Fotos: UNAIDS/P.Caton
Ha pasado un año desde que el ciclón Idai llegó a la provincia de Sofala, Mozambique. Allí, uno de cada seis habitantes está viviendo con VIH. El ciclón provocó inundaciones devastadoras que arrasaron hogares, bienes, documentos y medicinas y destruyeron o dañaron gravemente centros de salud de toda la provincia; como consecuencia, miles de personas fueron desplazadas.
ONUSIDA ha respondido ayudando a restablecer programas de apoyo comunitario para encontrar a miles de personas que dejaron de recibir tratamiento para el VIH. Para ello han contado con la colaboración de autoridades nacionales y provinciales, incluido el Ministerio de Salud de Mozambique. El objetivo es garantizar que estas personas hayan recibido el apoyo necesario para restablecer su tratamiento y seguir recibiéndolo.
ONUSIDA proporcionó bicicletas a voluntarios de la comunidad y activistas del VIH para ayudarles a contactar con las personas afectadas por las inundaciones y con aquellas que perdieron sus programas de tratamiento.
Los activistas de la comunidad se desplegaron en las zonas afectadas por el desastre.
Pedro José Henriques, de 14 años, perdió todo cuando llegó el ciclón, incluso su medicación y su carnet de identidad. Los activistas de la comunidad apoyados por ONUSIDA le ayudaron a recibir un nuevo carnet de identidad para que pudiese registrarse de nuevo en el centro de salud y recibir nuevos medicamentos antirretrovíricos.
«Estaba muy feliz de recibir mis nuevas medicinas», afirma. «Cuando los activistas nos encontraron no nos quedaba nada. Al menos ahora mi abuela y yo tenemos donde quedarnos y, aunque no sea mucho, es mejor que dormir a la intemperie».
Rita Manuel es una mujer con discapacidad y vive con el VIH al igual que su marido. Cuando perdieron a sus dos hijos por enfermedades relacionadas con el sida, decidieron dejar de tomar sus medicamentos para el VIH. Perdieron las ganas de vivir.
Tras el ciclón, los activistas del programa de seguimiento de las personas que se habían quedado sin tratamiento visitaron tres veces a la pareja. Finalmente, Manuel y su marido accedieron a acudir al centro médico y volver a tomar su medicación.
Los activistas pertenecen a una asociación denominada Kupulumussana, que se traduce como «nos apoyamos los unos a los otros».
En la actualidad, Manuel está incluso participando en algunas de las actividades de la asociación. «No estoy verdaderamente contenta porque desearía haber conocido este tratamiento para mis hijos», afirma, «pero estoy agradecida de estar viva, tener gente apoyándome y de que la situación haya mejorado».
Peter Joque pertenece también a una asociación para ayudar a los afectados por el desastre. La asociación Kuphedzana le ayudó a recuperarse y a reconstruir su hogar tras el ciclón.
Esto le motivó a ayudar en la búsqueda de personas que necesiten medicamentos contra el VIH. Utiliza los registros de los hospitales para buscar a personas que fueron desplazadas y,
cuando da con ellas, dedica tiempo a hablarles sobre la importancia de seguir recibiendo tratamiento. La estrategia de Joque de ir de puerta en puerta le llevó a localizar a 40 personas que viven con el VIH y a convencerlas de retomar la terapia antirretrovírica.
«Hablar con alguien cara a cara hace que sea más fácil convencer a la persona para que vuelva al centro de salud», afirma. «El estigma y la discriminación siguen planteando desafíos para las comunidades».
El personal sanitario como Alfredo Cunha, trabajador en el centro de salud de Macurungo, trata a todos los pacientes con dignidad y respeto y todo el mundo recibe la mejor atención posible.
Sowena Lomba perdió a su marido en 2014 a causa de una enfermedad relacionada con el sida. Cuando ella empezó a enfermar, pensó que había contraído la malaria, pero cuando se hizo la prueba del VIH, los resultados dieron positivo. Durante las inundaciones perdió su carnet de identidad y no pudo seguir recibiendo tratamiento, pero los activistas le ayudaron a recibir una documentación nueva y a retomar el tratamiento.
Lomba afirma estar agradecida de estar viva por el bien de sus hijos, Evalina y Mario.
En los últimos 12 meses, los activistas de la comunidad ya han ayudado a más de 20 000 personas a retomar el tratamiento. Afirman que no se detendrán hasta haber encontrado a todas las personas que dejaron de recibir tratamiento, incluidas aquellas personas que lo necesitaban con anterioridad a los eventos catastróficos de marzo de 2019.
«Seguimos trabajando en ello y no nos detendremos hasta que todas las personas que viven con el VIH reciban tratamiento y atención», dice uno de los activistas.