Reportaje
Hablar abiertamente sobre sexo y VIH
17 de julio de 2017
17 julio 201717 julio 2017La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible amplía lo que se ha estado haciendo en la respue
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible amplía lo que se ha estado haciendo en la respuesta al sida a lo largo de 30 años, un enfoque multisectorial, basado en los derechos y centrado en las personas, que aborda los factores determinantes para la salud y el bienestar. Las historias personales de esta serie ponen de relieve las conexiones entre el VIH y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados, y cada una se narra desde la perspectiva personal de los afectados por el VIH. La serie ofrece una imagen de cómo se relaciona el VIH y los ODS, y cómo estos son interdependientes entre sí. Lo más importante es que estas historias nos muestran los avances que hemos logrado en la respuesta al sida y lo lejos que hemos llegado en los ODS.
Hace 18 años, cuando tenía 19, Florence Anam se quedó embarazada. Era una simple adolescente que se había dejado halagar por las atenciones de las que le colmaba un hombre mayor. Buena estudiante y a punto de empezar en la universidad, sus padres le dijeron que les había decepcionado, pero nunca volvieron a sacar el tema.
“Cuando me quedé embarazada nunca me preguntaron cómo había llegado a esa situación ni quién era el responsable”, afirma Florence. “El sexo era un tema tabú, no algo sobre lo que los padres hablaran con sus hijos”.
Florence no supo que era seropositiva hasta 2006. Durante una campaña nacional de prevención del VIH en Kenia, ella y cuatro amigas fueron a hacerse las pruebas. Cuando las pruebas del VIH confirmaron que era seropositiva, se quedó conmocionada.
Un año después la realidad golpeó a Florence cuando la despidieron del trabajo por su estado serológico. “Por aquel entonces no había redes juveniles para el VIH ni mucha información disponible, así que me puse en contacto con una mujer que había salido en el periódico y la abordé para preguntarle 'Por qué no se me permite ser productiva si todavía no estoy enferma?'”, relata Anam.
Aquella mujer, Asunta Wagura, resultó ser la directora de la Red de Mujeres con Sida de Kenia. Wagura le pidió que fuera a ver la organización, y así fue como Anam comenzó a trabajar como voluntaria. Cuenta que esa experiencia le abrió los ojos a la cruda realidad. Escuchó las historias de otras mujeres, muchas de las cuales vivían en condiciones de pobreza y sufriendo la violencia. “Me sumergí de lleno en este mundo que, como niña sobreprotegida, ni siquiera había imaginado que existiera y, de repente, todos mis problemas me parecieron insignificantes, y supe que tenía que hacer partícipes a otros de lo que estaba viendo cada día”.
También adoptó una postura más franca sobre el VIH y consiguió atraer mucha atención hacia sí misma y hacia su estado.
“No aguantaba más que la gente me impusiera sus opiniones sobre mi vida, echaba de menos a la niña que solía ser y necesitaba desesperadamente salir de aquel agujero”, afirma.
Una parte de las labores de concienciación y difusión de Florence en la Comunidad Internacional de Mujeres Seropositivas consiste en reuniones de orientación mensuales con niñas y mujeres que viven con el VIH. “Quiero que tengan presente cómo puede ser su vida dentro de 20 años”, explica.
Florence considera que lleva una vida plena. Su hijo de 17 años y su hija de 11, ambos adoptados, le reprochan que saque temas como el sexo y otras cosas “incómodas” a la hora de cenar.
“Soy como la madre rarita que habla de sexo y comportamiento sexual responsable en los sitios más descabellados”, menciona Anam. “No paro de repetirles que las decisiones que tomen hoy, por inmaduros que sean, tendrán un impacto a largo plazo”.
ODS 5: conseguir la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas
La desigualdad de género, la discriminación y las prácticas nocivas crean un entorno cultural que perjudica a las mujeres, las niñas, los hombres y los niños. Las niñas y las mujeres son mucho más vulnerables, y la infección por el VIH las afecta desproporcionadamente. A menudo, carecen de la capacidad de controlar o decidir sobre los aspectos determinantes de sus propias vidas, como sobre sus estudios, con quién casarse o con quién mantener relaciones sexuales, a qué servicios sanitarios acceder, sus posibilidades laborales o su capacidad de expresar una opinión y de ser respetadas.
Los programas diseñados para educar e informar a las niñas y las mujeres sobre los riesgos del VIH y para proporcionarles algunos medios para protegerse son elementos esenciales de la respuesta al sida. Y, pese a que son muy necesarios, siguen siendo insuficientes. El acceso a una educación integral sobre sexualidad y a unos servicios de salud sexual y reproductiva solo puede cosechar éxitos parciales en la protección ante el VIH de las niñas y las jóvenes si sus posibles compañeros siguen ignorando o sin querer cambiar su comportamiento. Aumentar la concienciación de hombres y niños sobre los riesgos del VIH, proporcionarles los medios para la prevención y capacitarles para que cambien su comportamiento y vean los beneficios de una relación equilibrada y respetuosa es fundamental para reducir el número de nuevas infecciones por el VIH y para aumentar la igualdad de género.
Como muchas jóvenes, Florence creció sin una educación integral sobre sexualidad ni acceso a servicios de salud sexual y reproductiva. Ha dedicado su vida a expandir los servicios sanitarios y para el VIH adaptados para los jóvenes y a orientar a las jóvenes que viven con el VIH dándoles esperanzas de futuro. La historia de Florence plasma lo importante que es avanzar en el ODS 5 (conseguir la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas) para posibilitar que los jóvenes tomen decisiones fundadas en relación a su protección ante la infección por el VIH.