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El legado de Kofi Annan en la lucha contra el sida
20 de agosto de 2018
20 agosto 201820 agosto 2018Por Michel Sidibé
Por Michel Sidibé
Nos acaba de abandonar una brillante luz desde África. Kofi Annan, africano de corazón, pero ciudadano global, simbolizó lo mejor de la humanidad. Era un agitador de conciencias, un solucionador de problemas y un generador de cambios.
A principios de siglo, el negacionismo del sida se encontraba en su apogeo, pero el Sr. Annan ayudó a romperlo. En sus propias palabras, “El año pasado, en África murieron como consecuencia del sida más personas que en todas las guerras del continente. El sida es una gran crisis para el continente y es imperativo que los gobiernos hagan algo al respecto. Debemos poner fin a la conspiración del silencio y a la vergüenza que rodea a esta lacra”.
Cuando el Sr. Annan comenzó su mandato como nuevo secretario general de las Naciones Unidas en 1997, las perspectivas para la epidemia de sida eran sombrías: unos 23,3 millones de personas vivían con el VIH, se producían 3,2 millones de nuevas infecciones por el VIH y solo unos pocos privilegiados tenían acceso a tratamientos que podían salvar sus vidas.
Encandiló a los líderes mundiales con su humildad y diplomacia, y cuando el mensaje no había calado lo suficiente, habló públicamente y con fuerza. “Amigos, sabemos lo que debemos hacer para cambiar el rumbo de esta epidemia. Es necesario que cada presidente, cada primer ministro, cada parlamentario y cada político, todos ellos, decidan y declaren que ‘el sida se acabará conmigo’. El sida termina conmigo”, dijo.
En el año 2000 y bajo su dirección, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la resolución 1308 que identificaba el sida como amenaza para la seguridad mundial. En el año 2001, se celebró el período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida, la primera reunión de líderes mundiales sobre una cuestión de salud en las Naciones Unidas.
En el año 2000, en un momento en que se estaban invirtiendo menos de 1000 millones de dólares estadounidenses en la respuesta al sida, hizo un llamamiento para que se destinasen al menos entre 7000 y 10 000 millones de dólares estadounidenses a la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Ese llamamiento, junto con la presión que ejerció sobre los dirigentes mundiales, condujeron a la creación del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, que salvó millones de vidas. El Sr. Annan siguió siendo uno de los patrocinadores del Fondo Mundial, ayudando a garantizar su plena financiación.
El Objetivo de Desarrollo del Milenio de detener e invertir la propagación del sida y la Declaración de Compromiso en la Lucha contra el VIH/Sida de las Naciones Unidas de 2001 fijaron objetivos de prevención del VIH, pero no fijaron metas concretas para el acceso al tratamiento. En aquel momento, el coste de los medicamentos antirretrovíricos era astronómicamente alto. Al sentarse con la industria farmacéutica, el Sr. Annan contribuyó a allanar el camino para una futura reducción de sus precios. ¿Quién podría haber creído en 2001 que el coste de los medicamentos antirretrovíricos que salvan vidas se reduciría en 2018 a tan solo 60 dólares estadounidenses por persona y año? Actualmente, aproximadamente 21 millones de personas reciben tratamiento contra el VIH.
El Sr. Annan utilizó hábilmente su poder de convocatoria para bien. Cuando se enteró de que menos del 30% de las personas conocían la existencia del VIH, reunió a líderes de los medios de comunicación y ayudó a lanzar la Iniciativa Mundial de los Medios de Comunicación contra el Sida. Como resultado, se llevaron a cabo de forma gratuita cientos de horas de programas de sensibilización sobre el sida por parte de empresas de medios de comunicación tanto públicas como privadas en todo el mundo. El Sr. Annan incluso apareció con un personaje seropositivo de Barrio Sésamo, ayudando a reducir el estigma y la discriminación contra los niños afectados por el VIH.
Su corazón estaba con las personas afectadas por el VIH. Conocía de primera mano las realidades de la epidemia del VIH. Sabía que el verdadero cambio se produce concediendo poder a las mujeres y las niñas. “Es necesario que se produzca un cambio real y positivo que dé más poder y confianza a las mujeres y las niñas, y que transforme las relaciones entre mujeres y hombres en todos los niveles de la sociedad”, dijo. “Se necesitan más recursos para las mujeres, mejores leyes para las mujeres y más escaños para las mujeres en las mesas de toma de decisiones. Es necesario que todos ustedes hagan de la lucha contra el sida una prioridad personal, no solo en esta sesión, o este año, o el año que viene, sino cada año hasta que se revierta la epidemia”.
Aceptó la diversidad. Manifestó claramente la necesidad de respetar los derechos de los trabajadores sexuales, los gais y los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, las personas que consumen drogas y las personas transgénero. “Tenemos que ser capaces de proteger a los más vulnerables, y si estamos aquí para tratar de poner fin a la epidemia y luchar contra ella, nunca lo lograremos mirando hacia otro lado y fingiendo que estas personas no existen o que no necesitan ayuda”, dijo. “Necesitamos ayudarles y resistir cualquier intento de impedirnos reconocer la necesidad de actuar para proteger y ofrecer asistencia a estas personas”.
El Sr. Annan tenía un lugar especial en su corazón para ONUSIDA. Sacó tiempo para nosotros, se mantuvo informado sobre los avances alcanzados en la respuesta al sida y donó a ONUSIDA todo lo recaudado con un libro sobre sus discursos, We the peoples: a UN for the twenty-first century (Nosotros los pueblos: la función de las Naciones Unidas en el siglo XXI). Hace cuatro semanas, cuando me reuní con él para almorzar, me expresó su alegría por lo lejos que habíamos llegado, pero también se mostró preocupado por que la respuesta no estuviera a la altura de los objetivos que nos habíamos propuesto.
Hace dos décadas, definía el impacto del sida como el mayor retroceso en la historia del desarrollo humano, el mayor desafío de nuestra generación. Recuerdo sus palabras cuando aceptó el Premio al Liderazgo de ONUSIDA en 2016. “En la actualidad, estamos asistiendo a unos enormes avances, pero la lucha aún no ha terminado. Debemos seguir esforzándonos y levantándonos cada mañana preparados para luchar y volver a luchar, hasta que logremos la victoria”.
Desde ONUSIDA prometemos que no descansaremos hasta que la epidemia de sida haya terminado. Se lo debemos a él.