“Si quiero que haya cambios, tengo que formar parte del cambio”, se pronunciaba Aniz Mitha, director ejecutivo de Community Health Rights Advocacy (CHeRA), una organización que trabaja con trabajadores sexuales masculinos en Malaui. Cuando el Sr. Mitha habla de cambios, lo hace con la autoridad sosegada e inquebrantable de quien sabe muy bien de lo que está hablando.
Procede de una familia musulmana conservadora de Malaui, y aún era muy joven cuando sus padres descubrieron que era gay y le echaron de casa. Sin ningún sitio al que poder acudir ni medios para mantenerse, huyó a Johannesburgo, en Sudáfrica, donde pasó varios años como trabajador sexual. “Para mí solo se trataba de sobrevivir, no estaba pensando en mi salud”, afirma.
Cuando enfermó, se realizó una prueba del VIH, que le reveló que vivía con el VIH. Al ser un inmigrante ilegal, no podía acceder a los servicios de atención sanitaria de Sudáfrica. Regresó a Malaui, donde inició el tratamiento del VIH y puso en marcha CHeRA. “Pensé, ‘¿Cómo puedo contribuir a que otros no pasen por la misma experiencia que yo?’”, explica.
CHeRA conciencia y desarrolla la capacidad de los trabajadores sexuales masculinos en relación con la prevención y el tratamiento del VIH, la salud y los derechos sexuales y reproductivos, el empoderamiento económico, el apoyo psicosocial y el acceso a la justicia. Gracias a un acuerdo de financiación con ONUSIDA, recientemente ha llegado a más de 250 trabajadores sexuales masculinos de tres distritos prioritarios de Malaui, ha distribuido más de 30 000 preservativos y lubricante y ha facilitado que seis trabajadores sexuales masculinos que viven con el VIH accedan a la asistencia y el tratamiento. En otro programa financiado por el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, la organización formó a 50 educadores inter pares, distribuyó más de 6000 preservativos y lubricante apto para los mismos.
El Sr. Mitha es muy consciente de los numerosos desafíos a los que se enfrentan los trabajadores sexuales masculinos, ya que él mismo ha tenido que afrontarlos. “En Malaui, el trabajo sexual no se considera un trabajo, por lo que no hay leyes que protejan a los trabajadores sexuales. Además, la mayoría de los trabajadores sexuales son hombres gais u hombres que tienen relaciones sexuales con hombres que viven con miedo de que les arresten, ya que en este país la homosexualidad es ilegal”, indicaba.
“El estigma y la discriminación son institucionales”, añadía. “Los trabajadores sexuales masculinos no se consideran una población clave de la respuesta al VIH de Malaui, así que no estamos entre las prioridades de los planes gubernamentales. Por si fuera poco, las actitudes negativas de los profesionales sanitarios obstaculizan la asistencia”.
“Si, por ejemplo, abusan de mí o me golpean y voy a una comisaría”, agrega el Sr. Mitha, “se me harán preguntas como ‘¿Por qué va vestido de esta forma?’ o ‘¿Por qué habla de esa manera?’. Hay un abuso institucionalizado. Nos marginan de tal forma que, incluso en lo tocante a la atención sanitaria, tenemos que ir a hospitales privados, donde tenemos que pagar un dinero que puede que ni siquiera tengamos”.
A día de hoy, CHeRA está registrada como una organización no gubernamental. Aunque comenzó su andadura en 2016, hasta 2017 no contó con reconocimiento oficial, y esto sucedió después de que ONUSIDA desempeñara un papel fundamental en la modificación de las disposiciones de la Ley de Gestión y Control del VIH y el Sida de 2018 de Malaui que criminalizaban o discriminaban a determinados colectivos, como los trabajadores sexuales. Esto sentó las bases para que otras organizaciones de personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales y de trabajadores sexuales también se registraran.
Como les sucede a muchas otras personas que ayudan a los demás, su trabajo se extiende a su vida privada. Sabiendo como sabe lo que se siente al ser repudiado por la familia, el Sr. Mitha acoge a personas que no tienen dónde ir y que pueden quedarse tanto tiempo como necesiten para valerse por sí mismas.
A través de su trabajo y de su vida, ha construido un sólido concepto de sí mismo, de la familia y de la comunidad. “Vivo mi condición de persona que vive con el VIH y de gay de forma pública y, para muchos, soy un ejemplo a seguir. Así ven que puede hacerse. Ahora puedo ver que muchos otros como yo se abren y viven sin ocultar su homosexualidad ni su estado serológico”, afirma.
Al Sr. Mitha le gustaría que CHeRA se convirtiera en una organización que defienda con firmeza el acceso equitativo a la atención sanitaria para los trabajadores sexuales masculinos.
“Necesitamos más apoyo financiero para ampliar el trabajo que hacemos”, explicaba. “Facilitamos el acceso a la información y los servicios de prevención del VIH a una población a la que se margina. Es algo que marca un antes y un después. Trabajar en una organización comunitaria implica que lo que afecta a la comunidad también me afecta a mí”, apuntaba.