Reportaje

La sororidad y la información como respuesta a la violencia de género

15 de diciembre de 2023

En el tranquilo rincón de un centro comunitario de Ciudad de Guatemala, Emma -nombre ficticio-, de 29 años, está sentada entre otras mujeres a las que no conoce. En los rostros y gestos de cada una de ellas, se puede ver que todas llevan sobre sus hombros el peso de la violencia y la injusticia.

Los primeros y sutiles rayos de sol llenan poco a poco la habitación; la calma y el confort invitan a Emma y a las demás a sentir más relajados sus corazones y sus almas. Con ojos cansados, manos pequeñas y un corazón marcado por la violencia, mira a su alrededor, absorbe la energía del lugar y respira hondo mientras espera el comienzo de una sesión de terapia y una charla informativa sobre el VIH.

Al comenzar la sesión de terapia, Emma comparte tímida y cautelosamente sus experiencias con Wendi Polanco, quien desde 2019 se ha convertido en una mano amiga para muchas mujeres golpeadas por la violencia de género. A través de Latiendo Juntas, la organización que lidera en Guatemala, Wendi demuestra claramente que la sororidad funciona y es transformadora.  

Con el apoyo de ONUSIDA, Latiendo Juntas coordina un proyecto para mejorar el acceso de las mujeres supervivientes de la violencia a servicios integrales de salud, incluidas las pruebas y la atención de las infecciones de transmisión sexual (ITS) y el VIH. También contribuyen a su resiliencia y empoderamiento concienciándolas sobre los derechos humanos, incluidos sus derechos sexuales y reproductivos, mediante terapias de grupo y charlas informativas sobre el VIH, que proporcionan datos y una plataforma para el diálogo abierto, fomentando un entorno sin prejuicios.

"La sala se convierte en un santuario donde se reconoce el dolor de mujeres como Emma y tantas otras", dice Wendi. "El centro comunitario es un refugio para ellas, y con el calor del sol se teje una red de apoyo entre las mujeres. Me siento aliviada cuando veo cómo el peso sobre sus hombros empieza a disminuir".

A lo largo de estas sesiones de terapia, Emma y otras mujeres descubren consuelo y empoderamiento. Los recorridos terapéuticos ofrecidos en Latiendo Juntas se convierten en un catalizador para su resiliencia, liberación y autocuidado.

La relación entre el VIH y la violencia contra las mujeres es un problema generalizado, ya que la violencia de género aumenta la vulnerabilidad de las mujeres a la infección por el VIH. Las mujeres que sufren violencia pueden tener dificultades para negociar prácticas sexuales seguras, incluido el uso del preservativo, lo que aumenta su riesgo de contraer el VIH. Además, el miedo a la violencia puede disuadir a las mujeres de buscar pruebas, tratamiento y apoyo para el VIH, perpetuando el ciclo de violencia y silencio y limitando su acceso a recursos sanitarios críticos y esenciales.

La violencia contra las mujeres en Guatemala es endémica y puede describirse como una pandemia en la sombra. Cuando se trata de feminicidio, el asesinato intencionado de mujeres por el hecho de serlo, el país tiene una de las tasas más altas del mundo.

"Abordar la intersección del VIH y la violencia contra las mujeres requiere esfuerzos integrales que incluyan la educación, la capacitación y el desmantelamiento de los desequilibrios de poder basados en el género", afirma Irene Izquieta, asesora de ONUSIDA sobre derechos y género para Guatemala, Honduras y Nicaragua.

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