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ONUSIDA celebra la sentencia del Tribunal Supremo de Kenia en un caso histórico sobre la esterilización forzada de las mujeres que viven con VIH

20 de diciembre de 2022

GINEBRA, 20 de diciembre de 2022—ONUSIDA aplaude la sentencia dictada por el Tribunal Supremo de Kenia con sede en Nairobi que reconoce que la esterilización forzada de las mujeres que viven con el VIH supone una vulneración de sus derechos humanos.

La sentencia pone fin a un caso iniciado en 2014 por una mujer keniana seropositiva que fue forzada por el personal de un centro de salud a someterse a un procedimiento de ligadura de trompas que le impidió tener hijos.  El Tribunal Supremo consideró que realizar esta operación sin su consentimiento constituía una vulneración de su derecho a la no discriminación, a la dignidad, a la salud y a la familia.   

“Esta decisión constituye un paso importante en la protección de la salud y de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres que viven con VIH”, dijo Winnie Byanyima, Directora ejecutiva de ONUSIDA. “ONUSIDA está preparada para colaborar con todos los gobiernos a fin de garantizar la eliminación de estas prácticas y el acceso por parte de las mujeres a los servicios de salud sin estigma ni discriminación”.

ONUSIDA participó en este caso con un escrito de amicus curiae (amigo del tribunal) que informaba al Tribunal Supremo de Kenia sobre las directrices sanitarias y las normas de derechos humanos que cada país debe seguir para respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de las personas que viven con el VIH. Asimismo, advertía sobre el impacto que pueden tener estas prácticas forzadas en la respuesta al VIH. Las organizaciones Kenyan Legal and Ethical Issues Network on HIV/AIDS (KELIN) y African Gender and Media Initiatives Trust (GEM) también fueron partes demandantes en este proceso.

La discriminación y el estigma relacionado con el VIH tienen un impacto significativo en la salud, la vida y el bienestar de aquellas personas que viven con el VIH o que tienen riesgo de contraerlo.  El estigma y la discriminación obstaculizan la respuesta al VIH al limitar el acceso a servicios más amplios de salud sexual y reproductiva y a otros servicios de salud. ONUSIDA continúa trabajando día tras día para asegurarse de que los gobiernos invierten en prevenir y responder a las violaciones relacionadas con las formas de discriminación interseccional a las que se han visto sometidas las personas que viven con el VIH. 

En este caso, la demandante declaró: “El objetivo nunca fue el dinero. Quería luchar por la justicia para mí y para todas las mujeres que han vivido esta experiencia, y también quería asegurarme de que esto no le ocurre a otras mujeres seropositivas que necesitan acceder a servicios de salud reproductiva”.  

“Este caso ha tenido una trascendencia importante para la justicia reproductiva y para el movimiento feminista.  La esterilización forzada de las mujeres que viven con el VIH supone una violación de los derechos humanos más fundamentales de las mujeres y debilita las respuestas eficaces al VIH”, indicó la Directora nacional de ONUSIDA en Kenia, Medhin Tsehaiu.  “Solo a través de un enfoque basado en los derechos humanos lograremos poner fin a la epidemia de sida como amenaza para la salud pública”.

Este enfoque basado en derechos incluye el derecho a formar una familia y a tener hijos; el derecho a decidir el número de hijos y la frecuencia con que se tienen; el derecho a la autonomía reproductiva; y el derecho a acceder a servicios de calidad que respalden sus decisiones sobre la salud reproductiva, basadas en un consentimiento informado, seguro y voluntario. Estos son derechos humanos fundamentales que pertenecen a todas las mujeres, sin importar su estado serológico, y que se encuentran garantizados en convenios internacionales y regionales.

“Celebramos la decisión del tribunal y, aunque tardó mucho tiempo, nos alegramos de que éste considerara que los derechos de la clienta habían sido violados. En particular, nos alegramos de la declaración de discriminación por razón de sexo y por estado serológico.

La Estrategia Mundial contra el Sida 2021-2026: Acabar con las desigualdades, Acabar con el sida otorga un papel central a la promoción de los derechos humanos, de la igualdad de género y de la dignidad, libre de estigma y discriminación hacia las personas que viven con el VIH o que están afectadas por él.  Se trata de un compromiso de ONUSIDA a una visión ambiciosa para acabar con las desigualdades de género y hacer realidad los derechos humanos, incluido el derecho a la salud. Su objetivo es hacer un llamamiento a todos los socios y partes interesadas en la respuesta al VIH en todos los países para transformar las normas desiguales de género y acabar con el estigma y la discriminación.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

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NUESTRA ACCIÓN

Derechos humanos

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Las leyes de consentimiento paterno dejan a los adolescentes vulnerables frente al VIH

14 de febrero de 2022

Las primeras relaciones sexuales suelen comenzar durante la adolescencia. En muchos países, la edad de consentimiento sexual es incongruente con las restricciones de edad mínima para acceder a información y servicios sobre salud sexual y reproductiva sin contar con el consentimiento paterno.  Esto significa que los adolescentes pueden mantener relaciones sexuales legalmente antes que se les permita acceder a información y servicios sobre métodos anticonceptivos o prácticas sexuales seguras, exponiéndolos a un mayor riesgo de infección por el VIH, otras infecciones de transmisión sexual (ITS) y embarazos no deseados.

La eliminación de leyes que exigen control paterno para acceder a servicios relacionados con la salud sexual y reproductiva y la prevención, pruebas y tratamiento del VIH ha demostrado una mejora en comportamientos de demanda de atención sanitaria. Este efecto se ve reforzado cuando los colegios pueden proporcionar una educación integral sobre sexualidad apropiada para cada edad a las personas jóvenes, para que puedan protegerse frente al HIV, las ITS, los embarazos no deseados y la violencia sexual y por razón de género. 

Cuarenta países han informado a ONUSIDA en 2021 de que cuentan con legislación que exige consentimiento paterno o del tutor legal para que los adolescentes accedan a métodos anticonceptivos hormonales o duraderos. Por su parte, 108 han informado de que este consentimiento se requiere para una prueba del VIH, 43 para la autoprueba del VIH, 92 para el tratamiento contra el VIH y 22 para la PPrE. Algunos de estos países incluyen excepciones basadas en demostrar suficiente madurez:  10 para anticonceptivos hormonales o de larga duración, 15 para pruebas del VIH, 8 para la autoprueba del VIH y 9 para el tratamiento contra el VIH.  El límite de edad en la legislación sobre consentimiento paterno varía según el servicio.  La mayoría de países que declararon contar con requisitos de consentimiento paterno o del tutor legal fijaban el límite de edad en 18 años, con la excepción de algunos países en las que los adolescentes de 14 años ya podían acceder algunos de estos servicios sin el consentimiento paterno o del tutor legal, lo que variaba según el tipo de servicio.

Nuestra acción

Datos y VIH

ONUSIDA pone en valor la asunción de responsabilidad de Chile por violar los derechos de una mujer que vive con el VIH y fue esterilizada sin su consentimiento

11 de agosto de 2021

GINEBRA, 11 de agosto de 2021—ONUSIDA recibe con agrado el reconocimiento por parte de Chile de su responsabilidad internacional por violar los derechos de una mujer que vive con el VIH y fue esterilizada sin su consentimiento hace casi 20 años. El Gobierno ha alcanzado un acuerdo amistoso con la mujer, Francisca, que incluye el pago de las reparaciones por la violación de sus derechos humanos. Además, se ha comprometido a poner fin a la esterilización forzosa y a garantizar los derechos reproductivos como derechos humanos sin discriminación.

Francisca dio a luz a un bebé sano en el año 2002 y luego fue esterilizada sin su consentimiento por el médico que le realizó la cesárea, quien decidió que una mujer seropositiva no debería tener hijos. El acuerdo amistoso anunciado esta semana llega tras más de una década de litigios encabezados por la mujer y sus equipos legales.

«Este acuerdo supone un paso muy importante para todas esas mujeres de todo el globo que llevan años y años luchando por la justicia reproductiva. La esterilización coactiva de las mujeres que viven con el VIH es una violación de los derechos humanos más fundamentales de las mujeres», afirmó Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA. «Desgraciadamente, se trata de una práctica que sigue ocurriendo en muchos países. Por ello, hemos de intensificar los esfuerzos para detenerla y acercar la justicia a más mujeres».

El presente acuerdo ve por fin la luz después de la gran batalla librada durante años por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (IACHR) y tras una denuncia anterior en el sistema judicial chileno que no prosperó. El caso fue litigado por la organización chilena Vivo Positivo y la organización internacional de derechos humanos Center for Reproductive Rights.

ONUSIDA presentó un amicus curiae para informar a la IAHCR de los estándares que los Gobiernos deben respetar para abordar el estigma y la discriminación relacionados con el VIH que afectan a las mujeres seropositivas. Estos incluyen la obligación de respetar, proteger y cumplir con la autonomía de las mujeres en la toma de decisiones sobre asuntos relacionados con su vida sexual y reproductiva, su derecho a la integridad física y su derecho a estar libres de violencia, incluyendo la violencia a manos de personal sanitario.

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Derechos humanos y VIH

ONUSIDA saluda la decisión de los Estados Unidos de América de apoyar la salud, la seguridad y los derechos de las mujeres

03 de febrero de 2021

GINEBRA, 3 de febrero de 2021- ONUSIDA acoge con tremendo agrado el anuncio realizado por el presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, con relación a la rescisión de la medida Protección de la vida en la asistencia global de salud (PLGHA, por sus siglas en inglés, y antes conocida como Política de la Ciudad de México). Esta política obligaba a las organizaciones extranjeras no gubernamentales a aceptar como condición para recibir financiación del Gobierno de los Estados Unidos que no realizarían ni promoverían directamente abortos con fondos procedentes de cualquier fuente (incluyéndose aquí fondos de fuera de los Estados Unidos).

«La anulación de la PLGHA demuestra el firme compromiso de la nueva Administración de los Estados Unidos a la hora de apoyar a las mujeres en la defensa de sus derechos y el acceso a la información y los servicios relacionados con su salud sexual y reproductiva», destaca Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA.  «Estamos deseando trabajar codo con codo con la nueva Administración de los Estados Unidos de América para garantizar que todas las mujeres y las chicas puedan disfrutar del ejercicio efectivo de los derechos humanos, y tener acceso a la información relativa a la salud reproductiva y sexual, y todos esos servicios que quieren y necesitan».

La anterior Administración de los Estados Unidos llevó las antiguas restricciones establecidas por la Política de la Ciudad de México a un nuevo nivel al aplicar la política a la asistencia sanitaria mundial brindada por todos los departamentos y agencias del Ejecutivo. La medida limitó gravemente el acceso a los servicios básicos de atención sanitaria sexual y reproductiva, y ahogó los esfuerzos locales en materia de esos derechos. A su vez, dicha política minó los derechos humanos en general, y en particular los relacionados con la atención sanitaria sexual y reproductiva en todo el mundo.

ONUSIDA se congratula ante la llamada de la Casa Blanca a renunciar a todos aquellos condicionantes vinculados a la PLGHA en cualquier subvención actual, y con efecto inmediato; a notificar a los beneficiarios de dichas ayudas, cuanto antes, que esas condiciones han sido eliminadas, y a dejar de imponer cualquiera de esas condiciones en toda ayuda financiera futura.

«El hecho de que las mujeres y las chicas puedan disfrutar del pleno acceso a los servicios relacionados con su salud sexual y reproductiva y vean respetados sus derechos influye directamente en su seguridad, salud y bienestar. Esperamos que esta sea la base para la Ley mundial de asistencia sanitaria, capacitación y derechos, la legislación diseñada para derogar para siempre la PLGHA», añade la Sra. Byanyima.

ONUSIDA también transmite su enorme satisfacción ante el anuncio realizado por el presidente de los Estados Unidos, quien ha señalado que retomará la financiación al Fondo de Población de las Naciones Unidas, una organización clave copatrocinadora de ONUSIDA que trabaja en todo el mundo para proporcionar atención en lo referente a la salud reproductiva a las mujeres y las personas jóvenes. ONUSIDA agradece profundamente el sólido compromiso adquirido por el secretario de Estado de los Estados Unidos de América, Anthony Blinken, de destinar este año 32,5 millones de dólares estadounidenses al UNFPA.

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UNAIDS Geneva
Sophie Barton-Knott
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Desafía el estigma, persigue tu derecho a la salud

20 de enero de 2021

Las adolescentes y las mujeres jóvenes deben velar ante todo por su salud sexual y reproductiva, y luchar para acceder tanto a los servicios relacionados con la misma como a la información relativa a sus derechos. El estigma y las normas de género dañinas asociadas a la salud sexual y reproductiva y a los derechos no van a ningún lado, afirma Nyasha Phanisa Sithole, líder en materia de salud sexual y reproductiva y derechos humanos en Zimbabwe.

«Si vives con miedo al estigma, nunca lograrás acceder a estos servicios, porque ahora mismo aún estamos lejos de lograr un entorno libre de estigma», insiste. 

La Sra. Sithole pertenece a Athena Network. Trabaja como defensora de derechos y salud sexual y reproductiva, y es líder regional en lo que a la defensa, el liderazgo y la formación de mujeres jóvenes se refiere. Desde el papel que desempeña, está convencida de que todo el mundo puedo aportar su granito de arena para cambiar su statu quo e influir en la toma de decisiones.

«Mi historia es una más de las muchas que existen. Soy esa adolescente que, a los 16 años de edad, necesitaba acceder a los productos básicos para prevenir el VIH, pero solo tenía los preservativos a mi alcance y, en ocasiones excepcionales, profilaxis previa a la exposición», relata la Sra. Sithole recordando su adolescencia.

A pesar de esta historia, que es una habitual, es fundamental satisfacer las necesidades relacionadas con los servicios para el VIH, la salud sexual y reproductiva, los derechos y la violencia de género en las regiones de África oriental y meridional.

Las adolescentes y las mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años representan el 29 % de las nuevas infecciones por el VIH entre adultos de 15 años en adelante en las regiones de África oriental y meridional, si bien este grupo solo constituye el 10 % de la población total. Dicho porcentaje se traduce en 3600 nuevas infecciones por el VIH a la semana entre chicas adolescentes y mujeres jóvenes en la región, una cifra que es más del doble de la observada entre los hombres jóvenes de la misma edad (1700 semanalmente).

El estigma y la discriminación a los que se enfrentan las personas jóvenes, sobre todo las adolescentes y las mujeres jóvenes, a la hora de acceder a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva crean grandes barreras a distintos niveles, entre ellos el individual, el interpersonal, el comunitario y el social. 

Asimismo, entre las violaciones de los derechos a la salud documentadas están el revelar sin consentimiento el estado de salud, el negar a una persona el acceso a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, y el ejercer violencia psicológica al respecto.

En el año 2014 la Sra. Sithole se infiltró como una paciente secreta en un centro de atención sanitaria para jóvenes situado en Harare, la capital de Zimbabwe, en un distrito repleto de zonas residenciales y escuelas. La primera persona con la que se topó en el centro fue un guarda de seguridad nada discreto.

«Me preguntó: “¿Qué necesitas?“ Una prueba de detección del VIH, le contesté yo. Y ahí volvió a preguntarme: ¿“Asi wakarumwa?”  Que en español significa algo así como “¿Te han metido el veneno? En Shona, este es el lenguaje de la calle que se utiliza para hablar de alguien que tiene una enfermedad de transmisión sexual», cuenta.

Si no hubiera estado bien informada de la situación, la Sra. Sithole confiesa que habría entrado en pánico. «Es algo que te puede hacer sentir miedo o echar para atrás, porque te dices a ti misma: “Es solo un guarda de seguridad. ¿Por qué se burla de mí y de mi situación?“. Porque, párate a pensar, imagina. Si yo verdaderamente tuviera un problema médico que quisiera solucionar, ¿qué pasaría entonces?». 

La Sra. Sithole explica que, muchas veces, los proveedores de salud miran con desdén a las adolescentes y mujeres jóvenes que quieren acceder a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva. Incluso las juzgan y preguntan: «¿Cuántos años tienes y para qué necesitas los preservativos o los métodos anticonceptivos?».

En lo que respecta al estigma derivado del acceso a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, las organizaciones de la comunidad desempeñan un papel clave para las adolescentes y las mujeres jóvenes. Estas organizaciones capacitan mediante la información en materia de derechos y salud sexual y reproductiva, y las derivaciones de unos servicios a otros. 

Sin embargo, la COVID-19 ha impactado enormemente en la gran labor de estas organizaciones en Zimbabwe, país en el que se impuso el confinamiento para frenar la propagación del virus.

«En mi opinión, ningún Gobierno fue justo a la hora de imponer las fuertes restricciones a todas y cada una de las organizaciones que trabajaban en la comunidad», afirma la Sra. Sithole, y añade, además, que este proceder repercutió muy negativamente en el acceso de los jóvenes a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva.

Con el fin de mitigar los riesgos, la Coalición Mundial para la Prevención del VIH, coorganizada por ONUSIDA y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, se subió a bordo para proporcionar apoyo económico y técnico a Athena Network en diez países, entre ellos Zimbabwe, para establecer enlaces y promover la iniciativa What Girls Want (lo que quieren las chicas) en cada país. Durante la pandemia de la COVID-19, las defensoras de la iniciativa, que eran chicas adolescentes y mujeres jóvenes, movilizaron a sus iguales para llevar a cabo debates a través de WhatsApp y hablar de los problemas a los que se enfrentan y para los que buscan el apoyo de sus iguales.

La Sra. Sithole está convencida de que los Gobiernos deberían invertir en elaborar y modificar las políticas existentes con el fin de crear un entorno propicio en el que las adolescentes y las mujeres jóvenes puedan tener acceso a la información, los servicios y derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva.

Por grandes que sean el estigma y la discriminación que surgen ante la búsqueda de servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, la Sra. Sithole no se cansa de decir que las adolescentes y las mujeres jóvenes deben darse cuenta de su enorme poder y recurrir a la red que las ampara para conseguir lo que necesitan.

«Piensa en tu vida, porque es muchísimo más importante que todo lo demás. Por lo que, pase lo que pase a tu alrededor, si sabes que hay un servicio al que puedes acceder, no lo pienses, vete», aconseja.

El VIH es invisible pero afecta todo mi universo

06 de abril de 2020

Como activistas con VIH afirmamos con frecuencia que quienes tenemos el virus podemos llevar una vida “normal” y vivirla como cualquier otra persona. ¿Qué tan parecida puede ser la vida de alguien con VIH a la de quien no tiene?

“Tenemos derecho a gozar, a hacer todo lo que tengamos ganas de hacer en nuestras relaciones sexuales, nuestros cuerpos están libres de culpas y estigmas”, suelo decir con optimismo cada vez que me paro a hablar frente a otras mujeres con VIH. Sin embargo, hay algo en lo más profundo de mi ser, de mis imaginarios, de mis prejuicios, o vaya saber uno dónde, que durante años me ha impedido liberarme por completo y hacer lo que tanto proclamo. 

Al principio, cuando recién me diagnosticaron, me negaba a tener sexo con otros por miedo a infectarlos. Luego de un mes de tratamiento los médicos concluyeron que en mi caso la carga viral —es decir, la cantidad de virus en la sangre— era indetectable. Cuando es así, no hay posibilidad de que transmitas el VIH. A pesar de eso, yo no podía tener sexo. No quería.

La sola idea de recibir sexo oral me repugnaba, imaginar mi fluido vaginal en la boca de otro me daba terror. Sabía que la probabilidad de transmitir el virus a través de sexo oral era tan baja que se podía considerar inexiste, sabía que tenía disponible la barrera de látex como método de protección, sabía también que no me habían detectado carga viral, y ni así había forma de que volviera a desearlo.

Después de mi primera relación sexual, a los dieciséis años, jamás imaginé que me tocaría vivir algo así. Ni fumada me lo hubiera imaginado. Me sentía hermosa, segura, sexi, hasta que a los diecinueve el virus se metió dentro de mi cuerpo y destruyó toda esa seguridad como una bomba nuclear.

Cuando luego del diagnóstico me fijé por primera vez en un chico, él le dijo a una amiga que yo le parecía linda, que lástima que tenía granitos en la cara. Esos granitos eran una reacción a los retrovirales que comenzaba a tomar. Tenía la cara muy irritada. Mi amiga me vino a dar la noticia contenta, pero yo en cambio me fui directo al baño a llorar. Esa fue una de mis primeras derrotas.

La inseguridad atraviesa todos nuestros vínculos sexoafectivos. Sobre todo cuando apenas son una posibilidad. Fíjense en esta diferencia: cuando a alguien que no tiene VIH, o que no sabe que lo tiene, le gusta otro u otra y quiere coger, por lo general si el prospecto está en la misma onda, van y cogen. No ocurre lo mismo cuando tienes VIH. Siempre está ese momento incómodo en el que debes contarle al otro u otra que tienes el virus y esperar a que sea él o ella quien decida.

Te diagnostican con VIH y entras a un espacio desconocido. Desubicada y con todo por explorar, sientes dolores en lo más profundo del cuerpo. Y digo cuerpo pero pienso en algo aún más profundo: el VIH no se ve, no lo veo pero lo siento, afecta todo mi universo.

Desde que está conmigo, el virus está controlado en términos clínicos. En términos sociales, mentales, afectivos, no. Lo de no tener relaciones sexuales me duró un año, nueve meses más permanecí sin recibir sexo oral. Varias veces estuve a punto de llegar al orgasmo hasta que un pensamiento fugaz sobre el virus aparecía en mi cabeza de repente y lo interrumpía todo sin piedad.

Algunas mediaciones para el VIH causan redistribución de las grasas y de la masa muscular en el cuerpo. Como explicó hace unos años en una nota el médico argentino Damián Lavarello, los tratamientos pueden generar lipoatrofia, que es “la desaparición de la grasa en algunas zonas del cuerpo como la cara y los miembros” e hipertrofia, que se refiere a la “acumulación de grasa en abdomen, espalda o pechos”, y que “genera déficits en la calidad de vida de los pacientes”.

Cuando recién comencé el tratamiento temí que me diera hipertrofia, así que me dediqué a hacer ejercicio sin parar. Durante diez años continuos entrené en el gimnasio de tres a cinco horas diarias. Me daba pavor que mi cuerpo cambiara de forma porque sabía que si eso pasaba no iba a querer tomar más la medicación y entonces mi salud iba a decaer. Sentía que estando bien buena en términos machistas hegemónicos quien considerara rechazarme lo iba a pensar dos veces.

En 2018, después de quince años de tomar Nevirapina y 3TC Complex, cambié la medicación. Además transité mi primer embarazo a término. Y engordé, pero solo de algunas partes y de una manera muy extraña. Tan extraña, que con frecuencia algunas personas me llaman la atención sobre mis brazos. Yo no les pregunto, pero se creen con el derecho de opinar.

Sé que después de un embarazo es posible quedar con las caderas más anchas, con un poco de panza y uno que otro gordito, pero nunca escuché que alguien quedara con los brazos tres veces más grandes. Luego de darle vueltas al asunto concluí que podía ser la medicación nueva la que estaba causando algunas alteraciones. Por primera vez sentí deseo de cambiar de medicación; eso sí, me daba miedo hacerlo porque cuando tienes VIH cambiar de medicación significa no saber si la siguiente te va a hacer efecto y qué consecuencias secundarias te va a traer.

Ahora que soy madre, los temores en relación con mi cuerpo han cambiado. Si anteriormente estaban ligados a la sexualidad y al placer, ahora tienen que ver con los efectos secundarios de los medicamentos. Y no tanto con los que tienen que ver con mi apariencia física. La medicación puede causar dolor de cuerpo, dolor en las articulaciones, cansancio extremo. Quizás después de diecisiete años de tomar, algo comience a sentir.

Quienes tenemos VIH no tenemos certeza de qué pasará con nuestros cuerpos y con nuestra salud en el futuro. Claro, de algún modo nadie la tiene, pero nosotras tomamos diariamente una medicación que produce efectos secundarios y que apenas existe hace treinta años. ¿Cómo sabemos qué desgastes nos traerá de sorpresa? ¿Qué posibles efectos a largo plazo no fueron estudiados?

Saber de compañeras que están teniendo problemas de salud luego de veinte, veinticinco o treinta años de tener VIH y tomar la medicación te deja paralizada, con temor a lo que te puede tocar vivir.

Es que, como decía una noticia publicada en 2018 por el instituto de investigación del sida IrsiCaixa, “gracias al éxito de la terapia antirretroviral, la comunidad científica se enfrenta hoy en día a un reto inesperado hace años: el envejecimiento de las personas con VIH. La infección por el virus del VIH causa un envejecimiento prematuro del sistema inmunitario y una inflamación crónica en los pacientes, que se traducen en un aumento de la propensión a patologías renales, osteoporosis, algunos cánceres, deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares”.

Mi mayor temor hoy es que alguna enfermedad colateral a la toma de la medicación interrumpa la vida tal como la llevo ahora con mi hija y mi pareja. Que con el tiempo mi cuerpo se debilite y se sienta agotado, y debamos alterar nuestras rutinas. Muchas veces tengo la fantasía de tomar unas vacaciones de la medicación, pero me detiene el terror a lo que esto puede causar. Me cuesta hasta poner en palabras todas las sensaciones que me produce pensar en el destino de mi cuerpo medicado; esta es la vez que más cerca he estado de hacerlo.

También desde que soy madre he comenzado a hacerme algunas preguntas. ¿Por qué nunca nadie me dijo alguna vez cuánto iba a doler no poderle dar teta a tu bebé? ¿Cómo puede ser que personas que trabajan hace más de quince y veinte años sobre la agenda de VIH me pregunten si estoy amamantando? ¿Que tantos me recordaran que bajaría más rápido de peso al amamantar? ¡A las mujeres con VIH no nos dejan amamantar! ¿Cómo puede ser que esas mismas personas que conocen la agenda del VIH me pregunten si me hicieron cesárea como única opción? Jamás imaginé que compañeras y compañeros activistas en Derechos Humanos me harían sentir tan mal con sus comentarios.

Quienes tenemos VIH no somos enfermos, pero hoy, después de diecisiete años de tener el virus dentro, pienso que este no solo está en el cuerpo. Insisto: el virus penetra todo nuestro universo. Entonces me pregunto si realmente puedo decir que llevo la vida como cualquiera que no tiene VIH o si el que doy, al igual que otras mujeres activistas con VIH, es solo un mensaje político positivo. ¿Cómo podemos seguir llevando un mensaje así y ser coherentes con él?

Acerca de este artículo

Este artículo fue publicado originalmente por VICE en Español como parte de la edición Cuerpo: narrativas personales. ACCEDA AL ARTÍCULO ORIGINAL AQUÍ

 

TEXTO POR MARIANA IACONO

RETRATOS DE MARIANA IACONO POR DOLORES LUNA 

EDITORAS FOTOGRÁFICAS: FOTÓGRAFAS LATINOAMERICANAS

El consentimiento paterno perjudica el derecho a la sanidad de los adolescentes

16 de marzo de 2020

Muchos países cuentan con leyes o con políticas que impiden que los adolescentes accedan a los servicios sanitarios esenciales sin el consentimiento de su progenitor o de su tutor legal. La intención original pudo haber sido la de proteger a los menores, pero tales restricciones a menudo causan el efecto contrario y aumentan el riesgo de infección por el VIH, así como otros problemas de salud entre los adolescentes.

Un alto porcentaje de países a lo largo del mundo restringe a los adolescentes el acceso a las pruebas y al tratamiento del VIH. Por ejemplo, en 2019 los adolescentes menores de 18 años necesitaron un consentimiento paterno explícito en 105 de los 142 países para realizarse la prueba del VIH. En 86 de los 138 países que presentaron datos, necesitaron dicho consentimiento para acceder al tratamiento contra el VIH y a la atención correspondiente. Este tipo de legislaciones y de políticas pueden complicar u obstaculizar a los adolescentes el acceso a la profilaxis pre-exposición (PPrE), una herramienta de prevención altamente efectiva.

Las investigaciones realizadas en el África subsahariana muestran que en los países donde la edad de consentimiento es de 15 años, o menos, los adolescentes son un 74 % más propensos a haberse realizado las pruebas del VIH en los últimos 12 meses; en comparación con los países en los que la edad de consentimiento es de 16 años o más, en los que las jóvenes se benefician especialmente de un acceso más fácil.

En el sitio web de ONUSIDA Laws and Policies Analytics puede consultar información detallada sobre los países que cuentan con leyes de consentimiento.

ONUSIDA y la LGBT Foundation emprenden un rompedor estudio sobre la felicidad, el sexo y la calidad de vida de las personas LGBTI

14 de mayo de 2019

El objetivo del nuevo estudio mundial es remediar la falta de datos sobre el bienestar mental de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) para mejorar sus condiciones de vida y su salud

GINEBRA, 14 de mayo de 2019—ONUSIDA y la LGBT Foundation han lanzado un estudio en línea para evaluar la felicidad, el sexo y la calidad de vida de las personas LGBTI. Dicho estudio, el primero de este tipo, forma parte de una campaña para recabar más información sobre los desafíos a los que se enfrenta la comunidad LGBTI. Los datos que se obtengan servirán para señalar las dificultades y concienciar sobre la necesidad de mejorar las condiciones de vida y los tratamientos de las personas LGBTI, lo que incluye garantizar el acceso a servicios sociales y sanitarios que sean inclusivos.

“Muchas personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) sufren día tras día el estigma y la discriminación en centros educativos, laborales, sanitarios y sociales. Queremos comprender cómo afecta esto a su bienestar, incluido su bienestar mental, y también cómo responden y hacen frente ante ello”, exponía Gunilla Carlsson, directora ejecutiva adjunta provisional de ONUSIDA. “Examinar en profundidad cómo afectan en la vida de las personas LGBTI los aspectos relacionados con la economía, socioecología, homofobia y otras variables nos permitirá llevar a cabo una concienzación más enérgica que facilite un cambio significativo para mejorar sus vidas”.

La comunidad LGBTI se ve obligada a luchar contra el estigma y la discriminación y, a menudo, se enfrenta a la privación de oportunidades económicas y de acceso a la atención sanitaria y a la asistencia social. Su riesgo de contraer el VIH también es mucho mayor. Las estimaciones revelan que el riesgo de infección por el VIH es 27 veces más alto entre los hombres gais y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y 13 veces más alto entre las personas transgénero y, sin embargo, los estudios indican que muchos hombres gais y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y personas transgénero evitan acudir a los servicios sanitarios por miedo al estigma y la discriminación.

Aunque otros estudios han evaluado el bienestar de las personas LGBTI midiendo los niveles de violencia, situación jurídica y salud (en muchos casos, el riesgo de infección por el VIH y el estado serológico), pocos han tenido en cuenta el bienestar mental de la comunidad LGBTI, y esto pese a que es una faceta fundamental a la hora de garantizar su salud en términos globales y su acceso a las oportunidades económicas.

Los datos existentes tampoco recogen información sobre la comunidad LGBTI de África, Asia y América Latina, algo que el presente estudio espera solventar. La encuesta, disponible en más de 17 idiomas, se ha distribuido por las redes sociales a más de 25 millones de personas de todo el mundo, y estará activa hasta finales de julio de 2019.

“Queremos que haya progresos en la salud y el bienestar de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI). Los queremos ya, y esta encuesta puede contribuir a alcanzarlos. Es una iniciativa magnífica para que las personas LGBTI puedan expresarse confidencialmente y reunir información que sirva para empoderarlos y concienciar a la sociedad y al objetivo final de eliminar el estigma y la discriminación que padecen. Va a resultar extremadamente útil para la comunidad”, afirmaba Sean Howell, director ejecutivo de la LGBT Foundation.

El estudio ha sido desarrollado en colaboración con la Universidad de Aix-Marsella y la Universidad de Minesotta, y fue diseñado con la ayuda de representantes de la comunidad LGBTI, entre los que se incluían personas que viven con el VIH. Para garantizar los estándares más altos de privacidad y de protección de los datos personales, la encuesta cumple el Reglamento General de Protección de Datos.

El anonimato queda preservado gracias al acceso mediante un enlace web seguro que establece un vínculo cifrado entre el servidor web y el navegador, y el protocolo de investigación del estudio ha sido aprobado por la Junta de Ética de la Investigación de la Universidad de Aix-Marsella y por el Comité de Revisión de Ética de Investigación de la Organización Mundial de la Salud.

La encuesta, que se tarda unos 12 minutos en completar, estará disponible hasta el 31 de julio de 2019.

Para participar en este rompedor estudio, haga clic en el siguiente enlace: https://www.research.net/r/LGBTHappinessResearch?lang=es.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

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ONUSIDA y ONU Mujeres trabajan juntas en Malawi

07 de mayo de 2019

ONUSIDA está trabajando en estrecha colaboración con ONU Mujeres, uno de sus once copatrocinadores, para mejorar la calidad de vida de las mujeres y niñas en todo el mundo. En Malawi, por ejemplo, estas organizaciones se han asociado para disminuir las consecuencias de la violencia de género y reducir el riesgo de infección por el VIH en la población femenina.

«ONU Mujeres es la organización más reciente de los Copatrocinadores de ONUSIDA, y es un placer trabajar estrechamente con todo su equipo y otros asociados en el Marco Unificado de Presupuesto, Resultados y Rendición de Cuentas de ONUSIDA 2016–2021», afirma Clara M.W.  Anyangwe, la representante de ONU Mujeres en Malawi. Este Marco (UBRAF) es un programa que optimiza tanto la coherencia como la coordinación y la repercusión de la respuesta al VIH de las Naciones Unidas mediante la combinación de los esfuerzos de los Copatrocinadores y la Secretaría de ONUSIDA. Su objetivo principal es destinar los recursos financieros necesarios para impulsar la acción nacional en la respuesta al sida.

Gracias a la financiación del Marco Unificado, ONU Mujeres ha colaborado con un gran número de socios, entre los que se incluyen ONUSIDA; el Ministerio de Género, Infancia, Discapacidad y Bienestar Social; la Comisión Nacional del Sida; el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; la Red de Organización de Servicios sobre el Sida de Malawi y la sociedad civil, con el fin de implementar un proyecto que tiene por objeto intensificar la respuesta nacional al VIH, la violencia sexual y de género, las prácticas perjudiciales, la salud y derechos sexuales y reproductivos.

«La colaboración como Copatrocinadores de ONUSIDA supone un planteamiento mucho más efectivo», afirma Clara M. W. Anyangwe. «No existe un único organismo que pueda ayudar a cumplir los objetivos 90–90–90 de ONUSIDA. En cambio, cada uno tiene puntos positivos que ofrecer. En este caso, ONU Mujeres aporta la perspectiva de género y ONUSIDA, su experiencia en la respuesta al VIH».

Malawi ha conseguido grandes progresos en cuanto a la reducción de las infecciones por el VIH. En 2017, se registraron 39 000 nuevos casos, una disminución del 40 % desde 2010, pero 9500 se dieron entre chicas y mujeres jóvenes de edades comprendidas entre 15 y 24 años. Esto supone más del doble del número de hombres en el mismo grupo de edad.

El proyecto ha supuesto un estudio de percepción sobre las normas de género imperantes que fomentan la violencia contra las mujeres y las chicas y su riesgo de infección por el VIH en Malawi, como las prácticas de los ritos de iniciación, la limpieza sexual, el matrimonio infantil o por poder y las relaciones sexuales remuneradas. A partir de las conclusiones, se ha elaborado un marco de referencia que se utilizará para hacer un seguimiento de los progresos del Plan Estratégico Nacional sobre el VIH y el sida en el país.

Una parte importante del proyecto consiste en involucrar a los líderes, entre los que se incluyen aquellos que dirigen las prácticas de los ritos de iniciación, y a los grupos de madres y padres. Como resultado de estos compromisos, se ha elaborado un marco que vincula a los asociados en la respuesta local al VIH, la salud y los derechos sexuales reproductivos y en la respuesta a la violencia sexual y de género para vigilar y abordar las prácticas que ocurren durante las ceremonias de los ritos de iniciación locales.

Se reveló, en una serie de diálogos intergeneracionales que reunieron a jóvenes, personas que viven con el VIH y líderes tradicionales y religiosos, la necesidad de abordar cuestiones como la falta de servicios para la salud y los derechos sexuales y reproductivos que tengan en cuenta a los jóvenes, la presión de grupo, el estigma, la discriminación y la violencia de género. Esto permitiría aumentar la capacidad de resistencia de los jóvenes y los incitaría a protegerse contra la infección por el VIH.

«También hemos aprovechado la campaña de ONU Mujeres a nivel mundial He for She pedir la participación de hombres y chicos. En particular, buscábamos fomentar una masculinidad positiva. ¿Cómo podemos hacer uso de esta masculinidad para proteger a las mujeres y a las chicas de las prácticas nocivas?», comentó Clara M.W. Anyangwe.

Durante estos diálogos, más de 100 hombres y jóvenes se comprometieron con la iniciativa He for She para fomentar la igualdad de género y reducir las infecciones y la violencia sexual y de género. El planteamiento relativo a los derechos humanos incorporado en el proyecto ha hecho que las leyes y las políticas que se relacionan con el VIH y el género se traduzcan a los idiomas locales y se difundan ampliamente en las comunidades afectadas. 

Clara M.W. Anyangwe insiste en que aprovechar la experiencia específica de los asociados bajo el Marco Unificado está dando sus frutos en Malawi.

«También ha sido magnífico contar con ONUSIDA como miembro del Mecanismo de Coordinación de País del Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. La participación de ONUSIDA en estos mecanismos nos beneficia a todos», comenta.

«Valoramos enormemente el continuo respaldo y la colaboración de ONU Mujeres para acabar con el VIH y la violencia de género en Malawi», afirma Thérèse Poirier, la Directora Nacional de ONUSIDA de Malawi. «Ha sido muy beneficioso colaborar unidos dentro de la ONU para no olvidar a nuestros homólogos nacionales al trabajar por separado en diferentes áreas de estas epidemias interrelacionadas y con múltiples niveles», declaró.

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