del VIH entre los usuarios de drogas inyectables en Rusia y en muchos otros países.

Por ello, ahora conocemos perfectamente la relación entre el VIH y el consumo de drogas inyectables, y sabemos que hay de eliminar este nexo si realmente tenemos la esperanza de tener bajo control la epidemia del VIH en muchas partes del mundo.

¿Cuáles son algunos de los principales retos al responder al problema del VIH y el consumo de drogas?

Hay varios retos que se plantean al intentar abordar adecuadamente el problema del VIH entre los usuarios de drogas inyectables. El primero es que en muchos países el uso de drogas inyectables o de otro tipo es ilegal. Por ello estos comportamientos y las formas en las que se controlan recaen bajo la autoridad de la policía.

Esto es importante en relación con el VIH ya que las estrategias de prevención más efectivas son aquellas que incluyen a las personas más afectadas. A los usuarios de drogas inyectables les ha resultado muy complicado reclamar que pueden, y de hecho deben, formar parte de la solución al sida y no ser solo considerados parte del problema, ni recluidos en cárceles o en campos de tratamiento.

Los usuarios de drogas inyectables pueden verse excluidos de la mayoría de las respuestas sociales, incluidas las del VIH. Un reto importante es conseguir que lpuedan acceder a los servicios del VIH y ayudar a las organizaciones a facilitar diversos servicios, incluidos los del VIH, a estas personas.

¿Pueden trabajar conjuntamente las fuerzas del orden y las organizaciones para el sida?

En aquellas ocasiones en las que las fuerzas del orden y los usuarios de drogas inyectables han encontrado una causa común para colaborar y abordar los daños asociados con el consumo de este tipo de sustancias se han conseguido algunos logros significativos. Debemos centrarnos en una cuestión: de qué manera un control policial positivo puede ayudar en la respuesta al sida.

¿Qué va a resaltar ONUSIDA ante la Comisión de Estupefacientes?

ONUSIDA pretende llamar la atención de la Comisión sobre la magnitud del problema. Prácticamente no hay ningún país en el mundo en el que no haya ninguna persona que consuma drogas inyectables. Las últimas cifras, recopiladas bajo los auspicios del grupo de referencia del sistema de las Naciones Unidas sobre el consumo de drogas inyectables, muestran que de los cerca de 16 millones de usuarios de drogas inyectables de todo el mundo, unos 3 millones viven con el VIH. Conforman una proporción considerable de la epidemia mundial del VIH. De hecho, el 30% de la epidemia mundial del sida fuera de África subsahariana se concentra en los usuarios de drogas inyectables.

"Muchos usuarios de drogas inyectables son excluidos de los programas de tratamiento del VIH porque aquellos que los dirigen asumen que los consumidores de drogas no podrán seguir el tratamiento con regularidad."

Michael Bartos, jefe del equipo de Prevención, Atención y Apoyo de ONUSIDA

Pero aun más importante que resaltar la amplitud del problema es prestar más atención a la magnitud de la respuesta que se necesita. Diversos países de todo el mundo están luchando para que se apliquen integralmente servicios de reducción del daño para hacer frente al VIH entre usuarios de drogas inyectables.

Estos servicios incluyen el acceso a la terapia de sustitución con opiáceos como la metadona o la buprenorfina para que los consumidores reciban una ayuda que les permita afrontar su adicción. Otros servicios incluyen el acceso a medicamentos, a servicios de salud sexual, preservativos o terapia antirretrovírica para aquellos que la necesiten.

Muchos usuarios de drogas inyectables son excluidos de los programas de tratamiento del VIH porque aquellos que los dirigen asumen que los consumidores de drogas no podrán seguir el tratamiento con regularidad.

Se ha demostrado que los servicios de intercambio de agujas y jeringas son efectivos a la hora de garantizar que los usuarios de drogas inyectables no compartan equipos contaminados, que es una de las principales vías de propagación del virus.

Diversos países están ampliando el acceso a estos servicios integrales. En algunos países, como Indonesia, el trabajo que se ha realizado es impresionante. Malasia se ha comprometido a abordar estas cuestiones entre su población. China ha abordado muy seriamente la manera en la que puede ampliar por completo los servicios relacionados con el VIH y el consumo de drogas inyectables. Lo mismo se puede decir de muchas partes de la India, y Bangladesh también ha adoptado compromisos sorprendentes. Como vemos, se han conseguido grandes progresos especialmente en Asia oriental y meridional. También en Europa oriental y Asia central se ha demostrado que las respuestas nacionales al VIH más efectivas entre los usuarios de drogas inyectables son las que pretenden facilitar estos servicios a gran escala.

¿Espera que la Comisión de Estupefacientes haga algún progreso en lo que respecta a la reducción del daño en este periodo de sesiones? ¿Qué hay que hacer, políticamente, para que se incluya la reducción del daño en la agenda de los Estados miembro?

"Ha sido realmente difícil para muchos países de todo el mundo establecer el equilibrio adecuado (o llegar a un acuerdo sobre cómo equilibrarlo) entre la voluntad de impedir que las personas consuman drogas y de reducir al mismo tiempo los daños asociados a este consumo."

Michael Bartos, jefe del equipo de Prevención, Atención y Apoyo de ONUSIDA

La Declaración de compromiso en la lucha contra el VIH/SIDA, adoptada en el Periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA en 2001 adopta un compromiso claro con diversos enfoques de reducción del daño, un aspecto refrendado en Declaración política sobre el sida adoptada por la Asamblea General en 2006. Sin embargo, la frase “reducción del daño" en el contexto de "la lucha contra las drogas" que se refleja en la Comisión de Estupefacientes sigue siendo un término polémico.

A parte de una cuestión de terminología, la reducción del daño también se debate desde un nivel sustantivo. Ha sido realmente difícil para muchos países de todo el mundo establecer el equilibrio adecuado (o llegar a un acuerdo sobre cómo equilibrarlo) entre la voluntad de impedir que las personas consuman drogas y de reducir al mismo tiempo los daños asociados a este consumo.

En mi opinión, existe un sentimiento general de que un enfoque de salud pública, de reducción del daño, es la perspectiva más destacada en el discurso global. Sin embargo, esta cuestión todavía no ha encontrado su expresión en las políticas de diversos países.

Nos encontramos en una situación en la que en muchos países las autoridades nacionales que se ocupan del consumo de drogas y del VIH no suelen ni siquiera saber que están haciendo las autoridades de salud nacional y sida en relación con la respuesta a este virus entre los usuarios de drogas inyectables.

Una de las prioridades de ONUSIDA, junto con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), que es nuestro principal copatrocinador en estas cuestiones, es reunir realmente a las autoridades encargadas de luchar contra las drogas, a las autoridades del sida y a las de las cárceles, para que hablen sobre las estrategias que están adoptando e identificar conjuntamente qué obstáculos impiden que se desarrollen estrategias efectivas para solventar estos problemas en entornos tales como las prisiones o en relación con las patrullas policiales o con los servicios del VIH u otros servicios sanitarios.

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