Michel Sidibé, director ejecutivo de ONUSIDA
Más de mil personas se infectan por el VIH en Asia diariamente. La mayoría de estas infecciones se podrían haber evitado si simplemente hubiéramos invertido en iniciativas dirigidas a las personas más expuestas y a sus parejas, un coste que en total no llegaría ni a medio dólar estadounidense por persona.
Actualmente estamos empezando a vislumbrar los primeros avances en algunas partes de la región. Sin embargo, no son suficientes para detener la trayectoria de la epidemia.
La Comisión sobre el sida en Asia ha recomendado que se redefina la epidemia en la región. Debemos transformar la respuesta al sida con el fin de que resulte efectiva para las personas, especialmente para aquellos marginados y los que no tienen voz. Esto implica proteger a los profesionales del sexo, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, los transexuales, los usuarios de drogas inyectables y las mujeres.
¿Cómo podemos conseguirlo?
1. Despenalizando los comportamientos sexuales entre adultos consensuados y el consumo de drogas.
2. Abordando la transmisión del VIH en las parejas estables.
3. Invirtiendo en programas de prevención, tratamiento, atención y apoyo relacionados con el VIH que se fundamenten en pruebas.
4. Adoptando un enfoque que combine “El sida más los Objetivos de Desarrollo del Milenio”
Despenalizar los comportamientos sexuales entre adultos consensuados y el consumo de drogas
Muchos países están modificando aquellas leyes que penalizan los comportamientos sexuales entre adultos consensuados (incluido el trabajo sexual) y el consumo de drogas, y los tribunales están ayudando a clarificar diversas leyes perjudiciales. En Indonesia, el Tribunal Supremo dictaminó que los usuarios de drogas necesitan atención, no prisiones. En Nepal, el tribunal superior ha establecido que los transexuales y los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres son iguales bajo la constitución. También en India, el Tribunal Superior de Delhi ha devuelto la dignidad a millones de personas eliminando una ley arcaica que discriminaba a los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. Nueva Zelandia, por su parte, ha legalizado el trabajo sexual y cosechado los beneficios tanto de salud como de seguridad pública. Australia ha demostrado que cumplir la ley y alcanzar los objetivos de salud pública pueden ir de la mano a la hora de hacer frente al consumo de drogas. Podemos eliminar las leyes y las políticas punitivas que bloquean las respuestas efectivas al sida.
No obstante, la transformación real se tiene que producir en los corazones y las mentes de las personas. Los tribunales y los parlamentos solo pueden crear un entorno habilitante. Son las sociedades y las comunidades quienes tienen que cambiar las normas sociales que permiten el estigma y la discriminación.
Hace poco tiempo, los empleados de un hospital de la India marcaron en la frente de una mujer que acudía a realizarse una revisión rutinaria que era seropositiva. Este tratamiento inhumano desató protestas de la comunidad local y de los defensores de los derechos humanos, que llevaron al gobierno de Gujarat a abrir una investigación. Es este tipo de movilización comunitaria el paso necesario para acabar con estos actos discriminatorios.
Abordar la transmisión del VIH en las parejas estables
Las leyes perjudiciales y la discriminación de la sociedad han tenido un gran impacto negativo en las mujeres. En Asia, muchas se han infectado porque sus maridos o sus parejas contrajeron el VIH mediante el consumo de drogas o manteniendo relaciones sexuales con otros hombres o con profesionales del sexo. En India, la monogamia es el único factor de riesgo para alrededor del 90% de las mujeres seropositivas.
En 2008, las mujeres representaban el 35% de todos los adultos que vivían con el VIH en Asia, y muchas de ellas tenían parejas estables.
Invertir en programas de prevención, tratamiento, atención y apoyo relacionados con el VIH que se fundamenten en pruebas
Se necesita ampliar los programas de prevención del VIH. Los líderes políticos deben garantizar que se amplíen los servicios del VIH existentes para llegar a los más vulnerables. Para ello, se deben crear programas de intercambio de agujas y ofrecer terapia de sustitución oral para los consumidores de drogas (países como Bangladesh, China, Malasia, India y Vietnam han logrado grandes avances en estas áreas), ampliar el acceso a los medicamentos antirretrovíricos, distribuir preservativos y ofrecer servicios voluntarios de asesoramiento y pruebas del VIH para las poblaciones más expuestas al riesgo de infección. Es verdaderamente alentador que el Fondo mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria esté recibiendo en los últimos años cada vez más solicitudes para estos programas. Sin embargo, necesitamos US$ 7.500 millones en 2010 para conseguir los objetivos nacionales, cuando en 2007 solo se dispuso del 10% de esta cifra. Por lo tanto, debemos invertir con inteligencia y equidad, especialmente ahora que nos encontramos en medio de una crisis económica.
Adoptar un enfoque que combine “El sida más los Objetivos de Desarrollo del Milenio”
Al contrario que en África, donde la epidemia del sida puede arrasar los esfuerzos de prevención, la región de Asia y el Pacífico puede combinar el desarrollo y la respuesta al sida. Reducir la pobreza y ampliar la educación y las inversiones en salud deben convertirse en los cimientos de un crecimiento económico sostenible en la región. Esto es lo que yo denomino un movimiento “Sida más ODM”.
Hace poco tiempo leí la historia de Nisha, una mujer seropositiva que vive en Nepal. Perdió a su marido en 2004, cuando aun no se podía acceder al tratamiento. Actualmente ella sigue la terapia antirretrovírica. Lleva una vida saludable, ha vuelto a trabajar y puede cuidar de sus tres hijos. Su familia ha conseguido aceptarla y sus hijos van a la escuela, donde reciben información sobre cómo protegerse del virus. Acceder al tratamiento le ha dado la oportunidad de cumplir sus sueños, un ejemplo de como la esperanza se convierte en realidad.