Reportaje

Las organizaciones de Tanzania basadas en la comunidad prestan todo su apoyo a las mujeres que consumen drogas

05 de octubre de 2020

Las comunidades basadas en la comunidad situadas en Dar es Salam, en la República Unida de Tanzania, con el respaldo de ONUSIDA, están apoyando incansablemente a las mujeres que consumen drogas y sus familias para que logren sobrevivir a esta situación tan complicada.

«Antes de la pandemia, la vida era sencilla y mejor. En la playa solía realizar distintos trabajos, como limpiar pescado, ayudar a las personas a cargar y descargar los barcos, y me pagaban por ello y así sacaba algo de dinero. Ayudaba a mi hija a lavar su ropa, la acompañaba al colegio y le preparaba la comida. Llevábamos una vida sencilla», recuerda Doroth Hassan mientras se sienta en la oficina de SALVAGE, una organización hermana de la Red tanzana de personas que consumen drogas (TanPUD, por sus siglas en inglés), ubicada en Kigamboni, Dar es Salam.

Antes, a través del trabajo sexual y de los distintos oficios informales que desempeñaba, como todo lo que hacía en la playa, la Sra. Hassan ganaba lo necesario para que tanto su hija como ella pudieran llegar bien a fin de mes. Sin embargo, para ellas todo se ha vuelto un auténtico desafío desde la aparición de la pandemia de COVID-19.

«Nuestra vida ha cambiado. Vivo con miedo y preocupación. La gente para la que trabajaba antes ahora no quiere pagar, con la excusa siempre de que no tienen dinero debido al coronavirus. Todo, absolutamente todo, ha cambiado. La vida se ha vuelto muy dura. Los clientes han desaparecido, se han evaporado. Y los  poquísimos que siguen viniendo nos engañan; quieren el mismo sexo por menos», explica la Sra. Hassan.

No es la única en su situación. La mayoría de las mujeres que consumen drogas en Dar es Salam sobreviven de la misma forma que la Sra. Hassan, gracias al trabajo sexual, al mercadeo u a otros trabajos del sector informal. Viven en campamentos para personas que consumen drogas o en refugios casuales y masificados.

Gracias a la ayuda prestada por ONUSIDA y otros socios, organizaciones basadas en la comunidad como TaNPUD y SALVAGE han sido capaces de aliviar el dolor de las mujeres residentes en los campamentos y refugios de Dar es Salam.

«TaNPUD se ocupó de concienciar a la población, mientras que SALVAGE se esforzó por proporcionarnos cubos, jabón y comida, además de otros materiales de higiene, tanto a nosotras como a otras muchas mujeres de la comunidad. TaNPUD está siempre defendiendo nuestro derecho a la salud», enfatizó Olive Kiranda elogiando la gran labor de las organizaciones. Ella misma había consumido drogas y actualmente está siguiendo una terapia de sustitución de opiáceos.

La Sra. Kinanda también hace voluntariado en la clínica Medication-Assisted Treatment (MAT), en Temeke, donde vive. En este centro, se ocupa de informar a la gente respecto a la prevención de la tuberculosis (TB) y, asimismo, recoge muestras de pacientes para hacer las pruebas de detección de esta enfermedad. Sin embargo, desde que surgió la COVID-19, sus tareas han cambiado por completo.

«Como educadora de iguales, he adquirido conocimientos sobre la prevención de la enfermedad del coronavirus, y estoy capacitada para educar y concienciar. Junto con otras personas que consumen drogas, yo también recibí ayuda; por ejemplo, con relación a las mascarillas», señala la Sra. Kinanda. A ella también le proporcionaron información y apoyo desde otras organizaciones locales basadas en la comunidad. Por ejemplo, recibió y agradeció donaciones tanto de la comunidad como de clientes con los que trabaja en la clínica MAT de Temeke.

Sabe bien que a ella misma le brindaron el mismo apoyo.

«TaNPUD está alzando la voz en nuestro hombre, y SALVAGE, como organización hermana de TaNPUD, se está dedicando a apoyar a las mujeres. Han conseguido que tengamos al acceso al cuidado y el tratamiento a través de otros servicios, y también nos están proporcionando alojamiento, alimentos y productos de higiene, lo cual nos es de enorme ayuda», insiste.

Dicha ayuda, brindada con el apoyo económico y material de ONUSIDA, contribuirá a aliviar algunas de las consecuencias de esta pandemia mundial, aun cuando los efectos de la COVID-19 están tardando muchísimo en desaparecer en la República Unida de Tanzania.

Happy Assan, coordinadora de TaNPUD, destaca que el apoyo prestado ha llegado hasta ahora a 55 familias de mujeres que consumen drogas en Dar es Salam.

«Con la ayuda logramos cubrir las necesidades tanto de alimentación como de higiene. Del mismo modo, se consigue que las mujeres puedan permanecer en sus hogares en vez de tener que salir, por ejemplo, a desempeñar el trabajo sexual. Igualmente, se las dota de la capacidad que necesitan para negociar sexo con menores riesgos. El apoyo reduce el miedo y la preocupación respecto a poder satisfacer las necesidades básicas de las familias con niños», detalla la Sra. Assan.

Muchas de las personas que consumen drogas viven con el VIH o corren un alto riesgo de contraer el virus, y su calidad de vida depende del acceso seguro al tratamiento y la atención, incluyéndose aquí los servicios relacionados con la reducción del daño. A pesar del apoyo con que cuentan en la comunidad, algunos de los servicios de los que dependen las mujeres que consumen drogas se han visto alterados.

«Se han interrumpido los servicios para la reducción del daño; hay menos. Ya no se distribuyen preservativos ni otros productos de primera necesidad; únicamente se cuenta con agujas y jeringas. Al menos SALVAGE nos está ayudando a conseguir productos sanitarios. En los hospitales no se ofrece ningún otro apoyo; únicamente están los tratamientos para el VIH», lamenta la Sra. Hassan.

La Sra. Hassan y la Sra. Kinanda coinciden en que se han enfrentado a un mayor estigma durante la pandemia. En algunos casos, la discriminación se debió a las consecuencias no intencionadas del apoyo que recibieron, ya que, por ejemplo, se les proporcionaron mascarillas faciales de un determinado color, lo que hizo que quien las llevara fuera identificado en su comunidad como persona que consume drogas. También se apunta a que el estigma y la discriminación en los hospitales fue muy elevado, lo que dificultó todavía más el acceso a los servicios. Sin embargo, la mayor complejidad viene causada por las pérdidas económicas derivadas de la pandemia.

Como bien resume la Sra. Kinanda, «si no hay clientes, no hay dinero. Económicamente, es muy duro, porque mis clientes dicen que no tienen dinero puesto que el coronavirus ha hecho mella en su trabajo. Yo continúo concienciando y educando a la comunidad y a mi propia familia. Estoy teniendo problemas de dinero, lo estoy pasando mal, ¿pero qué otra opción tengo aparte de seguir adelante?».