Anastasiia Yeva Domani es la directora de Cohort, experta en el Grupo de Trabajo de Personas Trans sobre el VIH y la Salud en Europa oriental y Asia central, y representante de la comunidad transgénero del Consejo Nacional Ucraniano sobre el VIH/sida y la Tuberculosis.
ONUSIDA se comunicó con ella para ver cómo la comunidad transgénero y ella están afrontando el ataque ruso a Ucrania.
Háblenos sobre usted y sobre la comunidad transgénero en Ucrania
Soy la directora de Cohort, una organización para las personas transgénero. Cohort se creó hace dos años, aunque soy activista desde hace más de seis. Según el Centro de Salud Pública del Ministerio de Salud de Ucrania, antes de la guerra había unas 10 000 personas trans en el país, aunque probablemente sea un número mayor, pues muchas personas transgénero deciden no comunicar su identidad de género. Muchos solo buscan ayuda en tiempos de crisis—esto es lo que ocurrió durante la pandemia de COVID-19 y es lo que está pasando ahora, durante la guerra. Hoy en día, recibimos peticiones de ayuda de personas que desconocíamos, personas que necesitan urgentemente ayuda humanitaria, financiera o médica.
Ucrania creó el entorno más favorable para las personas transgénero de los países de la antigua Unión Soviética con respecto al cambio de documentación y los aspectos legales y médicos de la transición de género. Aunque no es perfecto, nosotros y otras organizaciones hemos hecho todo lo que hemos podido por mejorarlo. Desde 2019, las personas trans han tenido representación en el Consejo Nacional Ucraniano sobre VIH/sida y Tuberculosis.
¿Cómo era la situación de las personas transgénero al comienzo de la guerra?
En 2016, se adoptó un nuevo protocolo clínico para la disforia de género en Ucrania, que facilitó en gran medida la parte médica de la transición de género. Gracias a este protocolo, al año siguiente, las personas afectadas recibieron certificados de cambio de género.
Sin embargo, muchas personas trans todavía tienen que modificar toda su documentación. Algunas no cambiaron nada, otras solo algunos documentos y muy pocas los modificaron todos, incluidos el carné de conducir, los documentos relativos a la educación y los propios de registro y reclutamiento militar. Les advertimos sobre esto y ahora hay una guerra. Muchas personas transgénero no se habían dado cuenta de que tenían que darse de baja en la oficina de registro y reclutamiento militar.
Por la ley marcial, los hombres de 18 a 60 años no pueden salir del territorio de Ucrania si no cuentan con el permiso de la oficina de registro y reclutamiento militar. Tenemos a muchas personas no binarias en cuya documentación aparece que son hombres y no pueden salir.
Con el estallido de la guerra, muchas personas transgénero se trasladaron al oeste de Ucrania. Pero si su documentación establece que es un hombre, no puede salir de Ucrania.
¿En qué situación están ahora y en qué se centra su trabajo?
Debido a la guerra, algunas ciudades están completamente vacías. Kharkiv contaba con el mayor número de activistas transgénero después de Kiev, incluidos muchos que trasladaron allí desde las regiones ocupadas de Lugansk y Donetsk en 2014. Y ahora tienen que volver a desplazarse. No nos ha llegado información sobre la muerte de ninguna persona transgénero, pero creo que se debe a que no hay conexión con algunas ciudades, como Mauripol. Muchos ni siquiera tuvieron tiempo de salir de la ciudad, y luego resultó imposible. Me temo que las estadísticas serán terribles, tardaremos un tiempo en entender qué ha ocurrido allí.
Ahora se está trabajando mucho en Odessa—tenemos allí a dos Yulias, mujeres transgénero que apoyan fuertemente a la comunidad. Se encargan de muchos temas de apoyo y financiación. En Odessa, la situación es mejor con hormonas, con medicinas. También tenemos todavía una coordinadora en Dnipro, que también es de gran ayuda.
Ahora nuestro trabajo se centra en la asistencia financiera, médica y legal para las personas trans que están en Ucrania, sin importar dónde, en el oeste del país en refugios o apartamentos, o en las ciudades que están siendo bombardeadas. Todo el mundo tiene miedo, pero hay que ser fuerte por dentro e intentar vencerlo. No creo que deba marcharse todo el mundo. Entiendo que muchas personas se sienten resentidos frente a la sociedad, frente al estado. Durante muchos años, décadas incluso, han sido víctimas. No hay nada que les ate aquí—no hay trabajo ni acceso a una vivienda.
¿Quién les aporta apoyo financiero?
Teníamos proyectos planeados para 2022, y justo el primer o el segundo día de guerra los representantes de nuestros donantes nos dijeron que podíamos utilizar el dinero no solo para los proyectos planeados, sino también para ayuda humanitaria. Esto incluía a la RFSL, la Federación Sueca para los Derechos LGBTQI+, que trató este tema de la manera más flexible posible y nos permitió no solo utilizar el dinero del proyecto sino también enviar dinero directamente a nuestros coordinadores, para que pudieran pagar las viviendas, viajes, etc. de las personas.
Inmediatamente después, GATE (Acción Global por la Igualdad Trans) nos comunicó que su financiación también podía utilizarse para ayuda humanitaria, y prometió aumentarla. La Alianza Europea de Salud Pública, a través del Fondo mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, permitió los cambios en el presupuesto y en la naturaleza de las actividades planificadas.
Ahora haremos lo que podamos en el contexto de la guerra, y la movilización de la comunidad continuará en Dnipro, Odessa, Lviv y Chernivtsi. Aparecieron nuevos socios que respondieron inmediatamente a nuestras necesidades.
Utilizo a diario la financiación de OutRight Action para las necesidades humanitarias de las personas transgénero, y también la financiación de LGBT Europe. Asimismo hay donaciones privadas, no muy cuantiosas, por supuesto, pero las hay.
¿Cómo es un día normal de su vida?
Mi día a día está repleto de comunicaciones con periodistas de medios importantes. También voy al supermercado a comprar alimentos y los distribuyo entre quienes los necesitan—tengo un formulario de Google en el que veo las peticiones de ayuda.
Administro las consultas con un psicólogo y un endocrino, que siguen trabajando en Ucrania. Recibo muchas preguntas sobre el cruce de la frontera y proporciono información sobre cómo comunicarse con la oficina de registro y reclutamiento militar y sobre qué documentos necesitan para darse de baja.
Hacemos tantas llamadas que tengo que cargar el móvil cinco veces al día. Tengo dos cuentas de Instagram, dos de Facebook, tres direcciones de correo, Signal, WhatsApp, etc. Hemos de estar en contacto constantemente. También necesito tiempo para hacer colas de dos horas en la oficina de correos—se pierde mucho tiempo, pero las personas necesitan los medicamentos que les envío. Además, tengo que dejar un hueco para estar al tanto de las noticias: necesito saber lo que ocurre en el frente, en las ciudades.
¿Qué le da fuerzas?
Hasta que mi familia y mi hijo salieron de la ciudad, no pude trabajar en paz.
Ahora estoy en Kiev. Los primeros 10 días de guerra sentí conmoción y miedo—vivíamos hora a hora. Ahora nos hemos acostumbrado al peligro y ya no tengo miedo. Decidí dejarlo en manos del destino: si tenía que ser, sería. Ya no voy al refugio: hay demasiado trabajo, demasiadas peticiones de ayuda, llamadas, consultas cada minuto.
Nací aquí, en Kiev; es mi ciudad natal. Me di cuenta de que cuando tu país va mal, tienes que quedarte. No puedo huir, mi consciencia no me lo permitiría. No puedo porque sé que mi ciudad necesita protección. No se necesita estar en el ejército para ayudar—hay defensa militar, pero también trabajo voluntario, la ayuda humanitaria da mucho trabajo.
¿Qué me mantiene con fuerza? Como este es mi país, entiendo que todo el que puede hacer algo, desde cualquier frente, está aquí. Podemos hacerlo en cualquier sitio, todo el mundo puede contribuir, hacer algo útil, y eso hace que sienta que me necesitan, un sentimiento de que todos conseguimos más si permanecemos juntos.