Reportaje

«Hay que seguir adelante, siempre adelante»

25 de febrero de 2021

Malohat Sharipova, en la fotografía de arriba, es docente en una escuela de educación primaria en Qurghonteppa, Tayikistán; sin embargo, en su tiempo libre trabaja como agente de extensión para AFIF, una organización no gubernamental que ayuda las personas que viven con el VIH, a las personas con tuberculosis y a los grupos de población clave.

AFIF colabora con las clínicas de sida regionales y proporciona agentes de extensión que trabajan con personas que viven con el VIH o están afectadas por él y, además, las apoyan. Durante la pandemia de COVID-19, los agentes de extensión de AFIF han abastecido a las personas que viven con el VIH con tres meses de medicamentos antirretrovirales, comida y equipamiento de protección personal; incluidos antisépticos, mascarillas y guantes.

Los agentes de extensión están cualificados para realizar pruebas de detección de la tuberculosis y de la hepatitis a las personas que viven con el VIH y a las personas que se inyectan drogas. «Se requiere formular de 10 a 12 preguntas sobre el VIH y la tuberculosis elaboradas por especialistas para determinar la necesidad de un diagnóstico más profundo. Si una persona presenta síntomas, es aconsejable que se someta a las pruebas oportunas, ya sea en el centro médico más cercano o por medio de un kit para realizar la prueba de autodiagnóstico, que notros mismos proporcionamos», señaló Ikran Ibragimov, director de AFIF.

La labor de AFIF se ve apoyada por el Ministerio de Salud de Tayikistán y es gestionada a través del Programa de Cooperación Regional de ONUSIDA para la Asistencia Técnica del VIH y otras Enfermedades Infecciosas de la Comunidad de Estados Independientes, fundado por la Federación de Rusia. Desde el inicio del proyecto en 2019, al rededor de 7500 personas se han sometido a pruebas comunitarias.

La Sra. Sharipova tiene cuatro hijos: dos hijas que están casadas y que ya no viven con ella, un hijo mayor que trabaja en otra ciudad y su hijo menor, que estudia su último año de secundaria.

«En 2010, mi marido fue ingresado en el hospital. Antes de eso, llevaba mucho tiempo quejándose de dolor abdominal. Intenté convencerle de que acudiese al médico, pero no lo hizo. Lo hospitalizaron cuando empeoró, le diagnosticaron cirrosis hepática y murió poco después.  Me llamaron del hospital y me dijeron que realizará la prueba del VIH.»

«Cuando me dijeron que tenía VIH, pensé: "Gracias a Dios sigo viva, puedo caminar y trabajar". Tras la muerte de mi marido tenía que criar a mis hijos y apoyar a mi suegra, a la que quería como a una madre».

Sigue con la terapia antirretroviral desde 2010. «Estoy bien. Antes tenía que tomar pastillas estrictamente dos veces al día.  Ahora los médicos me han prescrito un tratamiento diferente, así puedo tomar el medicamento solo una vez al día. Tengo que mantenerme sana por mis hijos y para poder ayudarlos. No hablo mucho de mi diagnóstico, pero tampoco lo escondo. Creo que muchos me vieron en eventos y cursos por la prevención del VIH.

La Sra. Sharipova dirige un grupo para mujeres: «Tenemos consultoras que trabajan con mujeres y consultores que trabajan con hombres. Cuando las personas se enteran por primera vez de su situación de seropositivas, suelen sentirse confundidas y asustadas, no saben qué camino emprender. Nosotros les hablamos, les invitamos a nuestros grupos de autoayuda, les explicamos la terapia, el futuro. A veces es un reto trabajar con ellas, pero siempre digo: hay que seguir adelante, siempre adelante.»

Fotografía: Nazim Kalandarov/ONUSIDA