Reportaje

Homenaje a Gita Ramjee

01 de abril de 2020

El 9 de marzo dejé mi hotel en Brasil. Habíamos terminado una reunión fascinante sobre la integración del VIH con otras enfermedades y programas de salud. Había muchos golpecitos de codo y sonrisas discretas por la falta de abrazos con los colegas de Brasil y de todo el mundo. Sabíamos que venían olas, pero las playas aún lucían hermosas. Incluso bebimos cerveza Corona con la cena.

Estaba emocionado y reservé para ir directamente a Boston para la edición de 2020 de la CROI, la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas. Aparte de la alta calidad de la ciencia presentada en la CROI, siempre me encantan los pasillos. Siempre había mucho tiempo para reunirse con amigos y colegas, muchos de los cuales habían estado juntos durante los últimos 25 años, o más, que ha durado la pandemia del VIH. Vi a Gita Ramjee en todas las reuniones y estaba deseando encontrarme con ella de nuevo.

Por desgracia, eso no sucedió. Mi teléfono me notificó un correo electrónico anunciando que la conferencia ya no se realizaría en Boston, sino que se realizaría de forma virtual.

Gita ya estaba en Londres, de camino a una reunión desde Sudáfrica. Al oír que el CROI iba a «virtualizarse», Gita estaba encantada de quedarse en Londres unos días más. Últimamente pasaba más tiempo en Londres porque quería estar con sus hijos y con su nieto, que viven allí. Visitó la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, donde tiene una cátedra honoraria por su trabajo en los ensayos de prevención del VIH. Mis colegas de allí me dijeron que estaba de su buen humor habitual—amable, colaborativa, sencilla y llena de integridad y determinación para conseguir cosas. Volvió a Sudáfrica aquel fin de semana y dio una charla a distancia el 17 de marzo en la Escuela de Londres. Dos semanas después falleció, siendo una de las primeras muertes por COVID-19 en Sudáfrica.

Gita es un extraordinario ejemplo de resiliencia y determinación. Nació en Uganda y escapó del régimen de Idi Amin. Continuó sus estudios en la India y después fue a la universidad en el Reino Unido. Allí conoció a quien sería su marido, un sudafricano también de ascendencia india. Se mudó a Transvaal con él, pero ambos odiaban aquella vida segregada, que contrastaba claramente con la sociedad de Reino Unido, más abierta. Así que se trasladaron a Durban, una ciudad más adecuada para ellos, y Gita empezó a construir los dos pilares de su vida: su familia y su carrera profesional.

Su importante trayectoria liderando la investigación de la prevención del VIH, en particular para mujeres y más en concreto mujeres desfavorecidas y trabajadoras sexuales, le ha dado el prestigio mundial: premios científicos durante toda su vida a la excelencia otorgados por Sudáfrica, un premio a la científica por excelencia de parte de la Asociación de Ensayos Clínicos de Europa y los Países en Desarrollo, doctorados honoris causa, etc. Para mí, siempre fue un rostro amable y alguien con quien podía quedar y charlar, no solo de ciencia, sino también de nuestros hijos y nietos, de Londres, Durban y mucho más.

La ola de COVID-19 rompe en nosotros ahora y su fuerza es impresionante. Gita fue una de las primeras pérdidas de la epidemia africana, ya que era una estrella mundial; su muerte es una dura advertencia. Millones de personas pobres de África meridional y oriental, muchas seropositivas, se enfrentan ahora a un terrible desafío. Los frágiles sistemas social y sanitario, la dependencia en los trabajadores del sector, el hacinamiento en las viviendas y la falta de agua y electricidad forman una horrible perspectiva. El número de muertes aumentará drásticamente, en parte por las infecciones directas por el virus, pero mucho más por las repercusiones en el sobrecargado sistema de salud y las frágiles redes de seguridad de protección social. ¿Cómo se espera que mantengan la distancia física millones de personas asustadas que viven en abarrotadas viviendas compartidas y dependen de su salario diario para comprar comida?

Gita creía en los derechos y el bienestar de las trabajadoras sexuales y luchó por conseguirlos. En 2007, declaró lo siguiente en el periódico The Guardian: «Las historias que nos contaban eran horribles. Entonces supe que me quería involucrar en la prevención de la infección por el VIH en mujeres». Sé que ella querría que diéramos un paso adelante y estuviéramos a la altura del desafío del COVID-19, que no es solo una crisis de salud pública, sino también un reto a la inequidad, la pobreza y la falta de solidaridad mundial.

 

Peter Godfrey-Faussett, Asesor Principal de Ciencia, ONUSIDA

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