Comunicado de prensa

Las personas que viven con el VIH se enfrentan a un doble peligro, el VIH y la COVID-19, mientras que los grupos de población clave y los niños siguen quedando atrás en lo referente al acceso a los servicios relacionados con el VIH

Las personas que viven con el VIH corren un riesgo mayor de padecer una complicación grave derivada de la COVID-19 e incluso de morir. Sin embargo, a la gran mayoría de ellas se les niega el acceso a las vacunas contra la COVID-19. Los grupos de población clave y sus parejas sexuales representan el 65 % de las nuevas infecciones por el VIH, pero la mayoría se queda al margen de las respuestas tanto al VIH como a la COVID-19. 800 000 niños que viven con el VIH no reciben el tratamiento que necesitan para seguir viviendo

GINEBRA, 14 de julio de 2021. El informe mundial de 2021 sobre el sida de ONUSIDA, presentado hoy, destaca el hecho de que las personas que viven con el VIH son más vulnerables a la COVID-19 y, sin embargo, cada vez son mayores las desigualdades que impiden a estos grupos de población acceder a las vacunas contra la COVID-19 y a los servicios para el VIH.

Los estudios realizados en Inglaterra y Sudáfrica han revelado que el riesgo de morir por la COVID-19 entre las personas que viven con el VIH era el doble que el de la población general. A fecha de julio de 2021, en el África subsahariana, donde residen dos tercios (67 %) de las personas que viven con el VIH, menos del 3 % de la población ha recibido como mínimo una sola dosis de la vacuna contra la COVID-19. Al mismo tiempo, los servicios de prevención y tratamiento del VIH parecen estar olvidando a los grupos de población clave, así como a los niños y adolescentes.

Las vacunas contra la COVID-19 lograrían salvar millones de vidas en los países en desarrollo, pero siguen sin llegar allí, ya que los países ricos y las grandes farmacéuticas conservan el monopolio de la producción y el suministro de las vacunas para así obtener beneficios. Esto está teniendo una gran repercusión en todo el mundo, ya que los sistemas sanitarios de los países en desarrollo se están colapsando. Triste ejemplo de ello es Uganda, donde los estadios de fútbol se están convirtiendo en hospitales improvisados.

«Mientras los países ricos de Europa se están preparando para disfrutar del verano, debido al fácil acceso de sus poblaciones a las vacunas contra la COVID-19, el Sur está inmerso en una profunda crisis», destaca Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA. «No hemos aprendido las grandes lecciones que nos dio el VIH, cuando a millones de personas se les negó el tratamiento que podía salvar sus vidas y murieron por la desigualdad para acceder a dichos medicamentos. Y esto es, sin duda, inaceptable».

El nuevo informe de ONUSIDA refleja de qué manera los confinamientos por la COVID-19 y otras restricciones han alterado gravemente las pruebas del VIH. En muchos países esto ha provocado caídas pronunciadas en los diagnósticos del VIH, las derivaciones a los servicios de atención sanitaria y el inicio de los tratamientos para el VIH. En KwaZulu-Natal, Sudáfrica, por ejemplo, ha habido una caída del 48 % en las pruebas del VIH después de que se impusiera el primer confinamiento nacional en abril de 2020. Asimismo, hubo menos nuevos diagnósticos del VIH y una marcada disminución en el inicio del tratamiento. Y todo ello debido a que 28 000 profesionales sanitarios de la comunidad del VIH pasaron de realizar pruebas del VIH a ocuparse de las pruebas de detección de la COVID-19.

El informe, Confronting inequalities (enfrentar las desigualdades), muestra que en 2020 los 1,5 millones de nuevas infecciones por el VIH se produjeron principalmente entre los grupos de población clave y sus parejas sexuales. Las personas que se inyectan drogas, las mujeres transgénero, los trabajadores sexuales, los gais y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, así como las parejas sexuales de estas poblaciones clave, representaron el 65 % de las infecciones por el VIH en todo el mundo en el año 2020. Los grupos de población clave representaron el 93 % de las nuevas infecciones por el VIH fuera del África subsahariana y el 35 % en el África subsahariana. Sin embargo, siguen marginados y, en gran medida, fuera del alcance de los servicios para el VIH en la mayoría de los países.

Según el informe, muchos de los 19 países que lograron los objetivos 90-90-90 para 2020 han sido líderes en la prestación de servicios diferenciados, donde los servicios basados en instalaciones se complementan con aquellos otros liderados por la comunidad. La mayoría también han situado a los grupos de población clave como elemento central de sus respuestas. En Estonia, por ejemplo, a la ampliación de los servicios integrales de reducción del daño le siguió una reducción del 61 % en todo el país de las infecciones por el VIH y una disminución del 97 % en las nuevas infecciones por el VIH entre las personas que se inyectan drogas.

Las pruebas y el tratamiento del VIH han aumentado enormemente en los últimos 20 años. 27,4 millones de los 37,7 millones de personas que vivían con el VIH ya estaban en tratamiento en 2020. Sin embargo, las brechas en la prestación de servicios son mucho mayores para los niños que para los adultos. En 2020, unos 800 000 niños de entre 0 y 14 años que vivían con el VIH no recibían tratamiento para el VIH. La cobertura del tratamiento fue del 74 % para adultos, pero solo del 54 % para niños en 2020. A muchos niños no se le realizaron las pruebas del VIH al nacer y a día de hoy desconocen su estado serológico, lo que hace que sea un gran reto encontrarlos y brindarles los cuidados adecuados.

Confronting inequalities también pone de manifiesto que las mujeres y las niñas en el África subsahariana siguen teniendo un mayor riesgo de infección por el VIH: la desigualdad de género y la violencia de género son la causa principal de ese riesgo. Las desigualdades de género y la violencia de género privan a las mujeres y niñas de sus derechos humanos fundamentales, incluido el derecho a la educación, la salud y las oportunidades económicas. Esto aumenta su riesgo de infección por el VIH y bloquea el acceso a los servicios. En el África subsahariana, las adolescentes y las mujeres jóvenes concentran el 25 % de todas las nuevas infecciones por el VIH a pesar de representar solo el 10 % de la población.

La pobreza y la falta de escolaridad también impiden el acceso a los servicios para la salud y el VIH. El informe subraya que es mucho menos probable que personas que viven en la pobreza accedan a los servicios de planificación familiar para mujeres y a la circuncisión médica masculina voluntaria para hombres y niños. En 2020, el número de circuncisiones médicas masculinas voluntarias disminuyó en más de un 30 % en 15 países prioritarios de África oriental y meridional.

La pobreza también es un impulsor de la migración, que se ha demostrado que afecta gravemente al acceso a los servicios para el VIH y pone en peligro la vida de los migrantes que huyen de los conflictos y la pobreza con la esperanza de conseguir protección y disfrutar de seguridad económica.

«Los multimillonarios navegan en sus yates por las mismas aguas mediterráneas en las que se ahogan los migrantes», afirmó Winnie Byanyima. «¿Cómo podemos quedarnos de brazos cruzados y dejar que esta sea la "nueva normalidad"?». Debemos plantar cara a estas horribles desigualdades y volver a poner énfasis en el respeto por los derechos humanos más básicos y fundamentales.

Las desigualdades nunca se producen de forma natural. Son el resultado de acciones políticas y programáticas que dividen en vez de sumar. Por ejemplo, los grupos de población clave son marginados y criminalizados por sus identidades y expresión de género, su orientación sexual y sus medios de subsistencia. El nuevo análisis incluido en el informe muestra una correlación positiva entre mejores resultados en materia de VIH y la adopción de leyes que promuevan la no discriminación. Un estudio procedente del África subsahariana reveló que la prevalencia del VIH entre los trabajadores sexuales era del 39 % en países que criminalizaron el trabajo sexual, en comparación con el 12 % en aquellos países donde el trabajo sexual estaba parcialmente legalizado.

«Llevamos 40 años luchando contra el VIH. Tanto los éxitos como los fracasos nos han enseñado que no podemos ni prepararnos para una pandemia ni derrotarla a menos que acabemos con las desigualdades, promovamos enfoques centrados en las personas y basados en los derechos humanos, y trabajemos junto con las comunidades para llegar a todos los que lo necesitan», afirmó la Sra. Byanyima.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

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