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Press Statement

Mensaje de Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA, para el Día Mundial del Sida de 2020

El Día Mundial del Sida de este año 2020 será único.

La COVID-19 está amenazando el progreso que el mundo ha logrado en materia de salud y desarrollo en los últimos 20 años, incluidos todos los pasos dados en la lucha contra el VIH.

Al igual que todas las epidemias, la enfermedad del coronavirus está haciendo aún mayores las desigualdades que ya existían.

Aumentan la desigualdad de género, la desigualdad racial, la desigualdad social y la desigualdad económica. El mundo es cada vez menos equitativo.

Estoy orgullosísima de que durante este último año los movimientos activistas del VIH se hayan movilizado para defender nuestro progreso, proteger a las personas que viven con el VIH y otros grupos vulnerables, y tratar de contrarrestar los efectos de la COVID-19.

Una vez más, los activistas del VIH y las comunidades afectadas han demostrado al mundo que son el gran pilar de la respuesta al VIH. Unos solicitando la dispensación multimensual de los tratamientos para el VIH, otros organizando el reparto a domicilio de los medicamentos, otros proporcionando ayuda económica, alimentos y vivienda a los grupos en situación de riesgo... pero todos siempre en primera línea dando lo mejor de sí. ¡Enhorabuena por ser tan grandes!

Es precisamente esa fortaleza que reflejan las comunidades, inspiradas por la responsabilidad compartida de unas hacia otras, la que ha hecho posible en gran parte nuestra victoria frente al VIH.

Hoy en día necesitamos esa fuerza más que nunca para derrotar a las dos epidemias que nos acechan, la del VIH y la de la COVID-19.

Queridos amigos, a la hora de responder a la tremenda COVID-19, el mundo no puede cometer los mismos errores que en su momento cometió al luchar contra el VIH. Por aquel entonces, millones de personas en países en vías de desarrollo murieron mientras aguardaban la llegada de algún tratamiento.

Aún hoy, más de 12 millones de personas siguen esperando su tratamiento contra el VIH y 1,7 millones se infectaron en 2019 por no tener acceso siquiera a los servicios básicos.

Precisamente por eso, ONUSIDA lleva todo este tiempo liderando la defensa de una vacuna universal contra la enfermedad del nuevo coronavirus.

Los problemas mundiales requieren una solidaridad mundial.

Puesto que las primeras candidatas a vacunas contra la COVID-19 han demostrado ser eficaces y seguras, todos albergamos la esperanza de que seguirán surgiendo más, pero tenemos ante nosotros amenazas serias que nos impiden garantizar un acceso justo e igualitario para todos. Instamos encarecidamente a los laboratorios farmacéuticos a que compartan toda su tecnología y experiencia, les pedimos que renuncien a sus derechos de propiedad intelectual, para que así se puedan producir vacunas exitosas a la escala y la velocidad necesarias para proteger a toda la población y volver a activar la economía mundial.

Nuestro objetivo para acabar con la epidemia del sida estaba lejos de conseguirse aun antes de la irrupción de la COVID-19. Hemos de anteponer las personas a todo lo demás. Solo así volveremos a avanzar en la respuesta al sida. Hemos de acabar con las injusticias sociales que multiplican el riesgo de que las personas contraigan el VIH. Y debemos pelear con uñas y dientes por el derecho a la salud. Ninguna excusa justifica que los Gobiernos no inviertan todo su potencial para hacer realidad el acceso universal a la atención sanitaria. Se han de derribar todas las barreras que impiden el acceso, entre ellas, las tasas de los usuarios que necesiten cuidados médicos.

Se han de respetar los derechos de las mujeres y las niñas y hemos de acabar con la criminalización y la marginación de los hombres gais, las personas transgénero, los trabajadores sexuales y los consumidores de drogas.

A medida que nos vamos despidiendo del año 2020, el mundo nos recuerda que nos encontramos en un punto peligroso y que los meses próximos tampoco serán fáciles.

Únicamente la solidaridad mundial y la responsabilidad compartida nos ayudarán a erradicar la COVID-19, acabar con la epidemia del sida y garantizar el derecho a la salud para todos.

Gracias.

Winnie Byanyima

Directora Ejecutiva de ONUSIDA

Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas

 

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Más información sobre el Día Mundial del Sida 2020

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Juego de preguntas y respuestas acerca del Día Mundial del Sida 2020

Feature Story

La siguiente estrategia mundial del sida: conseguir cambiar la historia

09 Julio 2020

En la apertura de una sesión de la Conferencia Internacional sobre el Sida 2020 dedicada a la próxima estrategia mundial del sida de ONUSIDA, la Directora Ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, presentó un audaz plan para volver a poner en marcha la respuesta global al VIH.

«A principios de esta semana, ya di la voz de alarma al anticipar que el mundo no logrará los objetivos mundiales fijados para el VIH de cara al año 2020. La nueva estrategia de ONUSIDA será el mapa de ruta para reactivar la respuesta mundial y poner fin a la epidemia del sida para 2030», apuntó la Sra. Byanyima. «La siguiente estrategia de ONUSIDA actuará de lleno sobre aquellas áreas que aún siguen rezagadas. Buscará combinar la prevención y los derechos humanos de los grupos de población clave, y abordará las múltiples vulnerabilidades de las chicas adolescentes y mujeres jóvenes del África subsahariana».

La sesión supuso una oportunidad para que los participantes intervinieran en un debate con ONUSIDA sobre los principios y los problemas clave que deberían sustentar la estrategia mundial para el sida de ONUSIDA.

Deborah Birx, coordinadora mundial del sida de los Estados Unidos y coordinadora de la respuesta al coronavirus de la Casa Blanca, enfatizó la imperiosa necesidad de «aunar los datos, las comunidades y los Gobiernos para abordar los problemas a los que las personas se ven obligadas a hacer frente a diario».

Todos y cada uno de los allí presentes compartieron una misma opinión respecto a la gran necesidad de una estrategia que se ocupe de las principales vulnerabilidades que ponen a las personas en riesgo. Así, dicha estrategia deberá acabar con las normas de género tradicionales dañinas, deberá permitir el acceso de las personas a los medios de vida y la educación, y tendrá que reducir la exclusión y marginalización de los grupos de población clave.

«La salud no es solo salud. Hablamos también de justicia social. No basta con proporcionar preservativos a las trabajadoras sexuales, si no abordamos los factores que las impiden usarlos», apuntó Rico Gustav, director ejecutivo de la Red mundial de personas que viven con el VIH y presidente del Comité para la estrategia del Fondo Mundial.

Con el fin de salvar las brechas, debemos aplicar las pruebas de que disponemos para diseñar programas que se adapten a las distintas epidemias y contextos. «Nosotros sí que disponemos de las herramientas para lograr el impacto que hace falta, pero necesitamos trasladarlas a nivel local. Requerimos soluciones más a medida», insistió Quarraisha Abdool Karim, del Centro para el programa de investigación sobre el sida de Sudáfrica.

Se instó a todas las comunidades a ponerse en el centro de la respuesta para liderar el cambio. Al mismo tiempo, los participantes subrayaron la necesidad de invertir en las comunidades para empoderarlas y pedir su liderazgo, para hacer a todo el mundo responsable, para ayudar a diseñar y hacer llegar respuestas al VIH, la tuberculosis y la COVID-19 centradas en las personas y en los derechos humanos, y para alcanzar a aquellos grupos de población a los que es más difícil llegar.

«Cómo vamos a poder tener el poder de la gente cuando ni tan siquiera disponemos de financiación», planteó Lucy Wanjiku, de Positive Young Women Voices de Kenia.

«Las comunidades han de estar sí o sí en el centro de la respuesta. Esto significa que tienen que recibir financiación, que han de formar parte de la toma de decisiones y que se debe contar con espacios cívicos donde todos seamos responsables», añadió Ludo Bok, gerente del grupo para la salud y el desarrollo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Todos los ponentes llamaron a reflexionar seriamente sobre lo que debía cambiar y animaron a todos a comprometerse para modificar la forma en que respondemos al VIH.  Los participantes estuvieron totalmente de acuerdo con el hecho de que es fundamental hablar de salud como un derecho básico. Para todos ellos, hemos de ver la salud como una construcción social. El tratamiento y la prevención del VIH no se pueden administrar si sigue habiendo brechas respecto al acceso al conocimiento, la educación y la atención sanitaria; la reducción del daño; la salud sexual y reproductiva; un medio de vida seguro; oportunidades económicas; protección frente a la violencia y acceso a la justicia.

«Vuelvo a tener la sensación de que necesitamos actuar con urgencia. No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar un resultado diferente», recalcó la Sra. Byanyima. «La gente ansía y espera que esta estrategia marque una nueva dirección para la respuesta mundial al sida. Esperan la acción del Programa Conjunto de las Naciones Unidas, esperan acabar con el sida en todos los países, y esperan frenar la epidemia en todas y cada una de las comunidades».

Press Release

El informe de ONUSIDA sobre la epidemia mundial de sida muestra que los objetivos de 2020 no se cumplirán debido a un éxito profundamente desigual; COVID-19 arriesga desviar los avances en VIH fuera de curso

Los objetivos no cumplidos han dado como resultado 3,5 millones más de infecciones por el VIH y 820.000 más muertes relacionadas con el sida desde 2015 en relación con lo que podría haberse logrado si el mundo estuviera en el camino planeado para alcanzar los objetivos establecidos para 2020. Además, la respuesta podría retrasarse en 10 años o más si la pandemia de COVID-19 provoca graves interrupciones en los servicios para el VIH.

GINEBRA, 6 de julio de 2020— Un nuevo informe de ONUSIDA muestra un progreso notable, pero muy desigual, especialmente en la expansión del acceso a la terapia antirretroviral. Debido a que los logros no se han compartido por igual dentro y entre los países, no se alcanzarán los objetivos globales de VIH establecidos para 2020. El informe, Aprovechando el momento, advierte que incluso los beneficios obtenidos podrían perderse y el progreso se estancaría aún más si no actuamos. Destaca cuán urgente es para los países duplicar los esfuerzos de respuesta al VIH y actuar con mayor urgencia para llegar a los millones de personas que aún quedan atrás.

“Se requiere de una acción decisiva todos los días en la próxima década, para que el mundo vuelva a su camino para poner fin a la epidemia de sida para 2030", dijo Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA. “Se han salvado millones de vidas, particularmente las vidas de mujeres en África. El progreso realizado por muchos debe ser compartido por todas las comunidades en todos los países. El estigma y la discriminación y las desigualdades generalizadas son barreras importantes para poner fin al sida. Los países necesitan orientarse por la evidencia y cumplir con sus responsabilidades con los derechos humanos.”

Catorce países han alcanzado las metas de tratamiento del VIH 90–90–90 (que 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico con respecto al VIH; que un 90% de los que conocen dicho estado tengan acceso a tratamiento; y que un 90% de las personas en tratamiento para el VIH tengan la carga viral suprimida). Entre ellos está Eswatini, que tiene una de las tasas de prevalencia de VIH más altas del mundo, con un 27% en 2019, y que, habiendo superado las metas para 2020, está en camino de alcanzar las metas 95-95-95, previstos para 2030.

Millones de vidas se han salvado y millones de nuevas infecciones por el VIH han sido prevenidas con la ampliación de la terapia antirretroviral. Sin embargo, 690.000 personas murieron de enfermedades relacionadas con el Sida el año pasado y 12,6 millones de los 38 millones de personas que viven con el VIH no tuvieron acceso al tratamiento que puede salvar sus vidas.

“No podemos descansar por nuestros éxitos, ni desanimarnos por los contratiempos. Debemos asegurarnos de que nadie se quede atrás. Debemos cerrar las brechas. Estamos apuntando a 100–100–100”, dijo Ambrose Dlamini, el Primer Ministro de Eswatini.

El mundo está muy atrasado en la prevención de nuevas infecciones por VIH. Unos 1,7 millones de personas se infectaron recientemente con el virus, más de tres veces la meta mundial. Ha habido progresos en África Oriental y Meridional, donde las nuevas infecciones por el VIH se han reducido en un 38% desde 2010. Esto está en marcado contraste con Europa Oriental y Asia Central, que ha visto un asombroso aumento del 72% en las nuevas infecciones por VIH desde 2010. Las nuevas infecciones por el VIH también han aumentado en un 22% en el Medio Oriente y África del Norte, y en un 21% en América Latina.

Aprovechando el momento muestra un progreso desigual, con demasiadas personas y poblaciones vulnerables que están quedando atrás. Alrededor del 62% de las nuevas infecciones por el VIH ocurrieron entre poblaciones clave y sus parejas sexuales, incluidos los hombres homosexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, trabajadoras sexuales, personas que se inyectan drogas y personas privadas de libertad, a pesar de que constituyen una proporción muy pequeña de la población general

El estigma y la discriminación, junto con otras desigualdades sociales y exclusión, están demostrando ser barreras significativas. Las poblaciones marginadas que temen el juicio, la violencia o el arresto luchan por acceder a servicios de salud sexual y reproductiva, especialmente aquellos relacionados con la anticoncepción y la prevención del VIH. El estigma contra las personas que viven con el VIH sigue siendo común: al menos 82 países penalizan alguna forma de transmisión, exposición o no divulgación del VIH; el trabajo sexual está criminalizado en al menos 103 países; y al menos 108 países penalizan el consumo o la posesión de drogas para uso personal.

Las mujeres y las niñas en África subsahariana continúan siendo las más afectadas y representaron el 59% de todas las nuevas infecciones por VIH en esa región en 2019, con 4.500 niñas adolescentes y mujeres jóvenes entre 15 y 24 años infectadas con VIH cada semana. Las mujeres jóvenes representaron el 24% de las nuevas infecciones por el VIH en 2019, a pesar de representar solo el 10% de la población en África subsahariana.

Sin embargo, donde los servicios de VIH se brindan de manera integral, los niveles de transmisión del VIH se reducen significativamente. En Eswatini, Lesotho y Sudáfrica, una alta cobertura de opciones de prevención combinada, que incluyen apoyo social y económico para mujeres jóvenes y altos niveles de cobertura de tratamiento y supresión viral para poblaciones previamente no alcanzadas, han reducido las brechas de desigualdad y han reducido la incidencia de nuevas infecciones por el VIH. 

La pandemia de COVID-19 ha impactado seriamente la respuesta al Sida y podría deteriorarla aún más. Una interrupción completa de seis meses en el tratamiento del VIH podría causar más de 500.000 muertes adicionales en África subsahariana durante el próximo año (2020–2021), devolviendo a la región a los niveles de mortalidad por Sida de 2008. Incluso una interrupción del 20% podría causar 110.000 muertes adicionales.

“Aquellos de nosotros que sobrevivimos al VIH y luchamos por la vida y el acceso al tratamiento y la atención no podemos permitirnos perder las ganancias que nos demandaron tanto esfuerzo para obtenerlas. En algunos países latinoamericanos estamos viendo cómo los recursos, medicamentos, personal de salud y materiales para el VIH se están trasladando a la lucha contra la COVID-19”, dijo Gracia Violeta Ross, presidenta de la Red Boliviana de Personas que viven con el VIH. “Se ignoran algunas buenas lecciones y prácticas de la respuesta al VIH, como la participación significativa y la rendición de cuentas. No permitiremos que el VIH se quede atrás".

Para combatir las epidemias convergentes de VIH y COVID-19, ONUSIDA y sus socios lideran un llamado global para una vacuna universal contra la COVID-19, que ha sido firmado por más de 150 líderes mundiales y expertos que exigen que todas las vacunas, tratamientos y pruebas sean libre de patentes, producidos en masa y distribuidos de manera justa y gratuita para todos.

ONUSIDA también insta a los países a aumentar las inversiones para ambas enfermedades. En 2019, la financiación para el VIH cayó un 7% desde 2017, a US $ 18,6 mil millones. Este revés significa que la financiación es un 30% inferior a los US $ 26,2 mil millones necesarios para responder eficazmente al VIH en 2020.

“No podemos tener países pobres al final de la fila. Las personas no deben depender del dinero en su bolsillo o del color de su piel para protegerse contra estos virus mortales", dijo la Sra. Byanyima. “No podemos tomar dinero de una enfermedad para tratar otra. La respuesta tanto para el VIH como la COVID-19 deben estar totalmente financiados para evitar la pérdida masiva de vidas".

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Hoja informativa — Últimas estadísticas sobre el estado de la epidemia de sida

Diapositivas clave sobre epidemiología

Informe (inglés)

Data book (inglés)

Press centre

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Press Release

La Directora Ejecutiva de ONUSIDA presenta el escenario del VIH y la COVID-19 en la apertura de la reunión de la Junta de Coordinación del ONUSIDA

 

GINEBRA, 24 de junio de 2020 - La 46.ª reunión de la Junta de Coordinación del ONUSIDA comenzó el pasado 23 de junio de 2020. Celebrada por primera vez de manera virtual como consecuencia de la pandemia de la COVID-19, la reunión consistirá en tres días de debates y reflexiones en torno a la respuesta al VIH, la interconexión entre las pandemias gemelas del VIH y la COVID-19, y el trabajo de la Secretaría y el Programa Conjunto.

En su discurso inicial para dar por inaugurada la reunión de la Junta de Coordinación del ONUSIDA, la Directora Ejecutiva de ONUSIDA presentó una visión general del panorama del VIH y la COVID-19 a mediados del año 2020 en todo el mundo, e insistió a la audiencia en línea en que la epidemia del VIH sigue siendo una cuestión urgente que aún está por resolver.

«Aun antes de la situación desatada por la COVID-19, estábamos lejos de conseguir nuestros objetivos para el año 2020. Ahora la crisis de la COVID-19 nos aparta todavía más del camino», advirtió la Sra. Byanyima. «Como Programa Conjunto, hemos de abordar los grandísimos desafíos que esta crisis nos presenta hoy para vencer las dos pandemias y construir sociedades más seguras, justas, igualitarias y resilientes», añadió.

La Sra. Byanyima instó a los países a tomar nota de las lecciones aprendidas con relación al acceso desigual a los servicios del VIH a lo largo de la historia, y a sacar conclusiones y ponerlas en práctica en la lucha contra la COVID-19. Llamó repetidamente la atención sobre el hecho de que millones de personas morían de enfermedades relacionadas con el sida, cuando se disponía de medicinas que podían salvarles la vida. Una y otra vez advirtió de que, si se dejaba que las empresas farmacéuticas tuvieran acceso a los medicamentos, los precios subían en exceso para los habitantes de los países en desarrollo.

En la misma línea, la Sra. Byanyima pidió trabajar por una vacuna contra la COVID-19 accesible para todo el mundo. Así, no dejó de suplicar un acuerdo internacional que fije que todas las vacunas y los tratamientos que se descubran para la COVID-19 se pongan a disposición de todos los países. «No podemos olvidar a los países en desarrollo», clamó.

La Directora Ejecutiva también dedicó un tiempo a hablar de la creciente importancia que ONUSIDA ha tenido durante la pandemia. Para ella, el Programa aportaba algo que nadie más podía aportar: su inigualable combinación de experiencia teórica y saber hacer sobre el terreno, la cual puede ayudar a garantizar que la respuesta a la COVID-19 refleje las principales lecciones aprendidas de la respuesta al VIH.

Recordó a todos los participantes en la reunión que el apoyar los tratamientos y la prevención del VIH, trabajar en la primera línea junto con las comunidades, defender los derechos humanos y la igualdad de género, y concienciar contra el estigma y la discriminación son los grandes objetivos para el mandato de ONUSIDA. Durante este mandato, ONUSIDA continuará velando por el suministro y llegando a las personas más olvidadas. Además, y tal y como afirmó la Sra. Byanyima, se pretende abolir la ley mundial con relación a las agujas y abordar las desigualdades que hacen que las personas corran más riesgos de infectarse tanto con el VIH como con la COVID-19.

Refiriéndose a la siguiente estrategia mundial de ONUSIDA, la Sra. Byanyima prometió que la nueva estrategia fundamental de ONUSIDA, diseñada para elaborar una mejor respuesta al VIH, reflejará las mayores aportaciones y el mayor compromiso posibles por parte de la Junta de Coordinación del ONUSIDA, sus electores y la comunidad mundial del sida. Propuso dar a conocer en la 47.ª reunión de la Junta de Coordinación del ONUSIDA, convocada para diciembre de 2020, un ambiciosísimo borrador de la estrategia, cuya versión final se revisaría y sería adoptada por la misma Junta en marzo del año 2021. 

La Sra. Byanyima puso al día a la Junta de Coordinación del ONUSIDA con relación a la transformación interna que había tenido lugar en ONUSIDA. Destacó cómo ella se esforzará por aportar principios de liderazgo femeninos capaces de ayudar a cambiar la cultura imperante en la organización. Anunció también de otra serie de pasos para garantizar la transformación ya iniciada, incluyéndose aquí un sistema de gestión de actuaciones revisado y una función de ética independiente.

La Sra. Byanyima concluyó su intervención recordando todo lo que se tiene constancia de que se consigue cuando se invierten fondos en ONUSIDA. Una y otra vez reiteró la importancia de financiar por completo la labor de ONUSIDA, junto con la de otras fuentes de financiación como el Fondo mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, y el Plan de emergencia del presidente de los Estados Unidos para la lucha contra el sida.

«Como la COVID-19 bien nos ha demostrado, las inversiones en los principios, los enfoques, las infraestructuras y la experiencia en lo referente al VIH van mucho más allá de la respuesta al sida», defendió.

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Feature Story

Pia Wurtzbach habla sobre cómo está contribuyendo con la respuesta a la COVID-19

27 Mayo 2020

Pia Wurtzbach, Miss Universo 2015 y Embajadora de Buena Voluntad de ONUSIDA para Asia y el Pacífico, lleva mucho tiempo defendiendo la respuesta al sida en Filipinas y el resto de la región. Sin embargo, últimamente su trabajo se ha centrado en apoyar la respuesta a la COVID-19. Para ello, ha concentrado sus esfuerzos en recaudar dinero para distribuir 25 000 mascarillas  en los hospitales de Manila, y ha apoyado las campañas realizadas en las redes sociales para evitar los contagios tanto de la COVID-19 como del VIH.

ONUSIDA ha conversado con la Srta. Wurtzbach para conocer mejor su misión en este desafiante momento.

¿De qué manera organizó la campaña para donar mascarillas a las instalaciones sanitarias de Manila?

De entrada, encargué 5000 mascarillas que pagué con mi propio dinero para tener referencias de un proveedor con garantías. Encontré uno, pedí las mascarillas y después las repartí entre cuatro hospitales. Una vez que estuve lista y que me sentí segura, empecé la campaña para recaudar fondos. Recurrí al sector privado de Filipinas y eché mano también de mi propia red de contactos. Hasta la fecha, hemos conseguido donar mascarillas a 30 hospitales de Metro Manila. Intentamos hacer llegar mascarillas a otros hospitales de fuera de la capital, pero, debido al confinamiento, aún no ha sido posible. He logrado, además, donar comidas a la unidad de cuidados intensivos de uno de los hospitales en Metro Manila. Las enfermeras y los médicos que trabajan en dicha unidad están viviendo en el hospital y no van a sus casas. Con las donaciones siento que les estoy prestando mi apoyo.

¿Cómo continúa apoyando la respuesta al VIH en su papel como Embajadora de Buena Voluntad de ONUSIDA?

A diario estoy en contacto con LoveYourself, la organización de la sociedad civil de la que soy voluntaria para Filipinas. Nos ponemos al día de lo que está pasando y supervisamos las necesidades de las personas que viven con el VIH. También aprovecho mis perfiles en las redes sociales para colgar información relacionada con la prevención del VIH y la COVID-19, y consejos para mantenerse sano. Asimismo, mantengo a mis seguidores informados de los servicios proporcionados por LoveYourself para apoyar a las personas que viven con el VIH durante esta pandemia de la COVID-19. Por ejemplo, el acercar a casa de quien lo necesite su medicación antirretroviral.

¿Qué preguntas le están planteando las personas que viven con el VIH o los grupos de población clave con respecto al VIH y la COVID-19?

Lo que más me están preguntando tiene que ver con cómo acceder a las medicinas. Muchas personas también desean saber si va a haber un suministro suficiente de la medicación.  Es fantástico que haya organizaciones como LoveYourself en Filipinas que ayuden a las personas que viven con el VIH a acceder a sus medicamentos. Estoy verdaderamente impresionada por la actitud de Vinn (Ronivin Garcia Pagtakhan), fundador de LoveYourself. Lleva todo este tiempo utilizando su propio coche para llevar las medicinas a los hogares de las personas, estén donde estén. Sin duda, es un superhéroe de la vida moderna.

¿Cómo ha mantenido su motivación para continuar adelante con el trabajo en este momento que nos ha puesto a todos a prueba?

Me siento afortunada, porque a mi alrededor en este ámbito tengo infinidad de amigos y amigas que también son enfermeros y enfermeras. Quizá sorprenda si digo que mi maquilladora es enfermera, y que muchos de los fotógrafos que me acompañan también son enfermeros. En Filipinas, hay infinidad de personal de enfermería que, por un motivo u otro, acaba dedicándose a otra cosa. Pero siguen vinculados al ámbito sanitario y conocen a mucha gente de ese sector. Y sé mucho gracias a ellos. Me han contado muchas historias, historias reales, sobre cómo están los hospitales y el ambiente que se respira en ellos.

Al escuchar todo eso, sentía la necesidad de hacer algo. Tengo suerte, yo he podido permanecer todo el tiempo a salvo en casa. Así que una y otra vez le daba vueltas a lo mismo: ¿qué puedo hacer para sentirme útil? Por eso empecé la campaña para recaudar fondos. Los sanitarios que están en primera línea me enviaron mensajes para darme las gracias e incluso me hicieron llegar un vídeo. Y cuando veo a toda esa gente que está al pie del cañón, pero que saca tiempo para darme las gracias, aún quiero ayudar más y más.

La campaña de financiación dio a mi vida una misión y un propósito. Eso es lo que le digo a la gente. Si estás en casa y tienes seguidores en Instagram, o si eres una influencer o una persona famosa, si eres alguien conocido en tu colegio, utilízalo. Haz uso de esa fama. ¡Es el momento! No podemos sentarnos y quedarnos de brazos cruzados hasta que toda esta tormenta pase. La solución ha de venir de nosotros mismos.

¿Qué echa en falta de su vida anterior a esta pandemia de la COVID-19?

Me da la sensación de que no valoraba las pequeñas cosas. Las daba por sentadas. No apreciaba el valor de los pequeños recorridos de ida y vuelta al trabajo, de los viajes, de mi ajetreada vida profesional. Antes del confinamiento recuerdo estar quemadísima por el exceso de trabajo. No tenía ni un solo día ni fin de semana libre. Trabajaba de lunes a domingo. Me había dicho a mí misma que necesitaba algo de tiempo para mí, para estar sola. Y, de repente, empezó todo esto. Estoy aprovechando para reflexionar y pensar en todo aquello que realmente es importante para mí.

Lo echo todo de menos. Extraño el salir a andar, el tráfico, el ver a gente. Estoy realmente convencida de que este confinamiento nos está brindando el tiempo que necesitamos para meditar y darle vueltas a lo que realmente es importante en nuestra vida. Pienso que, cuando acabemos la cuarentena y el aislamiento, sabremos bien a qué dar prioridad.

¿Cómo pasa el tiempo libre ahora en casa, confinada?

Bueno, pues, lo bueno de este confinamiento es que dispongo de más tiempo para mí. Todos los días subo a mi azotea a entrenar. Extiendo allí mi esterilla de yoga y dedico unas cuantas horas a practicar ejercicio y tomar algo de sol. Me fijo una rutina para cada día. Soy de la opinión de que, con una rutina, los días parecen seguir una dirección. Cuando me despierto por la mañana, miro el correo electrónico y trato de sacar algo de trabajo adelante. Por las tardes entreno. Y por las noches cocino algo, me pongo la televisión o veo Netflix. Así que divido mi día entre el trabajo, la luz del sol y «mi tiempo». Creo que he conseguido un buen equilibrio. Me siento productiva y me cuido.

¿Qué hará una vez que haya alcanzado su objetivo de donar 25 000 mascarillas?

Aún no es nada seguro, pero mi equipo y yo estamos viendo la manera de ayudar a las personas que necesitan algún tipo de apoyo económico. Queremos prestarles nuestra ayuda y donarles alimentos. Además de todo ello, me gustaría también centrarme en utilizar mis redes sociales para transmitir a la gente mensajes con relación  a la salud mental. Me encantaría ofrecer consejos para ayudar a controlar o gestionar la ansiedad.  La gente está en casa con sus teléfonos, por lo que podrían leer algo que los ayudara a gestionar su estrés.

 

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Opinion

Salud: proporcionar atención sanitaria para todos, en todos los rincones del mundo

20 Mayo 2020

Por Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA — Publicado por primera vez en Informes de perspectivas del Foro Económico Mundial (mayo de 2020)

Reconociendo la catástrofe de la salud pública

Como bien hemos visto en los países más ricos, los determinantes económicos y sociales de la enfermedad y la salud son unos fuertes indicadores de las posibilidades que tenemos de morir por la COVID-19. Quienes más riesgos corren, con diferencia, son las personas pobres que viven en países sin apenas recursos, ya que son las que más enfermedades previas arrastran. Además, cientos y cientos de estas personas están malnutridas o inmunodeprimidas. Para una cuarta parte de la población urbana mundial que vive en barrios marginales y para muchísimos refugiados y desplazados, la distancia social y el lavado constante de manos no son, en absoluto, posibles.

La mitad de las personas que habitan el globo no tiene acceso a la atención sanitaria básica ni tan siquiera en épocas normales. Mientras que en Italia hay un médico por cada 243 personas, en Zambia tan solo hay un médico para cada 10 000 personas. En Mali se cuenta con tres respiradores por cada millón de habitantes. El gasto medio en salud en los países de bajos ingresos ronda únicamente los 41 dólares por persona al año, 70 veces menos de lo que invierten los países con altos ingresos.

La pandemia ejercerá una presión ingente sobre las instalaciones sanitarias, la cual no solo afectará a las personas con COVID-19, sino que perjudicará muy negativamente a todo aquel que necesite atención médica. Sabemos de lo que hablamos. Esto ya pasó tiempo atrás. Durante la epidemia de ébola en Sierra Leona se registró un aumento de un 34 % en la mortalidad materna y un 24 % en las tasas de mortalidad fetal, debido a que cada vez menos mujeres tenían acceso al cuidado pre- y posparto.

La Organización Internacional del Trabajo prevé que desaparecerán entre 5 y 25 millones de empleos, y que se perderán entre 860 mil millones y 3,4 billones de dólares estadounidenses en ingresos laborales. El empobrecimiento masivo hará que los tratamientos sean inaccesibles aún para más gente. Hasta ahora, cada año, mil millones de personas tienen bloqueado el acceso a la atención sanitaria como consecuencia de las tasas de usuario. Esta exclusión de los cuidados básicos no perjudicará solo a las personas directamente afectadas: pondrá en peligro la vida de todos, puesto que hemos de convencernos de que un virus no se puede contener si hay personas que no pueden permitirse ni test ni tratamientos.

Los confinamientos sin ningún tipo de retribución son devastadores, pues están obligando a millones de personas a escoger entre el peligro y el hambre. Como en muchos países en desarrollo, más de tres cuartas partes de los trabajadores pertenecen al sector informal y viven con lo que ganan a diario, muchos de los que se vean obligados a quedarse en casa no tendrán nada que llevarse a la boca. Por ello, infinidad de personas ignorará las reglas del confinamiento y asumirá el riesgo de contraer la enfermedad del coronavirus.

Ya fuimos testigos de ello durante la respuesta al sida. Sabemos que los Gobiernos que luchen por contener la crisis buscarán chivos expiatorios (migrantes, minorías o personas socialmente excluidas), lo que hará aún más complicado acceder a las personas, realizarles las pruebas, tratarlas y frenar la expansión del virus. Los países donantes empezarán a dejar el dinero en sus fronteras, al sentir que no pueden permitirse el ayudar a los demás. La presencia de la COVID-19 supone una enorme amenaza para todos y en todo el mundo. Y no solo perjudicará a los países en desarrollo, sino que también exacerbará los desafíos a los que habrán de enfrentarse los países donantes.

Sin embargo, en medio del inmenso dolor que sentimos y del terror que se ha apoderado de nosotros, la crisis también nos brinda la oportunidad de forjar un fuerte, tenaz y colaborador liderazgo basado en principios, a partir del cual podamos cambiar el curso de la pandemia y de la sociedad.

Aprovechando la oportunidad de la sanidad pública

Si bien suele pensarse que, al responder a una crisis, agotamos nuestra capacidad para emprender mayores reformas sanitarias, lo cierto es que, en materia de salud, sucede todo lo contrario. Los grandes pasos en cuanto a la salud normalmente se han producido en respuesta a una crisis mayor. Pensemos, por ejemplo, en los sistemas sanitarios en Europa y Japón tras la Segunda Guerra Mundial, o en cómo el sida y la crisis económica nos acercaron a la atención sanitaria universal en Tailandia. Ahora, en medio de esta despiadada crisis, los líderes de todo el mundo tienen ante ellos la oportunidad de construir esos sistemas de salud que siempre se necesitaron y por los que ahora no se puede esperar ni un segundo más.

La atención sanitaria universal

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que, por el bien de todos, quien no se sienta bien no debería tener que recaudar dinero antes de recibir asistencia. Mientras la lucha por controlar al agresivo coronavirus continúa sin descanso, hay una necesidad imperiosa de acabar de inmediato con las tasas de usuario.

La atención sanitaria gratuita no solo se antoja esencial para plantarle cara a la pandemia: cuando la República Democrática del Congo en 2018 instauró la atención sanitaria gratuita para derrotar al ébola, el uso de la atención sanitaria mejoró en general, al duplicarse las consultas por neumonía y diarrea, y observarse un aumento de entre un 20-50 % de mujeres que dan a luz en una clínica. Dichas ganancias volvieron a perderse tan pronto como se retiró la asistencia gratuita. Con la atención sanitaria gratuita lograremos también evitar la tragedia de ver cómo 100 millones de personas son obligadas a caer en la pobreza extrema por tener que costearse ellas mismas y año tras año su atención sanitaria.

Ya que aún no hay vacuna contra la COVID-19, los países deberán ser capaces de limitarla y contenerla. El carácter inevitable de futuras pandemias torna permanente la necesidad de contar con fuertes sistemas de salud universal en todos y cada uno de los países del mundo.

Financiadas con fondos públicos, las medicinas y la atención sanitaria más puntera han de llegar a todas las personas con independencia de dónde vivan. Para permitir el acceso universal, los Gobiernos han de integrar los servicios liderados por la comunidad en los sistemas públicos. Esta crisis ha puesto también de manifiesto cómo nuestra salud precisa que los sanitarios que nos protegen y cuidan deben protegerse también a sí mismos y recibir cuidados.

Dada la interconectividad existente entre la salud y los medios de vida, todos los países tendrán también que fortalecer sus redes de seguridad social para fomentar la resiliencia. La COVID-19 no se ha cansado de demostrarnos que necesitamos Gobiernos activos, responsables y comprometidos que regulen los mercados, reduzcan las desigualdades y nos proporcionen los servicios públicos esenciales. El Gobierno debe estar ahí, al pie del cañón.

Financiando nuestra salud

Muchos países en desarrollo se estaban ya enfrentando a una deuda que los llevó a recortes en la atención sanitaria pública. Reconociendo que la atención sanitaria universal en todo el mundo es un bien público global, los Gobiernos prestamistas, las instituciones financieras internacionales y los actores financieros privados deben seguir prolongando y ampliando las suspensiones temporales de la deuda que han anunciado recientemente. La propuesta realizada por Jubilee Debt Campaign y cientos de otras organizaciones de la sociedad civil establece el tipo de ambición que se expone.

Los donantes bilaterales y las instituciones financieras internacionales, incluido el Banco Mundial, deberían asimismo otorgar subsidios, no préstamos, para abordar el impacto social y económico de la pandemia sobre los grupos de población pobres y más vulnerables, entre ellos los trabajadores del sector informal y las poblaciones marginadas. Se ha de incrementar el apoyo a los costes de los sistemas sanitarios existentes en los países en desarrollo. Costaría aproximadamente 159 mil millones de dólares estadounidenses doblar el gasto en salud pública de los 85 países más pobres del mundo, donde viven 3,7 mil millones de personas. Eso es menos del 8 % del último estímulo fiscal concedido por los Estados Unidos. Es fantástico ver a los países donantes conversar e intercambiar palabras muy inspiradoras con relación a un nuevo Plan Marshall. Sin embargo, en la actualidad, las contribuciones prometidas son totalmente insuficientes.

Liderazgo empresarial

Del mismo modo, hace falta un nuevo tipo de liderazgo por parte del mundo empresarial. Es preciso uno que reconozca cuánto depende de sociedades sanas, y que logre el equilibrio necesario entre el mercado y el Estado. Tal y como ha señalado el presidente Macron, esta pandemia «revela que algunos productos y servicios han de situarse fuera de las reglas de mercado establecidas». La década pasada vio un rápido aumento en la comercialización y financiación de los sistemas sanitarios en todo el globo. Eso ha de terminar.

De acuerdo con lo que un grupo de 175 multimillonarios hicieron constar en una carta pública firmada en la Reunión anual del Foro Económico Mundial de 2020 celebrada en Davos, ha llegado el momento de que «los miembros de la clase más privilegiada de seres humanos que nunca antes había caminado sobre la faz de la Tierra» apoyen «impuestos más elevados y más justos a los millonarios y multimillonarios, y luchen por evitar el fraude y la evasión fiscales». Los líderes empresariales responsables deberían apoyar una reforma impositiva de las empresas, nacionales e internacionales, que incluya tasas más elevadas, elimine las exenciones, cierre los paraísos fiscales y resuelva todas las lagunas fiscales.

A pesar de las innumerables lecciones aprendidas con el sida, la monetización de la propiedad intelectual ha traído consigo un sistema de enormes monopolios privados, investigación insuficiente en enfermedades clave y precios que la mayoría de las personas no pueden permitirse. Los países necesitan contar con la mayor de las flexibilidades para garantizar la disponibilidad de tratamientos médicos básicos para todas las personas, y, al tiempo, garantizar las nuevas reglas que priorizan la salud colectiva por encima de los beneficios privados. Es vital alcanzar un acuerdo internacional que fije que todas las vacunas y los tratamientos que se descubran para la COVID-19 se pongan a disposición de todos los países. La propuesta de Costa Rica de «una patente internacional mancomunada» permitiría que todas las tecnologías diseñadas para la detección, la prevención, el control y el tratamiento de la COVID-19 estés disponibles para todo el mundo. De esta forma, se evitaría que ninguna empresa o país se hiciera con el monopolio. Los países en desarrollo no deben ser dejados fuera ni atrás en la cola a la espera de tratamientos.

Se necesita un liderazgo que vuelva a dar forma a la cooperación global: la crisis de la COVID-19 ha demostrado que nuestro sistema multilateral es desigual, que está anticuado y que es incapaz de responder a los desafíos a los que hoy nos enfrentamos. Sin duda, haremos frente a amenazas aún mayores que esta pandemia, que solo podremos superar con un multilateralismo justo e inclusivo.

Todos nos necesitamos

La pandemia de COVID-19 es, al mismo tiempo, una crisis que está agudizando las desigualdades existentes y una oportunidad para dar visibilidad a dichas desigualdades.

La respuesta al sida demuestra que solo con un enfoque basado en los derechos humanos y centrado en valorar a cada persona individualmente, las sociedades podrán vencer la amenaza existencial que suponen las pandemias. La atención sanitaria universal no es un regalo de quienes tienen medios a quienes no los tienen, es una derecho que todos tenemos y una inversión compartida en nuestra seguridad y bienestar.

Press Statement

ONUSIDA insta a aumentar el gasto en salud y protección social como parte esencial de la respuesta económica a la crisis de la COVID-19

Discurso de Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA, con relación a la respuesta económica a la COVID-19, pronunciado durante un evento online celebrado el 16 de abril de 2020 y copatrocinado por el Global Development Policy Center y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.

La COVID-19 está matando a personas. Sin embargo, la magnitud y las consecuencias de la pandemia son las creadas por el hombre.

No era inevitable el que con la enfermedad se hayan perdido miles de vidas y echado a perder millones de medios de subsistencia. Todas estas pérdidas a las que nos seguimos enfrentando son el resultado de la enorme desigualdad para la que hemos programado nuestra economía mundial.

La pronunciada pendiente de las curvas de mortalidad, la profundidad de las pérdidas económicas y las revueltas sociales que se han visto en distintos países no son sino las consecuencias de nuestras elecciones políticas, una función del modelo económico que nosotros mismos hemos creado.

La COVID-19 ha empujado al mundo a la recesión. El Fondo Monetario Internacional ya nos está advirtiendo de que este gran confinamiento será peor que la crisis financiera que todo el mundo atravesó en el año 2008. Según las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo, la enfermedad del coronavirus acabará con el equivalente a 195 millones de puestos de trabajo a jornada completa.

Como bien aprendimos de la epidemia del VIH, las epidemias causan estragos en un mundo desigual. Alimentan las desigualdades ya existentes y golpean con fiereza a los más vulnerables y marginados, a todos aquellos que no tienen acceso a la atención sanitaria, que no disponen de ninguna red que les aporte seguridad, a quienes no se les reconoce el derecho a tener una baja por enfermedad y a las personas que carecen de agua con la que limpiarse las manos. Precisamente las epidemias abaten antes, y con más crueldad, a aquellos a los que se les niega el derecho a la salud.

Cuando los Gobiernos dan prioridad a los sistemas de atención sanitaria privados frente a la atención sanitaria universal financiada con fondos públicos, están eligiendo. Están diciendo que el derecho a la salud se convierte en un privilegio para los pocos que pueden permitírselo. Y entonces, cuando la epidemia azota, esa elección se convierte en una decisión sobre a quién hay que permitir vivir y a quién se debe dejar morir. En ese momento quienes disfrutan del privilegio de acceder a la atención sanitaria consiguen vivir, mientras que a los demás no les queda más que morir.

Los Gobiernos han de invertir en la protección social universal. En las comunidades pobres presentes en todo el mundo, a menudo escuchamos: «Si no podemos trabajar, moriremos de hambre antes de contraer la enfermedad del coronavirus». Se trata de una elección que nadie tendría que hacer. Esta crisis sanitaria se está convirtiendo a pasos agigantados en una crisis también alimentaria.

En toda nuestra economía, observamos modelos empresariales que confían en mano de obra a la que no se protege. Modelos que explotan a los trabajadores y a los proveedores, que ni los apoyan ni los protegen.

La crisis climática es otra consecuencia de este amañado modelo económico que explota los ecosistemas de los que dependemos. Y de nuevo son los más pobres, los menos responsables de los abusos, quienes mayor varapalo reciben. Ahora mismo en el Pacífico, las personas no están solo luchando contra la COVID-19, sino que siguen recuperándose de las secuelas del ciclón Harold.

Nada de todo esto es accidental. Cada pequeño aspecto responde a un diseño, obedece a una intencionalidad. Al comienzo de mi discurso ya les adelanté que nuestra vida viene regida por decisiones tomadas por el hombre; no obstante, en muchos casos, estamos ante decisiones adoptadas por el sexo masculino. Me refiero a hombres que todavía dominan las salas de juntas y los pasillos del poder político, mientras son las mujeres quienes siguen asumiendo la gran responsabilidad de cuidar a otros. Mujeres que han de atender a familiares enfermos durante la pandemia o que deben andar kilómetros y kilómetros para conseguir agua potable.

Sin embargo, en esta historia no todo son sombras. Empezamos a atisbar pequeños resquicios de esperanza, vamos aprendiendo algunas lecciones. Somos cada vez más conscientes de la importancia de la salud y la protección social. Ello supone que, si queremos recuperarnos, debemos resetearnos. No podemos regresar al punto en que estábamos.

Estamos siendo testigos de cómo algunos países imponen lo que están llamando impuestos de solidaridad a las grandes empresas y a las personas con más recursos. Estamos oyendo hablar sobre la cancelación de la deuda estudiantil; la exención de tasas sanitarias, incluyéndose aquí las cuotas de usuarios, y el mayor apoyo a los cuidadores. Nos encontramos ante una nueva agenda.

Mas a nuestro alrededor otros países avanzan en dirección contraria: rebajas de impuestos para los más adinerados, paquetes de rescate para las grandes empresas sin garantía de que esos fondos se vayan a traducir en un apoyo para los trabajadores y los proveedores que trabajan sobre el terreno. Vamos viendo, por tanto, distintas señales.

Se ha de incrementar el gasto en salud y protección social. Esta pandemia debería ser el punto de partida de nuestra reconstrucción, de ahí que no debamos solo remendar con rescates.

Hemos de salir de esta crisis diferentes, reforzados, convencidos de que es imprescindible cambiar el modelo económico. Necesitamos un nuevo pacto verde mundial en el que el estímulo esté en invertir en las personas y en el planeta.

Un nuevo modelo económico que expanda la cobertura sanitaria universal y la protección social universal para todos, que impulse el trabajo digno y el cobro de sueldos dignos, y en el que las recompensas se distribuyan por toda la cadena de suministros y todas las partes interesadas se beneficien por igual. Un modelo en sintonía con el Acuerdo de París en materia de cambio climático.

Ahora tenemos la oportunidad de tomar decisiones distintas. Rezo para que todos los líderes mundiales así lo hagan.

Contacto

UNAIDS Geneva
Sophie Barton-Knott
tel. +41 79 514 6896
bartonknotts@unaids.org

Recursos

Feature Story

Las organizaciones comunitarias en Noruega aseguran la salud, la dignidad y los derechos

17 Marzo 2020

Para la directora ejecutiva de ONUSIDA Winnie Byanyima, el trayecto en autobús de esta mañana fue muy diferente, ya que se montó en el autobús de la hepatitis en Oslo, Noruega, para saber más acerca de ProLAR, una organización que ayuda a las personas que consumen drogas. ProLAR ofrece varios servicios, entre los que se encuentran terapias de sustitución de opiáceos y pruebas del VIH y de la hepatitis C. Además, reclama activamente cambios en la política, en materia de drogas, y promueve políticas fundadas en hechos que involucren a las comunidades afectadas.

«Damos la bienvenida a las personas que consumen drogas a este espacio seguro y acogedor en el que podemos hablar , conocernos los unos a los otros y realizar las pruebas que sean necesarias», explica Ronny Bjørnestad, director ejecutivo de ProLAR.

De acuerdo con el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, aproximadamente 9000 personas que se inyectan drogas vivían en Noruega en 2019, muchos en Oslo y en Bergen, las dos ciudades más pobladas. Por ello, el Gobierno noruego presentó en 2015 un nuevo plan de acción que abordaba el consumo de sustancias y las adicciones, y que priorizaba la prevención, la intervención precoz, el tratamiento y el cuidado posterior para las personas que consumen drogas. El Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades informó de que en 2018 solo hubo seis nuevos diagnósticos entre los usuarios de drogas inyectables en Noruega.

Byanyima también visitó Sjekkpunkt, un servicio anónimo y gratuito en Oslo, dirigido a hombres homosexuales y a hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres, en el que se pueden realizar pruebas para el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Rolf Martin Angeltvedt, director de Helseutvalget, afirmó que «El puesto de control nunca negará la entrada a alguien que quiera hablar y realizarse la prueba , que es gratuita, anónima y rápida».

En los últimos años, en Noruega han disminuido a ritmo constante las nuevas infecciones por el VIH entre hombres homosexuales y entre los hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres. De hecho, en 2018 el método más frecuente de transmisión del VIH en Noruega fue la transmisión heterosexual.

Tras la visita a Sjekkpunkt, Byanyima se reunió con representantes de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en Noruega para ayudar a las personas afectadas por el VIH y que viven con él. Trataron temas como el trabajo sexual, el chemsex, la tercera edad, la juventud, las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intergénero, y la migración. En Noruega, las organizaciones de la sociedad civil desempeñan un papel fundamental a la hora de abordar la epidemia de sida, ya que apoyan la prevención, el tratamiento y la atención.

«Es clave el liderazgo en redes y organizaciones dirigidas por compañeros que trabajan para ayudar a las personas afectadas por el VIH y que viven con él. Ahora más que nunca el papel de la sociedad civil es esencial para romper las barreras en la salud, la dignidad y el disfrute de los derechos humanos. Les animo a que construyan puentes con organizaciones de sociedades civiles de otras regiones del mundo, porque  debemos trabajar juntos para invertir la alarmante tendencia de reducción del espacio y de falta de financiación para la sociedad civil. De otra manera, no conseguiremos alcanzar el objetivo de poner fin a la epidemia del sida en 2030», afirmó Winnie Byanyima.

Region/country

Opinion

Las respuestas exitosas a la epidemia mundial sitúan a las personas en el centro

12 Marzo 2020

El brote de COVID-19 está arrojando luz sobre la capacidad de respuesta nacional e internacional a las emergencias sanitarias. La situación actual está dejando al descubierto las brechas que existen en nuestros sistemas, nos está haciendo mostrar nuestros puntos fuertes y está aprovechando la valiosa experiencia con que ya contamos a la hora de responder a otras amenazas sanitarias como el VIH. En ONUSIDA sabemos que las personas que viven con el VIH están muy preocupadas y tienen distintas preguntas relacionadas con la aparición del virus que causa el COVID-19. Una de las lecciones más importantes que hemos de sacar de la respuesta a la epidemia del VIH es escuchar a las personas más afectadas y aprender de ellas. ONUSIDA continúa trabajando en esa línea.

Es importantísimo subrayar que actualmente no hay ninguna prueba científica de que las personas que viven con el VIH corran más riesgo de contraer el COVID-19 ni de que, en caso de contraerlo, este los afecte de peor manera. Al igual que en el resto de la población, las personas mayores que viven con el VIH o las personas que viven con el VIH y tienen problemas cardíacos o pulmonares corren más riesgo de contraer el virus y presentar peores síntomas. Como la población general, las personas que viven con el VIH deberían adoptar todas las medidas preventivas recomendadas para minimizar la exposición y prevenir la infección. Mientras el COVID-19 continúa expandiéndose por todo el mundo, será fundamental para las investigaciones que se están llevando a cabo en zonas de alta prevalencia del VIH en la población general proporcionar más datos sobre las interacciones biológicas e inmunológicas entre el VIH y el nuevo coronavirus.

Sin embargo, las medidas adoptadas para frenar el virus podrían tener efectos adversos inintencionados en las personas que viven con el VIH. Cuando el brote de COVID-19 comenzó en China, ONUSIDA realizó una encuesta entre las personas que viven con el VIH para conocer sus necesidades. El estudio de seguimiento que venimos llevando a cabo nos dice que las personas que viven con el VIH están empezando a experimentar problemas con la reposición de sus medicinas. Está situación está inevitablemente desatando una gran ansiedad. Como respuesta a ello, ONUSIDA ha estado trabajando con las redes de personas que viven con el VIH y los responsables del Gobierno para apoyar la distribución segura de medicinas a puntos de recogida. En China se ha establecido incluso un número de asistencia telefónica para que las personas que viven con el VIH puedan continuar expresando sus preocupaciones mientras el brote continúa. Junto a nuestros socios, seguiremos muy de cerca supervisando los desarrollos en las cadenas de suministros mundiales para garantizar que los suministros médicos esenciales continúen llegando a las personas que los necesitan y que la producción de ingredientes farmacéuticos activos se mantengan a un mínimo.         

ONUSIDA insta a todos los países a preparar sus respuestas al COVID-19 teniendo muy presente que las personas que viven con el VIH puedan tener un acceso seguro a sus tratamientos. Urge que los países implementen escrupulosamente las actuales pautas de tratamiento para el VIH proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud con relación a la dispensación de medicamentos para varios meses, con el objeto de garantizar que la mayoría de las personas que viven con el VIH dispongan de medicamentos para tres o más meses. Ello ayudará a aliviar la carga de los centros sanitarios para cuando llegue el COVID-19 y permitirá a las personas mantener sus pautas de tratamiento ininterrumpidas y no arriesgarse a una mayor exposición al COVID-19 al ir a recoger sus medicinas.

Una lección básica que hemos de grabarnos a fuego y que aprendimos con la respuesta al sida es que el estigma y la discriminación no solo son negativos, sino también contraproducentes, tanto para la salud de cada persona a nivel individual como para la salud pública en su conjunto. Por eso es por lo que ONUSIDA ha apoyado y sigue apoyando todas las campañas para reducir el estigma y la discriminación a los que se enfrentan las personas afectadas por el VIH. Nunca hemos vencido ninguna amenaza sanitaria desde el estigma y la discriminación, y nuestra respuesta al COVID-19 ahora ha de guiarse por las lecciones aprendidas con la respuesta al sida. Esto incluye escuchar a las personas afectadas por el brote y establecer una confianza y comunicación entre las personas afectadas y las autoridades sanitarias, incluso antes de que aumenten las cargas de la enfermedad.

Nuestros mayores logros en la lucha contra el VIH los hemos alcanzado en países que han reducido el estigma y la discriminación, donde se ha animado a las personas a realizarse la prueba y a buscar tratamiento en caso necesario. Al escuchar los canales de comunicación recomendados por las autoridades de salud pública, prestemos atención a las personas afectadas por el COVID-19 y recurramos a su experiencia vital para fortalecer nuestra respuesta al coronavirus.  

Las muertes causadas por el COVID-19 nos entristecen a todos, y hoy quiero trasladar todo mi apoyo a las familias y los seres queridos de las personas fallecidas. Mas si somos inteligentes, la comunidad internacional y cada uno de los países individualmente utilizarán sus experiencias para reforzar aún más los sistemas de supervisión y hacer las inversiones precisas en infraestructuras sanitarias, tanto mundial como nacionalmente. ONUSIDA insta a los Gobiernos y a las autoridades sanitarias de todo el mundo a que no se retrasen a la hora de poner en marcha programas de educación pública para todos los ciudadanos con relación a las medidas prácticas que deberían tomarse para reducir la transmisión y la expansión del virus a nivel local.

Es fundamental lanzar un enfoque centrado en las personas. Todo el mundo ha de tener derecho a la salud. Es nuestra mejor defensa contra la epidemia mundial.

Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA

Más información

Feature Story

La prestación de servicios para el VIH dirigidos a grupos marginados en Papua Nueva Guinea

11 Marzo 2020

Papua Nueva Guinea cuenta con aproximadamente 45 000 personas que viven con el VIH. Los grupos marginados son los más afectados; entre ellos se encuentran las trabajadoras sexuales y otras mujeres que intercambian sexo por dinero, bienes y protección, mujeres transgénero, hombres homosexuales y otros hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres. Sin embargo, solo se ha comprobado el estado serológico de menos de la mitad de las personas que pertenecen a estos grupos vulnerables.

En noviembre de 2018, ONUSIDA, el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria y otros asociados adoptaron un programa de divulgación en la capital del país, Puerto Moresby, para intentar reducir el impacto del VIH entre esos grupos de población. El programa consistía en el mapeo de la epidemia de VIH y en la extensión de su tratamiento y de los servicios de prevención. Bajo el proyecto, se crearon numerosos equipos de divulgación con el fin de fomentar y aumentar la aceptación de los servicios de pruebas y prevención, además de, si fuera necesario, acercar a la gente la prevención del VIH y los servicios de atención.

En abril de 2019, los equipos de divulgación habían contactado con 5000 personas y habían realizado las pruebas del VIH a 3000 de ellas, a las que ofrecían información y apoyo para que entendieran los resultados.

«Me gustaría que fuéramos a sitios nuevos en los que nunca se hayan ofrecido pruebas del VIH», afirma uno de los miembros de los equipos. «Mi motivación es conocer a las chicas jóvenes y cuidarlas asegurándome de que toman su medicación».

A veces los agentes de divulgación sufren acoso mientras llevan a cabo su trabajo, por lo que se cambian los uniformes y visten ropa de calle, para que la gente se sienta cómoda hablando con ellos.  Pese a esto, encuentran su trabajo sumamente gratificante.

«He perdido amigos por el VIH, lo que me motiva a seguir con mi trabajo», afirma otro de los agentes. «No querer perder a nadie más por esta enfermedad me hace trabajar más duro».

Al frente de los equipos de divulgación están miembros de grupos marginados, una parte esencial para establecer la confianza de la comunidad y el compromiso. Asimismo, estos responsables ofrecen formación, apoyo y consejo a los trabajadores en el día a día, con el objetivo de asegurarse de que las actividades que desempeñan son lo más eficaces posible.

De esta manera, el proyecto de divulgación está salvando vidas. Otro agente recuerda su trabajo con una persona transgénero, a la que convenció de que empezara el tratamiento tras dar positivo en las pruebas del VIH. 

«Me dijo que como era transgénero, solo hablaría con un amigo y que, cuando me vio, supo que era su amigo». Más tarde, trajo a su pareja para que se realizara las pruebas».

«Esto es un ejemplo de lo que se puede conseguir cuando confiamos en los servicios y en los programas para el VIH dirigidos por la comunidad», declaró Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, en una conversación con los agentes de divulgación durante su visita a Papua Nueva Guinea con la vicesecretaria general de ONUSIDA, Amina Mohammed. «Estos agentes son héroes y heroínas que salvan vidas».

Además, el proyecto de divulgación es rentable económicamente y se prevé que ahorrará cientos de miles de dólares en los próximos dos años.

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