Reportaje

El banco de alimentos de Guyana para el VIH sale al rescate durante la COVID-19

04 de septiembre de 2020

Para muchas familias guyanesas, la COVID-19 ha supuesto mucho más que llevar mascarilla y respetar las restricciones de movimiento.

«El efecto disruptivo que la pandemia está teniendo sobre la actividad económica ha llevado al hecho de que, sencillamente, no haya comida suficiente», explica Michel de Groulard, director regional de ONUSIDA para Guyana y Suriname.

Afortunadamente, al menos para las personas que viven con el VIH en Guyana, no ha existido esa necesidad de tener que idear una solución improvisada que les permita tener algo que llevarse a la boca. Durante casi 14 años, la secretaría del Programa nacional para la reducción del sida ha estado invirtiendo para desarrollar un banco de alimentos específico para las personas que viven con el VIH, incluyéndose aquí todas aquellas coinfectadas con tuberculosis.

El programa empezó con el apoyo del Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (Fondo Mundial) y a día de hoy continúa recibiendo sus aportaciones. Desde el comienzo, hubo donaciones grandes y constantes por parte de la National Milling Company de Guyana. Posteriormente, a partir del año 2017, el Gobierno de Guyana y la organización benéfica Food for the Poor se convirtieron en los principales donantes. Cabe destacar que, con el paso de los años, el banco de alimentos ha ido recibiendo cada vez más aportaciones procedentes del sector privado. Solo en 2019, hubo más de veinte colaboradores corporativos.

La gente llega remitida por los equipos sanitarios que atienden a las personas que viven con el VIH. Se les garantiza el suministro de alimentos durante un periodo inicial de seis meses, tras el cual se revalúa la situación de cada persona. En ese tiempo intermedio, se cuenta con el apoyo del Ministerio de Protección Social y la agencia Recruitment and Manpower Agency. El objetivo es poder ofrecerles, asimismo, un puesto de trabajo y prestarles otro tipo de ayuda social.

Rhonda Moore trabajó como médico especialista en VIH durante seis años en tres regiones diferentes antes de asumir el mando del Programa nacional para la reducción del sida. Ella misma ha podido comprobar en primera persona cómo el hecho de estar alimentados cambia la situación para personas y familias que se encuentran al límite. Cuando la gran preocupación de las personas es saber si ese día podrán comer algo, su atención y cuidado respecto al tratamiento disminuye.

«La inseguridad alimentaria genera un círculo vicioso», apunta. «Para las personas que viven con el VIH, el llevar una dieta sana y equilibrada es tan importante para controlar la enfermedad como el tratamiento. El hecho de tener el estómago vacío un día sí y otro también afecta física y mentalmente. La adherencia en esos casos se torna un problema, y el impacto de la salud mental también mina el sistema inmunitario».

En el contexto de la COVID-19, el banco de alimentos ha hecho extensible su ayuda también a los miembros de los grupos de población clave que son seronegativos. El Programa nacional para la reducción del sida está colaborando con las organizaciones de la comunidad para frenar la propagación del virus proporcionando información sobre la COVID-19, además de sobre los servicios de prevención y pruebas del VIH.

Hasta la fecha, se han distribuido más de 2700 lotes de alimentos y productos de higiene. Para evitar que las personas tengan que desplazarse hasta el banco de alimentos, los lotes se están distribuyendo a partir de los centros de tratamiento en los diferentes distritos. Se lanzó una invitación a todas las personas diagnosticadas que no habían empezado o continuado su terapia antirretrovírica, para que se acercaran a los centros de tratamiento más próximos y recogieran allí tanto sus medicamentos para el VIH como alimentos, dos elementos básicos para sobrevivir a la COVID-19.

En el año 2019, Guyana se convirtió en el primer país del Caribe que introdujo directrices nacionales para abordar el hambre y el VIH. La estrategia respalda la labor de los proveedores de salud, los legisladores, los trabajadores sociales y otros interesados en la respuesta al VIH a la hora de preocuparse por los cuidados relativos a la nutrición y por satisfacer otras de las necesidades de las personas que viven con el VIH en situaciones diversas. En una respuesta a la epidemia a menudo dominada por la preocupación respecto al tratamiento, Guyana se ha mostrado proactiva para ocuparse del desafío de la inseguridad alimentaria al que muchas personas que viven con el VIH se enfrentan de manera habitual o, como en el caso de la COVID-19, de forma excepcional.

«El tratamiento del VIH fallará si la gente no tiene alimentos, comida saludable. El que Guyana haya sido capaz de responder de forma inmediata para plantarle cara a los desafíos de la seguridad alimentaria y, de esa forma, proteger el bienestar de las personas que viven con el VIH desde el mismísimo comienzo de la crisis humanitaria demuestra el gran valor que tiene invertir en un apoyo psicosocial que, como se observa, forma parte de nuestro programa de tratamiento habitual», destaca el Sr. De Groulard. «Hace a los países y a las comunidades más resilientes, más ágiles. Las prepara mejor para responder ante una crisis».

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