En el año 2016, mediante la Declaración política de la Asamblea General de las Naciones Unidas para poner fin al sida, los países se comprometieron a alcanzar los objetivos 90-90-90. Su propósito era, para finales de 2020, haber acercado las pruebas del VIH y el tratamiento a la gran mayoría de personas que viven con el virus y, además, reducir la cantidad de VIH presente en sus cuerpos hasta niveles indetectables, de manera que las personas pudieran estar sanas y se pudiera evitar la propagación del virus.
En todo el mundo, se han alcanzado éxitos destacables con relación a las pruebas y la cascada de tratamiento del VIH. A finales de 2019, el 81 % de las personas que vivían con el VIH conocía su estado serológico, y más de dos tercios (67 %) estaba siguiendo una terapia antirretrovírica, lo que equivalía a, aproximadamente, 25,4 millones de los 38 millones de personas que vivían con el VIH, una cifra que se ha más que triplicado desde 2010.
Los logros referentes a la efectividad del tratamiento, así como los incrementos en el número de personas que conocen su estado serológico y la cantidad de ellas en tratamiento, quedan reflejados en el hecho de que los niveles de supresión de la carga vírica entre las personas que viven con el VIH subieron un 18 % entre 2015 y 2019. Casi un 59 % de las personas que vivían con el VIH en todo el mundo logró suprimir su carga vírica en 2019. Sin embargo, para conseguir los objetivos 90-90-90, es necesario que un mínimo de un 73 % de personas que viven con el VIH logre suprimir su carga vírica, por lo que parece imposible que este objetivo mundial se haga realidad para finales de 2020.
La pandemia de la COVID-19 podría también haber tenido un impacto sobre la carga vírica. Un modelaje temprano ya mostró que una interrupción considerable en los tratamientos para el VIH llevaría a más muertes relacionadas con el sida en el África subsahariana. Algunos países han declarado haber experimentado reducciones de hasta un 20 % en el suministro de medicamentos en algunas áreas, y han sido muchas las denuncias por parte de personas que viven con el VIH por no disponer de antirretrovíricos para un confinamiento de más de 60 días. Asimismo, se sabe de numerosos casos en los que las personas tuvieron que abandonar su tratamiento para el VIH debido a la falta de alimentos. Sin embargo, en los datos mensuales de enero a junio de 2020 proporcionados a ONUSIDA por parte de los países, no se observa un declive sustancial en el número de personas en tratamiento durante los últimos seis meses.