Injecting drug use IDU

ONUSIDA celebra la adopción de una resolución crucial que reconoce las medidas de reducción del daño en la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas

22 de marzo de 2024

VIENA/GINEBRA, 22 de marzo de 2024- ONUSIDA celebra la adopción hoy de una resolución clave en el 67º periodo de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas (CND), en la que se reconoce por primera vez la reducción del daño como parte importante de una respuesta eficaz de salud pública. La resolución anima a los Estados miembros a desarrollar y aplicar medidas de reducción de daños para minimizar las consecuencias adversas para la salud pública y la sociedad del uso no médico de drogas ilícitas. ONUSIDA felicita a la CND y a su Presidente por este hito histórico.

La resolución representa un hito en el compromiso político de reequilibrar la política de drogas hacia un enfoque de salud pública. Este cambio es fundamental para alcanzar los objetivos de la Estrategia Mundial contra el Sida 2021-2026.

La reducción de daños es un "paquete integral de intervenciones basadas en pruebas, fundamentadas en la salud pública y los derechos humanos, que incluyen programas de intercambio de agujas y jeringuillas (NSP), terapia de mantenimiento con agonistas opiáceos (OAMT) y naloxona para la gestión de sobredosis. La reducción de daños también se refiere a las políticas y estrategias que tienen como objetivo prevenir los principales daños a la salud pública e individual, incluidos el VIH, la hepatitis viral y la sobredosis, sin detener necesariamente el consumo de drogas". (Organización Mundial de la Salud, 2022).

Desde 2018, solo cinco países han informado de haber alcanzado el objetivo de proporcionar 200 agujas y jeringas estériles por persona que se inyecta drogas. En ese mismo periodo de tiempo, solo tres países informaron de que habían alcanzado el objetivo del 50 % de cobertura del tratamiento de mantenimiento con agonistas opioides entre las personas que se inyectan drogas.

La penalización del consumo y la posesión de drogas para uso personal en al menos 145 países, junto con la estigmatización, la discriminación y la violencia, sigue restringiendo tanto la prestación de servicios de reducción de daños que salvan vidas como el acceso a los mismos.

La falta de inversión en servicios de reducción de daños o de eliminación de las estructuras que impiden el acceso, incluidas las relacionadas con el género, han llevado a una situación en la que la prevalencia del VIH entre las personas que se inyectan drogas es 7 veces superior a la del resto de la población, y las personas que se inyectan drogas tienen la incidencia más alta a nivel mundial de cualquier población clave o vulnerable. En los países que disponen de datos, la prevalencia media del VIH entre las mujeres que se inyectan drogas es casi el doble que entre los hombres que consumen drogas.

En el marco de la Posición Común de las Naciones Unidas sobre las Drogas, ONUSIDA colabora con otros organismos de las Naciones Unidas y se asocia con gobiernos, organizaciones comunitarias y donantes para aumentar la prestación de servicios de reducción de daños y eliminar las leyes y políticas perjudiciales que crean obstáculos para acceder a dichos servicios, como la penalización de la posesión de drogas para uso personal. ONUSIDA trabaja para garantizar que todos los esfuerzos relacionados con la política de drogas sean conformes con los derechos humanos internacionales, tal y como se indica en las directrices internacionales sobre derechos humanos y política de drogas.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

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ONUSIDA insta a ampliar los servicios basados en pruebas para abordar la transmisión del VIH y la hepatitis viral entre las personas que consumen drogas

ONUSIDA insta a ampliar los servicios basados en pruebas para abordar la transmisión del VIH y la hepatitis viral entre las personas que consumen drogas

14 de marzo de 2024

VIENA/GINEBRA,14 de marzo de 2024- En la 67.ª reunión de la Comisión de Narcóticos de las Naciones Unidas que se celebra en Viena, ONUSIDA ha solicitado la ampliación urgente de los servicios para prevenir nuevas infecciones por el VIH y la hepatitis viral entre las personas que consumen drogas. Dirigiéndose a los delegados en su mensaje en vídeo, la directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, elogió a algunos países por hacer progresos en la implementación de programas basados en pruebas, pero pidió una acción más audaz.

«Aquí se reúnen líderes cuyas decisiones pueden salvar y transformar vidas, abordar la exclusión social y proteger la salud pública de todos. Como líderes, pueden cumplir con el compromiso compartido de poner fin al sida como amenaza para la salud pública para 2030, si todas las personas pueden garantizar los servicios de prevención del VIH, pruebas, tratamiento y atención que necesitan. Para poner fin al sida, debemos asegurarnos de que nadie se quede atrás», afirmó la Sra. Byanyima.

Desde la Declaración Ministerial de la Comisión de Narcóticos de las Naciones Unidas (CND) de 2019, se ha producido algún progreso en el reequilibrio de la política de drogas respecto de la salud pública. Varios países se han movido hacia un enfoque más basado en la salud pública para el consumo de drogas, con algunos, como Ghana, que despenalizan todo tipo de consumo personal de las drogas. ONUSIDA apoya a Brasil en la participación de las personas trans en la programación de la reducción del daño.

El contexto de la respuesta a la COVID-19 llevó a algunos países a aumentar la disponibilidad de dosis para llevar a casa de tratamiento de mantenimiento con agonistas opioides, como en Vietnam. Las comunidades han sido fundamentales para el progreso en los programas y las reformas políticas; en Kenya, Tanzania y Uganda, los grupos de pares han sido fundamentales en la realización de intervenciones de reducción del daño, sesiones de capacitación para la aplicación de la ley e iniciativas de concienciación, incluidos los servicios de reducción del daño centrados en las mujeres en Kenya.

Sin embargo, este progreso sigue siendo demasiado lento. Servicios como programas de jeringuillas y terapia de mantenimiento con agonistas opioides, cruciales para reducir el VIH y otros riesgos para la salud entre las personas que se inyectan drogas, solo existen en alrededor del 50 % de los países. En 2019, ONUSIDA informó de que solo el 1 % de las personas que se inyectan drogas tenía acceso a los servicios recomendados de reducción del daño y, desde entonces, ningún otro país ha informado de haber alcanzado los niveles recomendados de cobertura.

Con demasiada frecuencia, las leyes y las políticas siguen exacerbando la exclusión, y las personas que consumen drogas tienen siete veces más probabilidades de vivir con el VIH que otros adultos. La posesión de drogas para consumo personal sigue penalizada en 145 países, y 34 países mantienen la pena de muerte. El estigma y el profundo miedo que esto agrava están apartando a las personas de los servicios sanitarios que salvan vidas.

Christine Stegling, directora ejecutiva adjunta de ONUSIDA, asistió a la reunión en Viena y afirmó:

«Sabemos que prohibir las drogas no ha funcionado. Las leyes punitivas sobre drogas y las prácticas de aplicación de la ley crean barreras significativas para que las personas que se inyectan drogas accedan a una serie de servicios, lo que aumenta su riesgo de infección por el VIH y reduce su acceso a los servicios. Para proteger la salud pública, necesitamos despenalizar la posesión de drogas para consumo propio, necesitamos ampliar significativamente la prestación de servicios de reducción del daño y necesitamos asegurarnos de que las comunidades de personas que consumen drogas dispongan de los recursos adecuados y estén a la vanguardia de la respuesta». 

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Remarks by UNAIDS Executive Director

Global AIDS targets 2025 for people who use drugs: Where are we now?

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En las vísperas del Día Mundial del Sida, ONUSIDA pide apoyo urgente para que las comunidades lideren la lucha para poner fin al sida

28 de noviembre de 2023

Un nuevo informe de ONUSIDA demuestra el papel fundamental que desempeñan las comunidades en la respuesta al VIH y cómo la financiación insuficiente y las barreras perjudiciales están impidiendo su trabajo para salvar vidas y obstaculizan acabar con el sida.

LONDRES/GINEBRA, 28 de noviembre de 2023. A medida que se acerca el Día Mundial del Sida (1 de diciembre), ONUSIDA insta a los gobiernos de todo el mundo a liberar el poder de las comunidades locales para liderar la lucha para poner fin al sida. Un nuevo informe de ONUSIDA, Que lideren las comunidades, muestra que el sida puede dejar de ser una amenaza para la salud pública antes de 2030, pero solo si las comunidades de primera línea reciben todo el apoyo necesario de los gobiernos y los donantes.

«Las comunidades de todo el mundo han demostrado que están preparadas y dispuestas y que son capaces de liderar la ruta a seguir. Pero necesitan eliminar las barreras que obstaculizan su trabajo y disponer de los recursos adecuados para poder ampliar su contribución», afirmó Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA. «Con demasiada frecuencia, los responsables de la toma de decisiones tratan a las comunidades como problemas que deben gestionarse, en lugar de ser reconocidas y apoyadas como líderes. Las comunidades no se interponen en la ruta a seguir, sino que iluminan la ruta para poner fin al sida».

El informe, presentado en Londres durante un evento del Día Mundial del Sida encabezado por la organización de la sociedad civil STOPAIDS, muestra cómo las comunidades han sido la fuerza impulsora del progreso.

La defensa de la comunidad desde las calles hasta los tribunales y los parlamentos ha garantizado cambios revolucionarios en la política. La campaña de las comunidades ayudó a abrir el acceso a los medicamentos genéricos para el VIH, lo que condujo a reducciones considerables y sostenidas en el coste del tratamiento antirretroviral de 25 000 USD por persona y año en 1995 a menos de 70 USD en muchos de los países más afectados por el VIH a día de hoy.

Que lideren las comunidades muestra que invertir en programas contra el VIH dirigidos por la comunidad aporta beneficios transformadores. Establece cómo los programas realizados por organizaciones comunitarias en Nigeria se asociaron con un aumento del 64 % en el acceso al tratamiento del VIH, una duplicación de la probabilidad de uso de los servicios de prevención del VIH y un aumento cuádruple en el uso constante del preservativo entre las personas en riesgo de contraer el VIH. Señala también cómo entre los trabajadores sexuales, a los que llegó un paquete de intervenciones entre iguales en la República Unida de Tanzania, la tasa de incidencia del VIH se redujo a menos de la mitad (5 % frente al 10,4 %).

«Somos el vehículo del cambio que puede poner fin a las sistemáticas injusticias que siguen impulsando la transmisión del VIH. Hemos visto desarrollos revolucionarios con U=U, hemos mejorado el acceso a los medicamentos y hemos hecho grandes avances en la descriminalización», afirmó Robbie Lawlor, cofundador de Access to Medicines Ireland. «Sin embargo, se espera de nosotros que movamos montañas sin ningún apoyo financiero. Se supone que luchamos por un mundo más equitativo y tenemos la tarea de desmantelar el estigma, pero nos dejan fuera de debates que son cruciales. Estamos en un punto de inflexión. Las comunidades ya no pueden relegarse a la periferia. Ahora es el momento del liderazgo».

El informe destaca cómo las comunidades están a la vanguardia de la innovación. En Windhoek, Namibia, un proyecto autofinanciado por el Grupo de Capacitación de la Juventud está utilizando bicicletas eléctricas para proporcionar medicamentos contra el VIH, alimentos y apoyo a los jóvenes para comprobar que siguen las normas necesarias, ya que a menudo no pueden asistir a las clínicas debido a sus horarios escolares. En China, las organizaciones comunitarias desarrollaron aplicaciones para teléfonos inteligentes que facilitan el autodiagnóstico, lo que contribuyó a que el aumento de las pruebas del VIH fuese casi cuatro veces mayor en todo el país entre 2009 y 2020.

El informe revela cómo las comunidades también están haciendo que los proveedores de servicios sean responsables. En Sudáfrica, cinco redes comunitarias de personas que viven con el VIH inspeccionaron 400 centros en 29 distritos y realizaron más de 33 000 entrevistas con personas que viven con el VIH. En la provincia del Estado Libre, estos resultados llevaron a los funcionarios de salud provinciales a implementar nuevos protocolos de citas para reducir los tiempos de espera en la clínica y dispensar medicamentos antirretrovirales para períodos de tres y seis meses.

A pesar de la clara evidencia de impacto dirigido por la comunidad, las respuestas dirigidas por la comunidad no son reconocidas, tienen pocos recursos y, en algunos lugares, incluso están en el punto de mira. La represión de la sociedad civil y de los derechos humanos de las comunidades marginadas dificulta que las comunidades proporcionen servicios de prevención y tratamiento del VIH. La subfinanciación de las iniciativas lideradas por la comunidad hace que tengan dificultades para seguir operando y les impide expandirse. Si se eliminan estos obstáculos, las organizaciones lideradas por la comunidad pueden añadir un impulso aún mayor para poner fin al sida.

En la Declaración política de 2021 para poner fin al sida, los Estados miembros de las Naciones Unidas reconocieron el papel crítico que desempeñan las comunidades en la prestación de servicios para el VIH, especialmente a personas en mayor riesgo de contraerlo. Sin embargo, mientras que en 2012, cuando más del 31 % de la financiación del VIH se canalizó a través de organizaciones de la sociedad civil, diez años más tarde, en 2021, solo el 20 % de la financiación para el VIH estaba disponible, un retroceso sin precedentes en los compromisos que ha costado y sigue costando vidas.

«En estos momentos, la acción liderada por la comunidad es la contramedida más importante en la respuesta al sida», dijo Solange Baptiste, directora ejecutiva de la Coalición Internacional de Preparación para el Tratamiento. «Sin embargo, sorprendentemente, no es una piedra angular de los planes, agendas, estrategias o mecanismos de financiación globales para mejorar la preparación y la salud de todos ante la pandemia. Es hora de cambiar eso».

Cada minuto se pierde una vida por el sida. Cada semana, 4000 niñas y mujeres jóvenes se infectan con el VIH, y de los 39 millones de personas que viven con el VIH, 9,2 millones no tienen acceso a tratamientos que salven vidas. Existe un camino que pone fin al sida. Se puede acabar con el sida antes de 2030, pero solo lo conseguiremos si las comunidades lideran.

ONUSIDA insta a: Convertir los roles de liderazgo de las comunidades en el núcleo de todos los planes y programas para el VIH; financiar los roles de liderazgo de las comunidades de forma completa y fiable; y eliminar las barreras a los roles de liderazgo de las comunidades.

El informe incluye nueve ensayos de invitados de líderes comunitarios, en los que comparten su experiencia sobre los logros que han alcanzado, las barreras a las que se enfrentan y lo que el mundo necesita para poner fin al sida como amenaza para la salud pública.

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Hoja informativa — Últimas estadísticas sobre el estado de la epidemia de sida

Moldova lleva los servicios de reducción del daño a todas las cárceles

05 de mayo de 2023

Alexander Godin camina entre un gran número de puertas cerradas y escoltadas por un guardia hacia la farmacia del centro penitenciario 16. Esa es su rutina diaria. Se dirige a tomar su medicación, que consiste en una dosis de metadona similar a la de un jarabe. La metadona es un tratamiento agonista opioide que ayuda a las personas a superar los síntomas de abstinencia, reducir la dependencia a la heroína y prevenir la infección por el VIH por agujas infectadas.

Desde el año 2000, algunas cárceles de Moldova ofrecen servicios de reducción del daño.

Y hoy en día estos servicios ya están disponibles en todas.

«Llevo 10 años recibiendo tratamiento de sustitución con metadona», explica el Sr. Godin. Fue su familia quien le instó a aprovecharse de estos servicios para volver a estar sano.

«Durante años consumí drogas y opioides y, para ello, me hacía falta dinero, por lo que ahí también comenzaron los problemas con mi familia», añadió.  Desde que participa en el programa, se siente mucho mejor.

Cualquier nuevo recluso de los 17 centros penitenciarios del país tiene acceso a un psiquiatra y a un médico y, si se considera necesario, se le ofrece unirse a un programa de tratamiento. Los servicios integrales de reducción del daño no solo incluyen el tratamiento de la dependencia a los medicamentos, sino también el intercambio de jeringuillas y agujas, y las pruebas del VIH. La prevalencia del VIH es del 11 % entre las personas que se inyectan drogas en Moldova, frente al 0,36 % entre la población general.

Sin duda, son uno de los grupos más afectados del país. 

Para Maria Potrîmba, directora de enfermedades infecciosas en la prisión 16 (Pruncul), el ayudar a los reclusos a evitar las drogas tiene efectos de impacto positivo.

«Cuando un paciente recibe este tratamiento de sustitución, la persona es más consciente de las consecuencias y es más probable que se adhiera a su otro tratamiento», explicó.

Los centros penitenciarios y de internamiento también se aseguran de proporcionar jeringuillas limpias con una recogida regular cada dos días que realizan prisioneros voluntarios.

El jefe de la unidad médica de la cárcel 13 (Chisinau) considera que los servicios de reducción del daño son importantes tanto para los reclusos como para los propios empleados de la cárcel.

«Todos los voluntarios son reclusos, y la gran mayoría de ellos son personas que han recibido ya tratamiento por enfermedades transmisibles como el VIH, la hepatitis o la tuberculosis», afirmó Oleg Costru.

Con el paso de los años, Moldova ha ido dedicando más recursos a su programa en las cárceles. «Al principio, cuando se empezaron a ofrecer estos servicios, en realidad se financiaban con fuentes externas», explicó Irina Barbîroș, directora del departamento médico de la administración nacional de centros penitenciarios. «A medida que fueron pasando los años, el Estado asumió tanto su compromiso como la financiación de estos servicios dentro del presupuesto estatal».

ONUSIDA, UNODC y OMS llevan mucho tiempo apoyando la ampliación de estos servicios a todas las cárceles. A día de hoy, de acuerdo con Harm Reduction International, solo 59 países de todo el mundo proporcionan tratamientos con agonistas opiáceos en las cárceles.

Y esto pese a que se ha demostrado que la reducción del daño no aumenta el número de personas con dependencia a las drogas, sino que proporciona beneficios para la salud personal y pública.

Svetlana Plamadeala, directora nacional de ONUSIDA en Moldova, ha visto cómo los proyectos piloto van ganando terreno en el país y se siente muy orgullosa del éxito de la cobertura nacional.

«Se trata realmente de anteponer a las personas y de adoptar un enfoque sólido en lo que a salud pública se refiere», aseguró. Para ella, para poner fin al sida, la clave está en proteger la salud y los derechos humanos de las personas que consumen drogas. «Se trata simplemente de igualar».

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ONUSIDA apela a que los centros penitenciarios garanticen el acceso a los servicios de prevención, tratamiento y atención del VIH, incluidos los servicios de reducción del daño que salvan vidas

07 de mayo de 2023

Las políticas y prácticas en materia de reducción del daño ayudan a las personas que consumen drogas a mantenerse vivas y protegidas frente al VIH y la hepatitis C

Publicado con anterioridad al Día Internacional de la Reducción del Daño - 7 de mayo de 2023

GINEBRA, 5 de mayo de 2023 - Muchos sistemas penitenciarios se ven con dificultades para lidiar con la sobrecarga, los recursos inadecuados, el acceso limitado a la atención sanitaria y otros servicios de apoyo, la violencia y el consumo de drogas en sus centros. Solo en 2021, el número estimado de personas en prisión aumentó un 24 % en comparación con el año anterior, hasta alcanzar los aproximadamente 10,8 millones de personas, algo que incrementó la presión sobre unos sistemas carcelarios ya de por sí sobrecargados.   

Es innegable que en las cárceles el consumo de drogas es una realidad. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que en algunos países hasta el 50 % de las personas en prisión consumen o se inyectan drogas. Las prácticas no seguras de inyección de drogas suponen un factor de riesgo importante para la transmisión del VIH y la hepatitis C debido al acceso limitado a los servicios de reducción del daño, entre los que se incluyen preservativos, agujas y jeringuillas limpias, y a la falta de programas integrales de tratamiento farmacológico, en concreto la terapia de sustitución de opiáceos.

Las personas en prisión tienen 7,2 veces más probabilidades de vivir con el VIH que los adultos de la población general. ONUSIDA informa de que la prevalencia del VIH entre las personas en prisión aumentó un 13 % desde 2017, hasta llegar a alcanzar el 4,3 % en 2021. Aunque los datos son limitados, se cree que alrededor de una de cada cuatro personas de la población total de los centros de reclusión tiene hepatitis C.

«El acceso a la atención sanitaria, incluidos los servicios de reducción del daño, es un derecho humano fundamental, y no se debe negar a nadie ese derecho por estar encarcelado», afirmó Eamonn Murphy, director regional de ONUSIDA para Asia Pacífico, Europa Oriental y Asia Central. «Las cárceles suelen pasar inadvertidas entre los esfuerzos nacionales por responder al VIH. Precisamente por eso, urge un enfoque multisectorial y multifacético para salvar vidas, que incluya el acceso a agujas y jeringuillas limpias, así como un tratamiento eficaz para reducir la dependencia a los medicamentos opiáceos y para minimizar el estigma y la discriminación».

Entre los países que informaron a ONUSIDA en 2019 sobre la situación de sus centros de reclusión, solo 6 de 104 países contaban con programas de agujas y jeringuillas en al menos una cárcel; solo 20 de 102 países tenían en marcha programas de terapia de sustitución de opiáceos en al menos una cárcel, y 37 de 99 países ofrecían preservativos y lubricantes en algunas cárceles.

ONUSIDA, UNODC y OMS llevan mucho tiempo apoyando la ampliación de los servicios de reducción del daño a todas las cárceles. Sin embargo, según Harm Redution International, solo 59 países de todo el mundo proporcionan tratamiento con agonistas opioides en los centros de reclusión.

Algunos países ya han realizado grandes progresos al respecto en los últimos años. A pesar de los desafíos a los que se enfrentan los refugiados y de las repercusiones de la guerra en Ucrania, Moldova, que tiene una prevalencia del VIH del 3,2 % en sus cárceles, en comparación con el 0,4 % de la población general, ha destinado muchos más recursos a sus centros penitenciarios.

A principios de los 2000, en pocas de sus cárceles se ofrecían servicios de reducción del daño. Hoy en día, los 17 centros penitenciarios del país prestan servicios relacionados con la reducción del daño, entre los que se incluyen el suministro de metadona (un tratamiento agonista opioide), el acceso a psiquiatras, médicos y programas de tratamiento, el intercambio de agujas y jeringuillas, y la prevención del VIH, con sus respectivas pruebas, tratamiento y atención.

Svetlana Plamadeala, directora nacional de ONUSIDA en Moldova, afirmó: «Se trata de anteponer a las personas, tratarlas como iguales y adoptar un enfoque sólido y de salud pública, basado en los derechos humanos y las pruebas».

ONUSIDA, UNODC, UNFPA, OMS, OIT y PNUD recomiendan 15 intervenciones completas y fundamentales para salvar vidas y garantizar un programa eficaz contra el VIH en los centros de reclusión. Entre ellas destacan la prevención del VIH, las pruebas y el tratamiento, los preservativos, el lubricante, el tratamiento con agonistas opiáceos y la profilaxis posterior a la exposición. Sin embargo, esto no es más que solo una parte de la solución. ONUSIDA también recomienda que los países modifiquen sus leyes con el fin de despenalizar la posesión de drogas para uso personal.

ONUSIDA ha establecido unos ambiciosos objetivos para 2025, entre los que se incluyen: El 95 % de las personas en cárceles y otros centros de internamiento conocen su estado serológico, el 95 % que conocen su estado serológico están en tratamiento y el 95 % en tratamiento están suprimidos viralmente; el 90 % de los reclusos utilizaron preservativos en su última relación sexual con una pareja no estable; el 90 % de los reclusos que se inyectan drogas usaron agujas y jeringuillas estériles en su última inyección; y el 100 % de los reclusos tienen acceso regular a un sistema de salud adecuado o a los servicios liderados por la comunidad.

ONUSIDA no se cansa de defender el papel activo de las comunidades a la hora de planificar, proporcionar y supervisar los servicios para el VIH. Sin embargo, esto no siempre resulta sencillo en los entornos carcelarios. Sin el compromiso de la comunidad no será posible alcanzar las metas globales contra el sida. 


Para obtener más información sobre el trabajo de Moldova en relación con el VIH en las cárceles, se recomienda leer Moldova lleva los servicios de reducción del daño a todas las cárceles y ver https://youtu.be/JQYtnsiJKs0


El VIH y las personas recluidas en centros penitenciarios y otros lugares de reclusión

 

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El VIH y las personas recluidas en centros penitenciarios y otros lugares de reclusión

Nadie puede quedar a atrás, tampoco las personas que consumen drogas

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Related story: Moldova expands harm reduction services to all prisons

Nadie puede quedar a atrás, tampoco las personas que consumen drogas

04 de mayo de 2023

Daouda Diouf acude diariamente al recinto del Fann Hospital. Es una de las 250 personas inscritas en el programa de terapia de sustitución de opiáceos (OST) del CEPIAD*. La OST es una intervención reconocida en todo el mundo para reducir las conductas de inyección que ponen a las personas que se inyectan drogas en riesgo de contraer el VIH y otras enfermedades transmitidas por la sangre, como la hepatitis vírica.

«Yo estoy aquí para recibir mi tratamiento. Además, soy sastre, así que enseño a coser a otros usuarios de drogas», explicaba el Sr. Diouf mientras cortaba tela en su improvisado taller al aire libre. Mantenerse ocupado y vender sus prendas es lo que lo ha ayudado a mantenerse sano durante los últimos siete años.

Exactamente igual es el caso de otro de los participantes. Él ha descubierto su pasión por la jardinería, y ahora supervisa a otros pacientes en la zona verde del centro.

Para El Hadj Diallo, plantar semillas y podar árboles se ha convertido en una especie de terapia. «Cuando estamos aquí, nos olvidamos de nuestros problemas. Yo me siento feliz haciendo lo que hago, y es terapéutico para mí», aseguró.

Su otra terapia consiste en una dosis diaria de metadona. Mangane Boutha, el farmacéutico del centro, mide y distribuye cuidadosamente cada dosis en su oficina.

«La metadona es un medicamento que actúa como sustituto de la heroína, en nuestro caso es un jarabe que se dosifica en cantidades de 10 mg/ml con dosis que varían de un paciente a otro», explicó.

Fundado en 2014, CEPIAD ha atendido a más de mil personas y es uno de los primeros centros de reducción del daño en África occidental. Además de la sustitución de opiáceos, el intercambio limpio de agujas y el apoyo psicosocial, también ofrecen atención sanitaria.

«El CEPIAD se ha convertido en un centro de pruebas y diagnóstico tanto del VIH,  como de tuberculosis y hepatitis, y aparte también distribuimos preservativos», dijo el Dr. Idrissa Ba, quien coordina el centro.

En Senegal, la prevalencia del VIH entre las personas que se inyectan drogas es del 9 %, muy por encima del 0,5 % entre la población general. En todo el mundo, debido al estigma y la criminalización, las personas que se inyectan drogas se enfrentan a un riesgo 35 veces mayor de infección por el VIH que las personas que no se inyectan drogas.

Aunque tres cuartas partes de los pacientes son hombres, CEPIAD trabaja duro para llegar a más mujeres. De acuerdo con el Dr. Ba, entre las personas que consumen drogas, es más probable que sean las mujeres las que vivan con el VIH. 

Mariama Ba Thiam, que antes consumía drogas, vivió durante años en las calles. Ahora es educadora entre iguales en Dakar.  «Me muevo entre la comunidad y visito a los colegas para concienciarlos respecto de la importancia de dejar las drogas. También les insisto en todo lo referente a los riesgos para la salud. Para ello los remito a CEPIAD, donde, igual que a mí, pueden ayudarlos a dejar las drogas», explicó.

Su ruego: Conseguir una mayor financiación para que más mujeres y jóvenes acudan al centro.

En Senegal, aunque el consumo de drogas es un delito penal, el trabajo de CEPIAD cuenta con el apoyo del Gobierno, las Naciones Unidas y otros socios.

En el Día Internacional de la Reducción del Daño, ONUSIDA cree firmemente que, si de verdad queremos poner fin al sida para 2030, no podemos dejar a nadie atrás. Y ahí se incluye a todas las personas que consumen drogas.

* El Centro de Prise en Charge Intégrée des Addictions de Dakar (CEPIAD)

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La dura legislación sobre drogas socava la salud y los derechos humanos en Asia y el Pacífico

01 de marzo de 2023

Rosma Karlina y Yulistyo Dwi viven con sus dos hijos pequeños en la lluviosa ciudad de Bogor, en el sur de Yakarta.

La Sra. Karlina relató: “A veces vamos a museos para introducir a los niños a la historia o damos de comer a los ciervos del Palacio Presidencial. Es un entretenimiento sencillo, pero puede enseñar a los niños a amar incluso a los animales”.

Si su vida familiar es tradicional, su vida laboral es todo menos eso. La Sra. Karlina es la fundadora y Directora de Suar Perempuan Lingkar Napza Nusantara (también denominada en inglés Womxn's Voice), una organización que defiende y atiende a mujeres y a mujeres trans que consumen drogas. Bambang, conocido popularmente como Tedjo, fundó la AKSI Keadilan Indonesia (también conocida como Indonesian Justice Action Foundation). Desde 2018, su equipo ofrece asistencia jurídica y apoyo a personas que consumen drogas y defiende sus derechos.

Sus jornadas de trabajo son una mezcla de organización comunitaria, burocracia paralegal y atención a llamadas de socorro. Una clienta denunció violencia doméstica por parte de su marido. Cuando la policía llegó a la casa, el marido informó a los agentes del consumo de drogas de su mujer y la detuvieron a ella en lugar de a él.

Las organizaciones abogaron con éxito por que un hombre saliera de un centro de rehabilitación obligatoria para que pudiera acceder al tratamiento del VIH. De lo contrario, habría estado tres meses sin tomar sus medicamentos.

Las organizaciones han sido testigos de muchos ejemplos de mujeres que viven con el VIH que se enfrentan a un desprecio extremo. En una ocasión, un agente de policía arrojó un paquete de compresas a la celda de una mujer en lugar de pasárselo y alegó miedo de estar cerca de ella.

La Sra. Karlina afirmó: “Desde 2018 he visto muchas violaciones de derechos perpetradas por agentes de la autoridad: abuso físico, psicológico e incluso económico”. Y, además, puntualizó que “extorsionan a las familias por dinero para que sus seres queridos puedan volver a casa”.

La actual Rosma Karlina, educadora y apasionada activista, evolucionó tras casi dos décadas de abuso de sustancias. Ha estado 17 veces en centros de rehabilitación. Tocó fondo durante un encarcelamiento de 18 meses por posesión de heroína.

“Mi familia pagó mucho dinero a la fiscalía, pero aún así, seguía en prisión. Perdí la custodia de mi hijo mayor. El juez pensó que no merecía ser madre porque consumía drogas”, relató.

Tedjo también evolucionó de la adicción al activismo.

“Consumí drogas entre 1989 y 2015. Ha sido un largo viaje”, reflexionó. “Cuando mi vida era un desastre, hice daño a mucha gente. No fue fácil demostrar que había mejorado”.

Estas personas son dos de las más destacadas por alzar su voz con respecto a cómo la dura legislación penal sobre posesión y consumo de drogas acarrea violaciones de los derechos de las personas que consumen drogas, al tiempo que reduce el acceso a los servicios sanitarios.

Un análisis político y jurídico de 38 países realizado por ONUSIDA y el PNUD reveló que 14 países de la región cuentan con castigo corporal o pena capital por el uso o posesión de drogas. Algunos estados han justificado los asesinatos extrajudiciales por delitos por consumo o posesión de drogas.  Se estima que, en 2021, el 12 % de las nuevas infecciones por el VIH en Asia y el Pacífico se produjeron entre personas que se inyectaban drogas.

 “La guerra contra las drogas ha creado un gran estigma social y una cultura que ve a toda una comunidad como criminales. Cuando accedemos a la asistencia sanitaria, nos tratan como si fuéramos malas personas”, manifestó Tedjo.

Francis Joseph, el Coordinador Regional de la Network of Asian People who Use Drugs (NAPUD, por sus siglas en inglés), explicó que al carecer de entornos legalmente favorables, estas personas no tienen acceso a los servicios adecuados.

“Los profesionales sanitarios y los organismos del orden público los tratan con violencia y abuso”, confesó. “Por ello, no quieren destaparse y reconocer: 'He compartido agujas y jeringas y ahora necesito una prueba del VIH'.  Puesto que las personas que consumen drogas no son bienvenidas en nuestros centros sanitarios, lo que provoca esto es que huyan del sistema y se queden fuera de él”.

Lord Lawrence Latonio, un estudiante de derecho y socio de la Community Access to Redress and Empowerment (CARE, por sus siglas en inglés), ha puntualizado que Filipinas también criminaliza la posesión de lo que se considera parafernalia de drogas. Asimismo, esto implica que los educadores inter pares que distribuyen agujas y jeringas limpias tengan que estar alerta para no ser detenidos.

Afortunadamente, los defensores presionaron con éxito para que se incluyera la protección a los trabajadores sanitarios que proporcionan servicios para el VIH en la Ley de Política sobre el VIH y el Sida de 2018. Parte de la labor de CARE consiste en impartir conocimientos jurídicos básicos para que las comunidades puedan comprender sus derechos. Y también cuenta con una red de funcionarios inter pares trabajando en diferentes regiones para apoyar a los miembros de las comunidades de población clave y a las personas que viven con el VIH a obtener reparación en casos donde se hayan violado sus derechos.

Veintiún países de la región cuentan con centros estatales de detención y rehabilitación obligatoria o centros similares para personas que consumen drogas. Estos consisten en una forma de confinamiento donde aquellos acusados o conocidos por consumo de drogas son ingresados de manera involuntaria para su desintoxicación y supuesto tratamiento. Se ha indicado que las condiciones incluyen trabajo forzoso, falta de nutrición adecuada y acceso limitado a asistencia sanitaria.

En 2012 y 2020, los organismos de las Naciones Unidas exigieron el cierre definitivo de estos centros de internamiento involuntario. Pero según un informe de 2022 se han paralizado, en gran medida, los avances en este asunto en el Este y el Sudeste Asiático.

“ONUSIDA está trabajando con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) para alentar a estos países a pasar de centros de internamiento involuntario a tratamientos voluntarios de base comunitaria que proporcionen servicios basados en pruebas y en derechos humanos”, anunció el Asesor Jurídico y de los Derechos Humanos de ONUSIDA Asia y el Pacífico, Quentin Lataire.

ONUSIDA Indonesia está colaborando con Womx'n Voice para poner a prueba un programa piloto multisectorial de refugio y educación para mujeres y niños en Bogor. Sus acciones incluyen protección social, respaldo jurídico, apoyo a la salud mental, educación sanitaria y sobre el VIH y acompañamiento a los servicios.

La Sra. Karlina ha pedido mayores inversiones en asistencia a la salud mental, reducción de la pobreza y educación. “Necesitamos evaluaciones adecuadas para poder analizar mejor cada situación y encontrar la solución más eficaz. La cárcel no es la respuesta. Si nos veis como seres humanos, nos cuidaréis como seres humanos”, insistió.

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