El comienzo de la Guerra en Ucrania hace unos días pilló a muchas personas por sorpresa, entre ellas al consejero de migración de la organización Berliner Aids-Hilfe. Sergiu Grimalschi, junto con sus compañeros, tiene la responsabilidad de ayudar a miles de refugiados ucranianos a llegar a Alemania, en especial a aquellos que viven con el VIH.
El señor Grimalschi, intérprete profesional, llegó de Rumania a Berlín a comienzos de los 90. Lleva 25 años trabajando en la respuesta al VIH, especialmente en relación con los migrantes y actualmente trabaja para esta organización de lucha contra el VIH, la más antigua de Alemania. De 2006 a 2012 ayudó a los países del Europa Oriental y Asia Central a desarrollar servicios sanitarios de respuesta al VIH y trabajó en Ucrania, Bielorrusia, Rusia y Polonia.
ONUSIDA habló con el señor Grimalschi sobre los retos a los que pueden enfrentarse los refugiados ucranianos que viven con el VIH en Berlín.
Pregunta: Sergiu, muchos refugiados que viven con el VIH en Alemania se dirigen a ti directamente. ¿Pudiste prepararte para ello con antelación?
Respuesta: No. Nadie estaba preparado y, en realidad, la guerra fue una total sorpresa para nosotros y para mí en particular. Europa Oriental ha sido una prioridad para mi organización desde 2010. Hablamos todas las lenguas de Europa Oriental y nos mantenemos informados sobre la situación de esta región. Así que, cuando la guerra estalló, hice algo muy simple, pero que resultó decisivo. Escribí un correo electrónico en cadena a un grupo de Europa Oriental y Asia Central y dije que cualquier persona que viviera con el VIH y huyera de la guerra a Alemania podía ponerse en contacto conmigo o con mi compañero directamente. Primero me llamaron unos compañeros de Moldavia, con los que cooperé estrechamente durante la pandemia de COVID-19, cuando proporcionamos medicamentos a las personas que estaban atrapadas en Europa. Después me contactaron varias organizaciones ucranianas. Siguieron compartiendo mi correo electrónico y, después de una semana, los datos de Berliner Aids-Hilfe estaban en todas las redes sociales y canales de Telegram.
Pregunta: Muchos refugiados que viven con el VIH huyeron hacia Europa, especialmente hacia Alemania, porque piensan que allí todo el mundo tiene acceso al tratamiento y servicios relacionados con el VIH. ¿Es eso cierto?
Respuesta: Así es, salvo los migrantes que no tengan seguro médico. Aunque eso ha cambiado hace poco.
En Berlín, por ejemplo, todo el mundo, incluso los migrantes indocumentados o sin seguro médico pueden acceder al tratamiento desde finales de 2018.
Todo se debe a que en Alemania no se trata a las personas sin seguro médico y la ley no tiene en cuenta a las personas sin seguro. Y, como bien sabes, si no puedes recibir tratamiento, mueres. Desde el año 2000 nos hemos centrado en todas las formas posibles de proporcionar acceso a las medicinas y a tratamiento médico por profesionales cualificados a todas las personas que viven con el VIH y no cuentan con seguro médico.
Este asunto fue el más importante y también el más difícil de tratar durante muchos años, pero conseguimos resolverlo. Todo gracias a muchos años de activismo.
Pregunta: ¿Podría decirnos cómo maneja el flujo de refugiados que ha llegado a Alemania?
Respuesta: Aún no es fácil. En primer lugar, la situación es distinta en los diferentes Estados (Länder) de Alemania.
Por otro lado, cuando llegaron los primeros refugiados no había nada organizado, por lo que tuvimos que improvisar con compañeros de todo el país. Un inconveniente fue que se aconsejó a las personas que huían de Ucrania que dejaran medicinas para los que se quedaban en el país. A lo largo de los primeros días de guerra se recogieron medicinas en Alemania para enviarlas a Ucrania o a Polonia. Pero una semana más tarde, muchas personas ucranianas que viven con el VIH estaban en Berlín. Algunas mujeres llegaron diciendo “solo tengo 2 o 3 pastillas porque dejé todo lo que tenía a mi marido”.
Teníamos que encontrar una solución rápidamente.
Acudimos a médicos de Berlín y conseguimos reservas de tratamiento contra el VIH, pero se nos acabó pronto. Los médicos nos redactaban recetas, pero no estaba claro quién las cubriría o pagaría. Por ejemplo, el Dolutegravir, parte del tratamiento que toman la mayoría de los ucranianos que viven con el VIH, cuesta más de 700 euros aquí. Pero todo el mundo hizo un esfuerzo extra: los médicos, los trabajadores sociales y otras personas que viven con el VIH. Decían “estamos en medio de una guerra”. Y finalmente las autoridades sanitarias de Alemania empezaron a cubrir el coste del tratamiento.
Mucha gente que llegó desde Ucrania todavía no sabe cómo conseguir su tratamiento en Alemania. Aquí no hay centros especializados que dispensen el tratamiento. Trato de explicárselo: “nosotros le ayudamos a conseguir un médico especializado en VIH en su región que le recetará los medicamentos que después podrá comprar en una farmacia”.
A lo largo de las últimas semanas, solo algunas de las 16 regiones alemanas han tratado a personas sin seguro ni registro, basándose solo en su pasaporte. A lo largo de las dos últimas semanas, los médicos de Berlín han autorizado el tratamiento a refugiados ucranianos solo con fotocopias de sus pasaportes y les han mandado a los servicios sociales para que les reembolsasen el precio. Un gran gesto de solidaridad humana.
Pregunta: ¿Cuántas personas reciben terapia antirretroviral en Berlín actualmente?
Respuesta: En este momento unos 600 ucranianos que viven con el VIH en toda Alemania están en contacto conmigo y 150 en Berlín. Puedo estimar que en total son 2 000 personas, pero no todo el mundo ha pedido medicinas aún porque puede que todavía les quede.
Pregunta: Sergiu, ¿cómo fue el comienzo de la guerra para ti?
Respuesta: Cuando mi madre me llamó desde Rumania la mañana del 24 de febrero y me dijo “la guerra ha comenzado” le pregunté “Mamá, ¿has dormido mal? ¡Para!” Pensaba que había sido una pesadilla suya. Nunca creí que Rusia llevaría a cabo sus planes de invadir Ucrania.
Me siento muy conectado personalmente con Europa Oriental. Mi abuela salió de Rusia en 1918 y mi abuelo era de Chernivtsi, por lo que en teoría podría ser ucraniano de no ser porque dejó el país en 1940. Tengo muchos buenos amigos, familiares y compañeros con los que he trabajado allí, por lo que esto me resulta terriblemente doloroso.
Pregunta: Sergiu, entiendo que no solo ayudáis a los refugiados con el tratamiento, sino también con el acceso a una vivienda y otras gestiones.
Respuesta: Sí, claro, les ayudamos a registrarse y a acceder a los servicios sociales, al seguro médico y a apoyo psicológico en su lengua, así como a cualquier otra cosa que pudieran necesitar. También les aconsejamos que no vayan al campo. Es mejor que las personas que viven con el VIH o que necesitan terapia de sustitución se queden en Berlín y otras grandes ciudades, ya que cuentan con mejores servicios médicos.
Mis compañeros, mis amigos y yo intentamos ayudar con el alojamiento y la ropa. Tengo una amiga, un doctora rumana, que tenía una casa vacía. Le pregunté si quería ayudar. Ahora seis familias ucranianas viven en su casa. Otro amigo de Alemania dio 2 500 euros para cubrir las necesidades urgentes de mujeres ucranianas. Y, por supuesto, aunque sea responsable del dinero, se trata de una iniciativa personal y privada. Uno de mis amigos, abogado, trajo iPads para muchos niños refugiados. Dice que los niños necesitan estudiar y así pueden acceder a Internet.
Pregunta: Tu trabajo es increíble, Sergiu. ¿Qué te hace seguir adelante?
Respuesta: Me impresiona toda esta solidaridad humana y espero que este horror acabe pronto... Este es un gran desafío para todos.