Reportaje

La respuesta nunca está en fijar el objetivo en las trabajadoras sexuales

08 de junio de 2020

Cuando el Gobierno de Camerún ordenó que nadie podría moverse de sus hogares como parte de la respuesta a la COVID-19, Marie-Jeanne Oumarou (nombre ficticio) salió corriendo a comprar comida, cogió a sus tres niños y se los llevó al campo.

Con sus hijos ya en buenas manos, solo deseó poder seguir trabajando.

«Jamás imaginé lo difícil que sería el confinamiento», confiesa. «Para nosotras, las trabajadores sexuales, no tiene ningún sentido».

En los últimos diez años la Sra. Oumaro conoció lo mejor y lo peor de lo que en Yaundé, la capital de Camerún, se conoce como couloirs, las zonas de los pequeños hoteles en los que ejercen las trabajadoras sexuales. Abandonada y con tres niños pequeños, en el año 2010 recurrió al trabajo sexual para sobrevivir.  Poco a poco logró conocer a distintas mujeres mayores, antiguas trabajadoras sexuales, a las que paga dinero para poder acceder a lugares seguros en los que trabajar. Sin embargo, la COVID-19 ha cambiado su vida de la noche a la mañana. 

«Los hoteles estaban cerrados, apenas había clientes, la policía estaba constantemente controlando, así es imposible sobrevivir», señala.

Denise Ngatchou, directora ejecutiva de Horizons Femmes, una organización no gubernamental que ayuda a las mujeres vulnerables, cuenta lo mucho que le impresionó el que las trabajadoras sexuales se convirtieran, de pronto, en el blanco.

«La policía detenía y encerraba a las mujeres, sin dar ninguna información», relata. «Nos sentíamos totalmente indefensas y no podíamos hacer nada, ya que era el Gobierno el que tenía todo el poder respecto a las medidas frente a la COVID-19».

Rosalie Pasma, directora de uno de los centros de acogida de Horizons Femmes, tuvo que encogerse de hombros para mostrar su acuerdo durante una entrevista por Skype.

«Todo se complicó muchísimo más durante la COVID-19», insiste. «Sufrimos directamente el confinamiento por más de un motivo. Ha habido mujeres que no han podido acudir a sus revisiones por falta de transporte, por ejemplo, y nuestro asesor legal tampoco ha sido capaz de acceder a las comisarías para defender a las mujeres arrestadas».

La Sra. Ngatchou se encargó de canalizar todo, porque, para ella, no había razón para rendirse. Horizons Femmes juró ante todo mantenerse abierta. Un mínimo de la plantilla trabajó incansablemente e hizo horas extra para seguir realizando pruebas del VIH y prestando otros servicios respetando siempre las medidas de prevención. 

«La gente nos decía que interrumpiéramos todas nuestras actividades de concienciación sobre el terreno, pero las mantuvimos todo lo que pudimos. Aconsejamos a las mujeres respecto a las medidas para prevenir la enfermedad del coronavirus, de manera que todas conocieran los posibles riesgos», explica.

Asimismo, continuaron repartiendo mascarillas y lanzaron un proyecto de crowdfunding para adquirir más equipos de protección. Lo que más entristece a la Sra. Ngatchou es que muchísimas cosas sucedieron ante sus propios ojos y ni tan siquiera pudo hacer nada.

«El suavizar las leyes contra el trabajo sexual y el poner fin a los arrestos arbitrarios de trabajadoras sexuales realmente supondría una enorme diferencia para nosotras», advierte.

Al final, está convencida de que el castigar a las trabajadoras sexuales no hace sino empeorar la situación.

«¿Tú no crees que, si las trabajadoras sexuales se esconden, tienen más posibilidades de trabajar e infectar e infectarse que si dispusieran de una estructura que las ayudase?», plantea.

Reflexionando sobre sus propias palabras, añade que esta idea hace referencia tanto a la COVID-19 como al VIH.

A principios de abril, ONUSIDA y la Red global de proyectos de trabajo sexual hicieron saltar las alarmas y llamaron la atención sobre la crueldad y los problemas a los que se enfrentaban las trabajadoras sexuales en todo el mundo. Instaron a los países a garantizar el respeto, la protección y el cumplimiento de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales.

«Las autoridades tienen que llegar a entender que no promovemos el trabajo sexual, sino la buena salud», recalca la Sra. Ngatchou. «Esa y solo esa es la prioridad».