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ONUSIDA acoge positivamente la decisión parlamentaria de derogar la ley que penaliza la transmisión del VIH en Zimbabwe

18 de marzo de 2022

GINEBRA, 18 de marzo de 2022— ONUSIDA felicita al parlamento de Zimbabwe por derogar la sección 79 del Código Penal, que criminaliza la transmisión del VIH. El presidente va a firmar un nuevo proyecto de ley de matrimonio, adoptado por el parlamento y que deroga la sección del Código Penal, para su entrada en vigor. La penalización de la transmisión del VIH es ineficaz, discriminatoria y mina los esfuerzos de reducir las nuevas infecciones por el VIH. Ese tipo de legislación disuade a las personas de realizarse pruebas del VIH y de que se les derive al tratamiento y los servicios de prevención apropiados. 

«Los objetivos de salud pública no se cumplen si a las personas se les niegan sus derechos individuales y elogio a Zimbabwe por haber dado este paso tan importante», dijo la directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima.  «Esta decisión refuerza la respuesta al VIH en Zimbabwe, a través de la reducción del estigma y de la discriminación que, con demasiada frecuencia, impiden a los grupos de personas que están en una situación social vulnerable recibir servicios de prevención del VIH, atención y tratamiento».

ONUSIDA ha trabajado en estrecha colaboración con el Consejo Nacional sobre el Sida de Zimbabwe, la organización Zimbabwe Lawyers for Human Rights, parlamentarios, activistas de la sociedad civil y comunidades para promover la derogación de la ley que penaliza el VIH.  La aplicación demasiado amplia e inapropiada de la legislación penal contra las personas que viven con el VIH sigue siendo una constante preocupación por todo el mundo.  Más de 130 países todavía penalizan la ocultación, exposición y transmisión del VIH a través de legislación penal específica o general. 

En 2018, ONUSIDA, la Asociación Internacional de Proveedores de Atención al Sida y la Sociedad Internacional de Sida reunieron a un grupo de expertos científicos que desarrollaron una Declaración de Consenso de Expertos en la Ciencia del VIH en el Contexto de la Legislación Penal. La declaración hace un llamamiento para que el sistema de justicia penal garantice que la aplicación de la ley en las causas penales relacionadas con el VIH se base en evidencias científicas. 

Zimbabwe ha progresado mucho en la respuesta al VIH a lo largo de la última década. Se estima que 1,2 millones de las 1,3 millones de personas que viven con el VIH en el país se tratan con medicamentos que salvan vidas. Las muertes relacionadas con el sida han disminuido en un 63 % desde 2010 y las nuevas infecciones por el VIH se han reducido un 66 % en el mismo periodo.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

Contacto

UNAIDS Geneva
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El dispar avance en la respuesta al sida gira en torno a las desigualdades

20 de septiembre de 2021

El progreso contra el VIH siempre ha sido desigual. Los pasos dados gracias a los enfoques centrados en las personas dentro de los programas para el VIH de mayor rendimiento se han visto atenuados por la acción insuficiente que impera en otros países.

Zimbabue ha ido a la cabeza relacionado con las pruebas y el tratamiento del VIH. El impuesto contra el sida implantado por el país sudafricano ha movilizado una importantísima cantidad de financiación nacional. Las comunidades tienen un fuerte compromiso con la prestación de servicios, y el apoyo financiero y técnico internacional ha sido sólido y constante. El 82 % de los adultos que viven con el VIH en el país ha logrado suprimir su carga viral. Por el contrario, Mozambique se ha quedado rezagado con respecto a la media regional, y allí casi la mitad (el 44 %) de los adultos que viven con el VIH aún no ha logrado suprimir su carga viral. Los conflictos, el cambio climático, los altos niveles de pobreza y las malas infraestructuras sanitarias son algunos de los muchos retos a los que se enfrenta el país.

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«Aunque somos trabajadoras sexuales, seguimos siendo personas»: así se vive la dura realidad del trabajo sexual en Zimbabue

02 de junio de 2021

Con su bebé en brazos, Melody (Melody, en la foto de arriba, prefirió usar su primer nombre para esta historia) huyó de su casa en Harare, Zimbabue, una noche después de que unos policías entraran en su vivienda y dispararan a su marido hasta acabar con su vida.

«No tenía ni idea de que mi marido fuera un criminal. Una noche, mientras dormíamos, la policía entró a la fuerza en nuestra casa y lo mató», relata.

Con miedo a perder su vida y sin nada de dinero, buscó refugio en el hogar de Emma Mambo, en la foto de abajo, una educadora entre iguales y activista comunitaria en Epworth, al sudeste de la capital de Zimbabue.

La Sra. Mambo, cariñosamente conocida como MaiTino, es voluntaria de Katswe Sistahood, una organización que busca capacitar a mujeres y niñas jóvenes para que reivindiquen su salud y sus derechos en materia sexual y reproductiva. Lleva a cabo un enorme trabajo con mujeres de su comunidad, incluidas las trabajadoras sexuales. También dirige un grupo de danza y teatro para chicas adolescentes y mujeres jóvenes, en el cual se analizan, a través de las artes, los distintos problemas a los que se enfrentan.

«No se trata de un trabajo remunerado, pero me encanta Katswe porque me hizo crecer, sentirme capaz y darme cuenta de que puedo enseñar y trabajar con gente. Incluso cuando recibo llamadas telefónicas por la noche de alguien que me pide ayuda, no me importa», insiste. Y todo ello pese a no ser una empleada y, además, criar a su hija, Tanaka, en la imagen de abajo, como madre soltera.

«Algunas de las circunstancias que rodean a estas mujeres despiertan en mí un tremendo dolor. A veces hasta uso mi propio dinero para ayudarlas, aun cuando a mí también me cuesta llegar a fin de mes», continúa.

Tras huir de su casa, Melody tuvo problemas para subsistir y sacar adelante a su hijo: el dinero no llegaba. Pronto se vio obligada a regresar al trabajo sexual, una vida que había dejado atrás al casarse.

El trabajo sexual para Melody y otras mujeres de Zimbabue es una industria difícil y peligrosa que, sin embargo, da trabajo. Aunque la violencia de género es una epidemia mundial que afecta a una de cada tres mujeres en todo el mundo, su impacto es aún mayor en el caso de las trabajadoras sexuales.

Zimbabue es uno de los 103 países del mundo en los que se criminaliza el trabajo sexual. De esta forma, las trabajadoras sexuales quedan desprotegidas por la ley y se ven expuestas a un sinfín de violaciones de los derechos humanos.

Según los estudios, las trabajadoras sexuales a menudo son víctimas de la violencia de la policía, los clientes y las parejas, lo que aumenta su riesgo de contraer el VIH. La prevalencia del VIH entre las trabajadoras sexuales en Zimbabue es tremendamente elevada, se calcula que ronda el 42,2 %. Las trabajadoras sexuales también sufren el estigma y la discriminación, y son objeto de una tremenda falta de privacidad por parte de los trabajadores sanitarios.

En este sentido, la Sra. Mambo afirma: «Cuando acudimos a una clínica, nuestra dignidad se olvida y a menudo se nos niega la atención médica que precisamos. Esto se agudiza en el caso de las trabajadoras sexuales que acuden con una enfermedad de transmisión sexual. Los propios sanitarios enseguida se encargan de pregonar a los cuatro vientos lo que nos pasa».

Y lo mismo sucede en el caso del tratamiento para el VIH. La Sra. Mambo ayudó a una joven trabajadora sexual a buscar asesoramiento y solicitar una prueba del VIH, y al final descubrió que la chica se dio a la fuga en lugar de ir a recoger su tratamiento.

«Cuando por fin conseguí hablar con ella, me confesó que en la clínica no se respetaba en absoluto la privacidad. Todo el mundo podría verla recoger su medicación. Y entonces la ayudé a encontrar un transporte que la llevara a recoger su tratamiento de cualquier otro sitio», recuerda.

Como trabajadora sexual en Harare, Trish (Trish, en la foto de abajo, prefiere usar solo su nombre de pila para esta historia) conoce bien los peligros del comercio, incluida la violencia de género. Los clientes a menudo consumen alcohol y se vuelven violentos con las trabajadoras sexuales.

«Por ejemplo, la semana pasada no pude salir de casa. Tenía el ojo hinchadísimo. Te golpean hasta que te hieren de verdad. Y si denuncias a la policía, el cliente soborna para que ni te escuchen. Por el simple hecho de ganarte la vida como trabajadora sexual, te ven como algo sin valor y sin poder», narra.

La policía también acosa a las trabajadoras sexuales y las ridiculiza por su trabajo, detalla la Sra. Mambo, que a menudo recibe llamadas de las trabajadoras sexuales en prisión.

«A veces la policía entra en un bar y exige que todo el mundo se tumbe en el suelo, y entonces empieza a buscar gente y a asestar golpes. Si tienes mala suerte, pueden incluso detenerte», se lamenta.

Inmersa en la realidad de los arrestos y los asaltos, para Melody la pobreza fue la única razón que la empujó a entrar en el mundo del trabajo sexual, el cual ya había conocido con tan solo 19 años Tras la muerte de su primer marido, se enamoró de un hombre con un buen empleo que podía cuidar tanto de ella como de su hijo y logró escaparse por un tiempo de ese comercio sexual.

Sin embargo, aquello duró poco, ya que a su segunda pareja la arrestaron enseguida por robar en su lugar de trabajo.

«No puedo decir nada en contra de mi última pareja, que fue arrestada», dice Melody. Pero aún no ha sido capaz de liberarse de la reputación que se le atribuyó por culpa de su primer marido.

«Cuando trabajo en bares, la policía me acosa por quién fue mi primer marido», dice Melody. «La policía debería velar por nosotras, para que podamos trabajar libres de abusos». Nuestros hijos necesitan comer y nuestros padres necesitan ser atendidos», reitera.

Sus experiencias personales y laborales con hombres han afectado negativamente a su percepción del género masculino. Sin embargo, dice que no expresa completamente su dolor porque son los hombres quienes pueden darle de comer.

Pero se niega a que esto sea así para siempre. «Desearía encontrar un trabajo mejor que no me exponga a tanto peligro», expresa.

La Sra. Mambo también sueña con una vida más allá de sus circunstancias actuales. «Alguien me ofreció un pedazo de terreno en el que poder cultivar. Busco fertilizantes para cultivar patatas porque el trabajo sexual y mi edad ya no están en sintonía», afirma.

#NotYetUhuru: Patson Manyati, a sus 60 años, habla sobre ser homosexual en Zimbabwe*

17 de mayo de 2021

Patson Manyati parece una persona solitaria y extraña en una sala repleta de jóvenes veinteañeros. Su elegante aplomo, su barba canosa y su camisa azul celeste hacen que parezca al menos 40 años demasiado mayor para este escenario.

El señor Manyati visita por primera vez el centro de acogida y consulta de homosexuales "Gays and Lesbians of Zimbabwe" (GALZ) en Mutare, al este del país. GALZ es una asociación de miembros que fomenta, representa y protege los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) en Zimbabwe.

Aunque pueda parecer que el señor Manyati está fuera de lugar, encontrarse en GALZ es lo más "cómodo" que se ha sentido como hombre gay en los 60 años que lleva viviendo en Zimbabwe  

"Cuando veo a gente como yo, me siento muy feliz", afirma con su voz musical y suave, mientras sus ojos no dejan de brillar cuando habla. Es extraordinario para alguien que ha crecido rodeado de un tipo de homofobia imperante que, tan recientemente como en 2017, presenció como el expresidente describía a los homosexuales como "peor que los perros y los cerdos".

GALZ sostiene que el odio y el miedo causados por la característica homofobia del difunto presidente "se siguen sintiendo en Zimbabwe hoy en día".

Aunque estar en GALZ le hace feliz, en cuanto el señor Manyati se aventura a salir más allá de las puertas de las instalaciones, debe mantenerse alerta y precavido. Más allá de los insultos, la amenaza de cárcel es real, ya que Zimbabwe castiga las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo con hasta 14 años de prisión.

Además de la cárcel, las personas LGBTI también tienen que hacer frente día a día a la discriminación, la violencia y los delitos de odio, no solo en Zimbabwe, sino también en los 69 países del mundo que penalizan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.

También incluso en países que no lo hacen, como su vecina Sudáfrica. Aunque el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal y los derechos LGBTI están constitucionalmente consagrados, ser homosexual es peligroso. En los primeros seis meses de 2021, se ha producido una serie de asesinatos de hombres gays jóvenes y un fuerte llamamiento de la comunidad LGBTI para que el gobierno, los medios de comunicación y el público aborden los delitos de odio con mayor seriedad.

En estas condiciones, constituye un acto de rebeldía el mero hecho de existir y, más aún, de ser deliberadamente feliz.

La felicidad es algo que el señor Manyati ha intentado forjar para sí mismo, a pesar de las dificultades.

Nacido en Mutoko, un pequeño pueblo de la provincia zimbabuense de Mashonalandia Oriental, dice que sus padres esperaban que se casara a los veinte años con una mujer y que perpetuara el nombre de la familia como uno de los siete hijos de los Manyati.

No obstante, por más que sus padres insistieron en el matrimonio, él se mantuvo firme en su postura. Debido a que era el único al cuidado de sus padres y hermanos, finalmente ellos cedieron y vivió su vida soltero, sin salir del armario con sus padres. 

"No pude casarme porque tengo el cuerpo de un hombre pero, por dentro, me siento una mujer. Sé que lo soy... me siento... como una mujer. Así que, ¿por qué debería casarme con una mujer?", se pregunta, mientras se esfuerza visiblemente por manejar conceptos complejos sobre su identidad de género sin tener el vocabulario necesario para hacerlo.

En GALZ, todo el mundo le dice "quienes son", explica Manyati. Puede que con unas cuantas visitas más y un mayor contacto con los jóvenes que le rodean, mucho más conscientes de su orientación sexual e identidad de género, no sea demasiado tarde para que el señor Manyati ponga nombre a sus sentimientos.

GALZ es un soporte para sus miembros. Ofrece citas regulares en su centro de acogida y consulta de Harare, así como derivaciones a sus otros centros de Mutare y Masvingo para una serie de servicios de atención sanitaria, incluidos la prevención y el tratamiento del VIH. También proporciona un servicio de asesoramiento esencial y espacios seguros para que las personas LGBTI socialicen y descansen, lejos de las “duras” calles.

Los dirigentes de GALZ afirman que las cosas están mejorando lentamente para las personas LGBTI en Zimbabwe.

En 2017 GALZ se incluyó como uno de los participantes oficiales en la propuesta de financiación que desarrolló el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Esto contribuyó a la obtención de dos millones de dólares estadounidenses para destinar a programas de ayuda a los gays y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres; la mayor inversión nunca hecha en la respuesta al VIH y en la salud sexual y reproductiva para la comunidad. La financiación hizo posible la creación de los tres centros de acogida y consulta de GALZ.

El Consejo Nacional sobre el Sida de Zimbabwe presenta un foro de grupos de población clave, apoyado por ONUSIDA, del cual GALZ forma parte. El Consejo Nacional sobre el Sida está trabajando para mejorar la salud y el bienestar de los grupos de población clave, aunque su actividad se siga criminalizando.

Pese al progreso, el estigma y la discriminación persistentes a los que se enfrenta la comunidad LGTBI han hecho que el Sr. Manyati y otras personas de su generación lleven una vida en aislamiento. 

“Estar solo hace que me sienta más seguro”, confiesa el Sr. Manyati, mientras añade que todos sus compañeros y amigos de la comunidad LGBTI han muerto desde entonces. “A veces lloro”, suspira.

Cuando los amigos del Sr. Manyati vivían, lo hacían al máximo, a pesar de que la ley supusiese una constante amenaza, y seguían sin tener suerte en el amor con los hombres que encontraban. 

“[Sabrías que] a él en realidad no le gustas porque tiene otro amor en alguna parte y tú solo eres uno más. Al final se casa y te deja”, opina el Sr. Manyati de estos encuentros.

El Sr. Manyati insiste en que ya es “demasiado viejo” como para buscar el amor ahora y en que, en su lugar,  preferiría centrarse en el cuidado de su salud, como uno de los estimados 1,4 millones de zimbabuenses que viven con el VIH.

El Sr. Manyati descubrió que estaba viviendo con el VIH hace cinco años, cuando desarrolló una tos. Acudió a una organización local no gubernamental, New Start, para que le realizaran una prueba del VIH y, después de tomar un tratamiento para la tuberculosis, inició el del VIH de inmediato. Su salud es su principal prioridad.

“Sigo con el tratamiento del VIH. Por eso en estos momentos me veo sano”, concluye el Sr. Manyati con los ojos todavía brillantes.

* “Not Yet Uhuru” es una cita del luchador por la libertad de Kenia Oginga Odinga. Uhuru es una palabra swahili que significa “libertad”; por lo tanto, en líneas generales significa “todavía no somos libres”.  Se trata de un hashtag que GALZ usa de forma habitual en las publicaciones de sus redes sociales.

Desafía el estigma, persigue tu derecho a la salud

20 de enero de 2021

Las adolescentes y las mujeres jóvenes deben velar ante todo por su salud sexual y reproductiva, y luchar para acceder tanto a los servicios relacionados con la misma como a la información relativa a sus derechos. El estigma y las normas de género dañinas asociadas a la salud sexual y reproductiva y a los derechos no van a ningún lado, afirma Nyasha Phanisa Sithole, líder en materia de salud sexual y reproductiva y derechos humanos en Zimbabwe.

«Si vives con miedo al estigma, nunca lograrás acceder a estos servicios, porque ahora mismo aún estamos lejos de lograr un entorno libre de estigma», insiste. 

La Sra. Sithole pertenece a Athena Network. Trabaja como defensora de derechos y salud sexual y reproductiva, y es líder regional en lo que a la defensa, el liderazgo y la formación de mujeres jóvenes se refiere. Desde el papel que desempeña, está convencida de que todo el mundo puedo aportar su granito de arena para cambiar su statu quo e influir en la toma de decisiones.

«Mi historia es una más de las muchas que existen. Soy esa adolescente que, a los 16 años de edad, necesitaba acceder a los productos básicos para prevenir el VIH, pero solo tenía los preservativos a mi alcance y, en ocasiones excepcionales, profilaxis previa a la exposición», relata la Sra. Sithole recordando su adolescencia.

A pesar de esta historia, que es una habitual, es fundamental satisfacer las necesidades relacionadas con los servicios para el VIH, la salud sexual y reproductiva, los derechos y la violencia de género en las regiones de África oriental y meridional.

Las adolescentes y las mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años representan el 29 % de las nuevas infecciones por el VIH entre adultos de 15 años en adelante en las regiones de África oriental y meridional, si bien este grupo solo constituye el 10 % de la población total. Dicho porcentaje se traduce en 3600 nuevas infecciones por el VIH a la semana entre chicas adolescentes y mujeres jóvenes en la región, una cifra que es más del doble de la observada entre los hombres jóvenes de la misma edad (1700 semanalmente).

El estigma y la discriminación a los que se enfrentan las personas jóvenes, sobre todo las adolescentes y las mujeres jóvenes, a la hora de acceder a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva crean grandes barreras a distintos niveles, entre ellos el individual, el interpersonal, el comunitario y el social. 

Asimismo, entre las violaciones de los derechos a la salud documentadas están el revelar sin consentimiento el estado de salud, el negar a una persona el acceso a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, y el ejercer violencia psicológica al respecto.

En el año 2014 la Sra. Sithole se infiltró como una paciente secreta en un centro de atención sanitaria para jóvenes situado en Harare, la capital de Zimbabwe, en un distrito repleto de zonas residenciales y escuelas. La primera persona con la que se topó en el centro fue un guarda de seguridad nada discreto.

«Me preguntó: “¿Qué necesitas?“ Una prueba de detección del VIH, le contesté yo. Y ahí volvió a preguntarme: ¿“Asi wakarumwa?”  Que en español significa algo así como “¿Te han metido el veneno? En Shona, este es el lenguaje de la calle que se utiliza para hablar de alguien que tiene una enfermedad de transmisión sexual», cuenta.

Si no hubiera estado bien informada de la situación, la Sra. Sithole confiesa que habría entrado en pánico. «Es algo que te puede hacer sentir miedo o echar para atrás, porque te dices a ti misma: “Es solo un guarda de seguridad. ¿Por qué se burla de mí y de mi situación?“. Porque, párate a pensar, imagina. Si yo verdaderamente tuviera un problema médico que quisiera solucionar, ¿qué pasaría entonces?». 

La Sra. Sithole explica que, muchas veces, los proveedores de salud miran con desdén a las adolescentes y mujeres jóvenes que quieren acceder a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva. Incluso las juzgan y preguntan: «¿Cuántos años tienes y para qué necesitas los preservativos o los métodos anticonceptivos?».

En lo que respecta al estigma derivado del acceso a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, las organizaciones de la comunidad desempeñan un papel clave para las adolescentes y las mujeres jóvenes. Estas organizaciones capacitan mediante la información en materia de derechos y salud sexual y reproductiva, y las derivaciones de unos servicios a otros. 

Sin embargo, la COVID-19 ha impactado enormemente en la gran labor de estas organizaciones en Zimbabwe, país en el que se impuso el confinamiento para frenar la propagación del virus.

«En mi opinión, ningún Gobierno fue justo a la hora de imponer las fuertes restricciones a todas y cada una de las organizaciones que trabajaban en la comunidad», afirma la Sra. Sithole, y añade, además, que este proceder repercutió muy negativamente en el acceso de los jóvenes a los servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva.

Con el fin de mitigar los riesgos, la Coalición Mundial para la Prevención del VIH, coorganizada por ONUSIDA y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, se subió a bordo para proporcionar apoyo económico y técnico a Athena Network en diez países, entre ellos Zimbabwe, para establecer enlaces y promover la iniciativa What Girls Want (lo que quieren las chicas) en cada país. Durante la pandemia de la COVID-19, las defensoras de la iniciativa, que eran chicas adolescentes y mujeres jóvenes, movilizaron a sus iguales para llevar a cabo debates a través de WhatsApp y hablar de los problemas a los que se enfrentan y para los que buscan el apoyo de sus iguales.

La Sra. Sithole está convencida de que los Gobiernos deberían invertir en elaborar y modificar las políticas existentes con el fin de crear un entorno propicio en el que las adolescentes y las mujeres jóvenes puedan tener acceso a la información, los servicios y derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva.

Por grandes que sean el estigma y la discriminación que surgen ante la búsqueda de servicios relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva, la Sra. Sithole no se cansa de decir que las adolescentes y las mujeres jóvenes deben darse cuenta de su enorme poder y recurrir a la red que las ampara para conseguir lo que necesitan.

«Piensa en tu vida, porque es muchísimo más importante que todo lo demás. Por lo que, pase lo que pase a tu alrededor, si sabes que hay un servicio al que puedes acceder, no lo pienses, vete», aconseja.

Solo orgullo

04 de marzo de 2020

Ronie Zuze cree en el poder de la información. No solo le salvó a elle (Ronie prefiere utilizar pronombres y determinantes neutros), también tiene claro que puede cambiar otras vidas y mentalidades.

Su padre estaba eufórico cuando le dijeron que había nacido su primer hijo varón, Ronie. «Nací con genitales ambiguos, así que los médicos me asignaron género masculino», afirma Ronie, que creció como niño y vistió así hasta los 16 años.

«Ahí fue cuando mi cuerpo empezó a desarrollar algunos atributos femeninos, a pesar de que yo me consideraba chico», dice Ronie.

Su padre entró en pánico y le mandó a vivir a otra ciudad con su antigua esposa.

«Mi padre estaba muy confuso y temeroso por los estigmas y la discriminación», afirma Ronie, «así que me mandó fuera».

Su madre le avisó de que a partir de entonces tendría que ser una chica y de que tendría que tener cuidado con la gente. «Me prohibieron las fiestas de pijama y los deportes de contacto», recuerda Ronie, que cree que la vergüenza a su alrededor le llevó a una espiral de odio a sí mismo y negación. «Traté de suicidarme dos o tres veces y consumí cantidades ingentes de alcohol y drogas». Afirma Ronie.

Comenzó a buscar ayuda en internet con la idea de que habría otras personas en su misma situación. Esto le llevó a encontrar mucha información acerca de lo que significaba ser una persona intersexual.

Ronie descubrió que nacen con cualquiera de las posibles variaciones en las características sexuales, incluyendo cromosomas, gónadas o genitales que no encajan en las definiciones comunes de mujer u hombre.

«Toda esta información me capacitó para entender quién era yo», afirma Ronie. «Dejé de avergonzarme de quien soy».

La mayoría de personas involucradas estaban en Europa o Norteamérica. «Si entre el 1,7 y el 2% de la población son personas intersexuales, entonces sabía que tenía que haber más personas como yo en África», dice Ronie mientras se aparta una de sus rastas.

Ronie se unió a un grupo local de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales. Al principio se identificaba como lesbiana, pero no se sentía a gusto con ello. Incluso la propia comunidad no comprendía a las personas intersexuales, afirma Ronie. Fue entonces cuando decidió convertirse en una voz para las personas intersexuales y en 2018 creó una organización, la Comunidad Intersexual de Zimbabwe. Ronie se considera una persona de género no binario.

«Como activista, empodero a otras personas intersexuales, hablo por la gente que no puede, les animo a sentirse orgullosos y les proporciono apoyo e información», afirma Ronie, que pasa mucho tiempo con otras personas intersexuales y con sus familiares cercanos. Recorren las calles y les piden a los padres que dejen a la naturaleza seguir su curso y no se apresuren en asignar un género u otro a sus hijos intersexuales. Creen que una persona intersexual debería decidir por sí misma cuando tienen edad suficiente para tomar esa elección.

«Sé que hay muchos estigmas e ideas equivocadas sobre los cuerpos de las personas intersexuales, pero los padres no han de temer», dice Ronie. «Quiero que las personas intersexuales sepan que no hay nada por lo que sentir vergüenza, solo orgullo».

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Los kioscos sanitarios están logrando ampliar los servicios relacionados con el VIH en Zimbabwe

18 de diciembre de 2019

Al recorrer Zimbabwe en coche un sábado o domingo cualquiera, se descubren muchos lugares dedicados al culto religioso. En algunos casos se trata de estructuras fijas, mientras que en otros son móviles. Algunos servicios religiosos se celebran incluso bajo árboles o en espacios abiertos.

Son muchas las personas religiosas que habitan en Zimbabwe. La comunidad apostólica es una gran secta religiosa que disuadía a sus miembros de buscar ayuda médica, incluidos los servicios del VIH, y apostaba por la oración como cura. Como consecuencia de ello, muchas personas contrajeron enfermedades prevenibles que, sin embargo, las llevaron a la muerte. No obstante, desde la puesta en marcha de los llamados kioscos sanitarios, la comunidad está animando a sus miembros a acceder a la atención sanitaria.

David Adashe (nombre ficticio), un líder apostólico en Gokwe Norte, explicó que los servicios sanitarios prestados por voluntarios de la Iglesia formados por el ministerio de sanidad de Zimbabwe ayudaron a su congregación a acceder a la tan necesitada información referente a la prevención del VIH. Describió ese proceso como «un paso de la oscuridad más absoluta a una claridad total».

El Sr. Adashe comentó cómo había cambiado el punto de vista de su congregación respecto a la búsqueda de asistencia en materia de salud procedente de las instalaciones sanitarias. Ahora salen a buscar atención médica, reciben asesoramiento procedente de voluntarios preparados para ello y son derivados a centros sanitarios cuando requieren servicios adicionales. «Yo era muy ingenuo y me negaba a tomarme en serio las cuestiones relacionadas con la salud. Sin embargo, ahora, desde que apareció el programa de los kioscos sanitarios, me siento más capacitado. Ahora soy yo quien anima a mi familia a que acceda a los servicios sanitarios que le puede ofrecer la clínica», cuenta.

Desde marzo de 2018, World Vision Zimbabwe, en colaboración con el ministerio de salud y atención a la infancia, ha capacitado a los líderes confesionales como el Sr. Adashe y a los voluntarios de la Iglesia impartiendo cursos de formación y creando espacios seguros a través de los cuales acercar la información y los servicios sanitarios a sus congregaciones.

Un voluntario de un kiosco sanitario en Gwanda señalaba que «como voluntario, observé que, antes, para algunas personas resultaba difícil el viajar a la clínica de su localidad por sí mismos en busca de asistencia médica. Pero, ahora, desde el inicio del programa, resulta sencillo, ya que, con los kioscos sanitarios, tienen acceso a la información justo al salir de su casa».

Muchos de los centros de culto que participan en el programa de los kioscos sanitarios reconocen haber visto cómo, gracias a dicho programa, se ha triplicado el acceso al tratamiento del VIH y a la información sanitaria. La mitad de las personas que solicitó información referente al VIH se realizó la prueba y obtuvo sus resultados. Aquellos cuyos resultados fueron positivos iniciaron una terapia antirretrovírica y recibieron apoyo para ser atendidos por voluntarios de la Iglesia formados para ello.

Los líderes confesionales y los voluntarios de la Iglesia desempeñan un papel clave a la hora de controlar la epidemia del VIH. Atienden a sus miembros, crean espacios seguros para el intercambio de información y se ganan la confianza de las personas. El contacto periódico con las congregaciones permite a los voluntarios cubrir la brecha existente en los servicios para llegar a quienes más ayuda necesitan. Los kioscos sanitarios sirven asimismo como plataformas efectivas y sostenibles para acercar a las comunidades religiosas y no religiosas con el fin de abordar las necesidades sanitarias de sus miembros y proveer espacios seguros en los que tratar otras cuestiones relacionadas con la salud.

«Los hallazgos realizados por el programa de los kioscos sanitarios son prometedores en cuanto a la erradicación de la epidemia del VIH. Este es un ejemplo clave de respuestas lideradas por, para y dentro de las comunidades religiosas, en el que se ve cómo las comunidades proporcionan espacios seguros para sus miembros y les prestan apoyo. Estos tipos de respuestas son esenciales para acabar con las nuevas infecciones por el VIH y con las muertes relacionadas con el sida, y resultan vitales para hacer realidad el objetivo de la cobertura sanitaria universal», recalcó Laurel Sprague, responsable del departamento de movilización y apoyo a las comunidades, justicia e inclusión social de ONUSIDA.

Las personas que viven con el VIH afrontan enormes desafíos en Zimbabwe

08 de marzo de 2019

De acuerdo con un reciente llamamiento de emergencia de las Naciones Unidas, se estima que alrededor de 5,3 millones de personas en Zimbabwe necesitan asistencia humanitaria con carácter urgente.

La crisis económica actual, la cual se ha agravado debido a unas condiciones climatológicas imprevisibles en los últimos años, ha propiciado el aumento de la inseguridad alimentaria y la falta de acceso a los servicios básicos esenciales, como la atención sanitaria. Este llamamiento solicita un total de 234 millones de dólares estadounidenses, entre los que se incluyen 37.4 millones de dolares destinados a necesidades sanitarias apremiantes para ayudar a 2,2 millones de las personas más gravemente afectadas. Además, tiene como objetivo el completar los programas planeados actualmente en Zimbabwe.

Las ya mencionadas condiciones climatológicas imprevisibles, como es el caso de un retraso en las lluvias y unas precipitaciones inferiores a lo normal, están afectando a los granjeros y pastores de África Meridional, incluidos los de Zimbabwe. En los últimos tiempos, esta región ha estado muy castigada, ya que los agricultores siguen recuperándose de la sequía inducida, conocida como «El Niño», que tuvo lugar entre 2015 y 2016. Los patrones impredecibles de pluviosidad y una falta de pastos han debilitado el ganado. Además, los brotes de plagas vegetales y de enfermedades del ganado son frecuentes en numerosos distritos.

La deteriorada situación humanitaria y el empeoramiento de las condiciones económicas del país, como la inestabilidad de la moneda, se suman a la difícil situación que viven el 1,3 millones de personas que viven con el VIH en Zimbabwe.

La inseguridad alimentaria doméstica y el acceso limitado a la higiene, saneamiento y agua pueden tener un impacto desmesurado en las personas que viven con el VIH. No se deben tomar los medicamentos contra el VIH con el estómago vacío. Los ataques de diarrea, el cólera u otras infecciones gastrointestinales graves pueden acelerar el avance de enfermedades graves relacionadas con el sida si no se tratan. En 2018, se registró el segundo mayor brote de cólera en la historia reciente de Zimbabwe. Además, el país afronta miles de casos de fiebre tifoidea.

Mientras tanto, la falta de acceso al cambio de divisas ha reducido de forma significativa las existencias de medicamentos esenciales, pruebas de diagnóstico y otros suministros médicos. Algunos proveedores farmacéuticos privados aceptan únicamente dólares estadounidenses, por lo que sus precios han aumentado considerablemente. Bajo estas circunstancias, muchas personas, entre las que se incluyen las personas que viven con el VIH o con tuberculosis, son incapaces de pagar por las medicinas y los servicios sanitarios básicos. Incluso cuando las clínicas tienen disponibilidad, muchas personas no pueden pagar el coste del transporte. La falta de observancia del tratamiento pone en riesgo la salud del paciente y puede llevar a una resistencia al medicamento.

La delicada situación que se vive en Zimbabwe también incrementa el riesgo de infección por el VIH, especialmente en las mujeres y las niñas, en los refugiados y en los desplazados internos. Durante periodos de emergencia humanitaria, cuando las poblaciones están en movimiento, las niñas son especialmente vulnerables a la separación familiar, al matrimonio precoz, al embarazo adolescente, a la violencia de género y a mecanismos de adaptación extremos, como las relaciones sexuales remuneradas.

«ONUSIDA está sumamente preocupado por el empeoramiento de la situación humanitaria en Zimbabwe, donde las personas que viven con el VIH están desproporcionadamente afectadas por la inseguridad alimentaria y la escasez de medicamentos esenciales», dijo el Director Ejecutivo de ONUSIDA, Michel Sidibé. «ONUSIDA se encuentra preparado para trabajar conjuntamente con asociados nacionales e internacionales para asegurar la mejora de la situación actual y que las personas puedan acceder a los servicios básicos, en los que se incluyen el tratamiento contra el VIH y los servicios de prevención».

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Emergency appeal

Proporcionar servicios para el VIH a personas a las que no es fácil llegar en Victoria Falls

22 de marzo de 2017

Cuando Desire habla sobre su labor como educador inter pares en Victoria Falls (Zimbabwe), su energía y la dedicación a su trabajo son evidentes. Desire trabaja en la clínica North Star Alliance, que proporciona servicios sanitarios a poblaciones de difícil acceso, sobre todo a trabajadores sexuales y a camioneros, a la vez que también ofrece servicios a las comunidades cercanas.

Desire nació y creció en Victoria Falls, y antes era camarero y trabajador sexual. Cuando un amigo le informó de que había un puesto disponible en la clínica, no dudó en solicitarlo. Su energía inagotable y sus capacidades sociales hicieron que lo contrataran enseguida y lo formaran para convertirse en educador inter pares.

Las clínicas North Star Alliance se sitúan en áreas con una alta prevalencia del VIH. Ofrecen servicios de atención sanitaria primaria, servicios para infecciones de transmisión sexual y malaria, asesoramiento y pruebas del VIH, y servicios de detección de la tuberculosis. Gracias a la clínica, se acercan servicios sanitarios esenciales a las personas que más los necesitan en un entorno cómodo y sin prejuicios.

“A causa del estigma y la discriminación, la mayor parte de los trabajadores sexuales y de los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres no acuden a centros de salud pública. En su lugar, consiguen condones en clínicas privadas o en organizaciones no gubernamentales”, explicó Desire.

El aumento de los esfuerzos de prevención del VIH en Zimbabwe ha tenido resultados espectaculares. En 2015 hubo 64 000 nuevas infecciones por el VIH, una cifra inferior a las 87 000 que se dieron en 2005 y a las 220 000 del año 1992. No obstante, la prevalencia del VIH entre los trabajadores sexuales sigue siendo extremadamente alta: en 2015, superaba el 57%.

“Desde que empecé a trabajar como educador inter pares, he visto la importancia que tiene la clínica en una ciudad como Victoria Falls, donde hay una demanda muy alta de nuestros servicios”, aclaró Desire.

Victoria Falls es un destino turístico, una ciudad de tránsito entre Zimbabwe y Zambia y una gran parada de camiones. Como promedio, la clínica atiende cada semana a unas 35 trabajadoras sexuales, a 10 o 15 trabajadores sexuales y a 45 o 50 camioneros.

De lo que más orgulloso está Desire es de su trabajo de divulgación y movilización comunitaria, que parte de una base de fuerte empoderamiento comunitario para los trabajadores sexuales y los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. “Lo que quiero es que todos se mantengan sanos”, dijo.

Zimbabwe está tomando una posición puntera en sus esfuerzos para aumentar la prevención del VIH en la zona. Los días 23 y 24 de marzo, Zimbabwe será el anfitrión de una reunión de expertos regionales para revitalizar la prevención del VIH en la región de África oriental y meridional que se celebrará en Victoria Falls. En la reunión se intentarán establecer objetivos nacionales para la prevención del VIH como parte de la puesta en práctica de la Declaración Política sobre el VIH y el sida de las Naciones Unidas de 2016. El director ejecutivo adjunto de ONUSIDA, Luiz Loures, será uno de los asistentes a la reunión.

“Esta reunión será una excelente oportunidad para que los asociados de toda la región se reúnan, desarrollen su capacidad, creen, repliquen y aumenten los programas efectivos para promover los esfuerzos encaminados a poner fin a la epidemia de sida en África oriental y meridional”, dijo el Sr. Loures.

ONUSIDA continúa abogando con fuerza por el aumento de la prevención del VIH y está trabajando con países para asegurar que el 90% de las personas que viven en países con una alta prevalencia del VIH, entre ellos Zimbabwe, y que están en una situación de riesgo de infección por el VIH tengan acceso a servicios integrales de prevención del VIH, tal como se plantea en la Declaración Política sobre el VIH y el sida de las Naciones Unidas de 2016.

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