Reportaje

Trabajadora comunitaria de la salud toma las riendas en Burkina Faso

19 de julio de 2017

 

Cuando era una jóven trabajadora voluntaria en un hospital de Burkina Faso, Christine Kafando tuvo que esforzarse mucho por convencer a los demás. En 1997 VIH era lo mismo que enfermedad mortal, así que ninguna de las personas que viven con el VIH la creían cuando les contaba que era seropositiva.

“La gente me acusaba de estar mintiendo porque decían que se me veía demasiado sana”, dice. En una ocasión la Sra. Kafando se tomó su tratamiento delante de los demás para convencerlos de que, en efecto, ella también vivía con el VIH.

A pesar de la desconfianza de los pacientes, ella no se rindió.  Incluso comenzó a acudir a las casas de la gente para hacer chequeos rutinarios.

“En aquel momento”, explica, “ni los hospitales ni el personal sabían cómo abordar el VIH, así que hicimos lo que pudimos para salir del paso”.

Eso fue un año después de que la Sra. Kafando descubriera que vivía con el VIH. Ella y su novio de la universidad (que ahora es su marido) habían acudido juntos a hacerse las pruebas. Él dio negativo, pero ella no.

Cuenta que se asustó mucho y que sintió que sus sueños se esfumaban. Lo que más deseaba su marido era tener hijos, y la dejó seis meses después de que la diagnosticaran.  Con el apoyo de su familia, empezó a trabajar en la concienciación sobre el VIH. La Sra. Kafando se convirtió en la primera mujer seropositiva en Burkina Faso en hacer público su estado serológico.

“Me di cuenta de que la gente pensaba que el VIH era algo que siempre les pasaba a otros, pero yo les demostré que es algo que le puede pasar a cualquiera”, explica.

Cuando se incorporó como voluntaria a la organización recién creada  REVS+, puesta en marcha y dirigida por personas que viven con el VIH, dio con el que iba a ser su propósito.

Se granjeó la misma confianza de la que gozaban los diversos médicos, y a menudo sirvió como intermediaria entre las familias y el hospital.

Se percató de que ayudar a las personas a acceder al tratamiento y cuidar de su salud era importante, pero que había mucho más por hacer en lo referente a la prevención.

Repartió su tiempo entre el hospital y las clínicas donde se realizaban pruebas.

La Sra. Kafando repitió y repitió incansablemente el mismo mensaje, “Es mejor saber lo que te pasa que vivir en la ignorancia. Hazte las pruebas”.

La ‘bocazas’, como la llaman sus compañeros, incluso consiguió que el presidente de Burkina Faso le prestara atención. “Le dije, ‘si no haces algo con el VIH, no te va a quedar nadie a quien gobernar’”, explica con orgullo.

Cuando, de pronto, el entonces presidente Blaise Compaoré no solo se hizo las pruebas sino que además bajaron los precios del tratamiento y las pruebas comenzaron a ser gratuitas para las mujeres y los niños, descubrió que su espíritu combativo merecía la pena. 

Dao Mamadou, sociólogo y coordinador técnico del VIH de Burkina Faso, describe a Christine como alguien que no se limita a hablar, sino que actúa.

“Ha dedicado cerca de 20 años de su vida a ayudar a las mujeres y a los niños que viven con el VIH, no ha parado de ayudar a los demás,” dice el Sr. Mamadou. 

Adoptó a dos niños y ganó más experiencia en el sector sanitario.

Echando la vista atrás hasta el 2003, dice que como trabajadores comunitarios de la salud se les había escapado algo crucial. 

“Algunas veces venía a verme una pareja que vivía con el VIH. Yo les preguntaba por su bebé y la mamá me decía ‘murió,’” relata.

A nadie se le había ocurrido pensar en la transmisión del VIH a los bebés ni en el bienestar posterior de los niños, así que la Sra. Kafando fundó la Association Espoir pour Demain (Asociación Esperanza para el Mañana o AED, por sus siglas en francés).

Su organización trabajó en la concienciación sobre el VIH entre las mujeres embarazadas y en las salas de maternidad. En muy poco tiempo la AED se convirtió en un referente para todas las mujeres embarazadas que vivían con el VIH.

El Sr. Mamadou, el coordinador técnico del VIH, cuenta que él vio cómo Christine se convertía en un icono.

“Infinidad de huérfanos y niños vulnerables la consideran nuestra Madre Teresa”, dice.

Con el tiempo su organización expandió sus horizontes más allá de Bobo Dioulasso. Consiguió que varias organizaciones del VIH se unieran para coordinar mejor la financiación y los recursos.

Explica que su momento de mayor orgullo fue cuando, en 2011, consiguió el reconocimiento nacional de Francia y de Burkina Faso.

“Al conseguir esas distinciones me di cuenta de que había salvado vidas”, afirma.  

Sus obligaciones actuales la obligan a ir y volver de la capital a Bobo al menos dos veces a la semana.

Le frustra la aparente impasibilidad de los jóvenes de hoy en día ante el VIH.

“El tratamiento del VIH a hecho que las personas se convenzan de que pueden con ello, pero no deberían pensar así”, cuenta.

Su batalla ahora mismo consiste en lanzar nuevas campañas de prevención del VIH y en seguir esforzándose en la concienciación. “Siempre seré una luchadora de la respuesta al sida”, concluye.