Reportaje
Por una mejora urgente de la integración de los servicios para salud mental y VIH
10 de octubre de 2018
10 octubre 201810 octubre 2018El Día Mundial de la Salud Mental se celebra anualmente el 10 de octubre.
El Día Mundial de la Salud Mental se celebra anualmente el 10 de octubre. Este año, ONUSIDA destaca que los gobiernos deben luchar más por la integración de los servicios para salud mental y VIH.
Las personas que viven con el VIH corren un riesgo sumamente mayor de desarrollar enfermedades de salud mental, y a menudo sufren de depresión y ansiedad a medida que se adaptan a su diagnóstico y a vivir con una enfermedad infecciosa crónica.
Aquellos que viven con problemas de salud mental a su vez corren un mayor riesgo de contraer el VIH. Los riesgos se ven agravados por las dificultades a la hora de acceder a información y conocimientos sobre el VIH, incluida la forma de prevenirlo y los factores de riesgo: el consumo de drogas inyectables, el contacto sexual con personas que se inyectan drogas, el abuso sexual, las relaciones sexuales sin protección entre hombres y el escaso uso de preservativos.
"El VIH afecta a los más vulnerables y marginados de la sociedad, que también se ven afectados desproporcionadamente por los problemas de salud mental", afirmó Michel Sidibé, Director Ejecutivo de ONUSIDA. “Con la integración de los servicios relacionados con el VIH y los de salud mental conseguiremos ofrecer a más personas la atención especializada y el apoyo vital que necesitan con urgencia”.
Actualmente, muy pocos servicios sanitarios están tratando las necesidades propias del VIH de las personas con enfermedades mentales, ni las enfermedades mentales de las personas que viven con el VIH. Esta situación debe cambiar. Estudios realizados en los cinco continentes calculan que la prevalencia del VIH entre la gente con trastornos mentales graves podría ser de entre un 1,5% en Asia hasta un 19% en África.
Las personas que viven con el VIH pueden padecer enfermedades mentales que afecten a su calidad de vida y pueden provocar que dejen de buscar atención sanitaria, seguir el tratamiento y continuar bajo cuidado. Estudios en más de 38 países muestran que el 15% de los adultos y el 25% de los adolescentes que viven con el VIH dicen sentirse deprimidos y abrumados, lo que podría ser una barrera para el cumplimiento del tratamiento antirretroviral.
Además, el tratamiento en sí puede causar una gran variedad de efectos secundarios en el sistema nervioso central, entre los que se incluyen depresión, nerviosismo, euforia, alucinaciones y psicosis. Estudios en África hallaron una prevalencia de depresión del 24% entre las personas que viven con el VIH.
Es vital identificar problemas de salud mental entre las personas que viven con el VIH; sin embargo, en muchas ocasiones no se diagnostican ni se tratan. Existen muchas razones para esto, y se necesita hablar de todas ellas. Es posible que estas personas no quieran revelar su estado psicológico a los trabajadores sanitarios por miedo al estigma y a la discriminación. También puede suceder que estos trabajadores no posean las habilidades o la formación necesarias para detectar síntomas psicológicos, o que no sean capaces de emprender las acciones necesarias para ofrecer una buena atención cuando se detectan los síntomas.
Los servicios de salud mental deberían garantizar el acceso a pruebas del VIH voluntarias y confidenciales y a servicios de asesoramiento para aquellas personas más vulnerables a padecer VIH. Los profesionales primarios de la salud deben estar entrenados para reconocer y tratar desórdenes comunes de la salud mental y de abuso de sustancias, y también para derivar a los pacientes a una atención especializada.
Los servicios de prevención, pruebas, tratamiento y atención deben cumplir las complejas necesidades médicas, psicológicas y sociales de las personas afectadas por el VIH y por problemas de salud mental. Para supervisar esto, los programas integrales serían un recurso de gran importancia. Los enfoques integrales deben abarcar varios sectores e involucrar a los servicios sociales, legales, de atención sanitaria y de educación, así como a organizaciones comunitarias.
La integración de programas de salud mental y VIH ayuda a prevenir más infecciones y a mejorar la salud y el bienestar de las personas afectadas por el VIH.