East and Southern Africa




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Las organizaciones de Tanzania basadas en la comunidad prestan todo su apoyo a las mujeres que consumen drogas
05 Octubre 2020
05 Octubre 2020 05 Octubre 2020Las comunidades basadas en la comunidad situadas en Dar es Salam, en la República Unida de Tanzania, con el respaldo de ONUSIDA, están apoyando incansablemente a las mujeres que consumen drogas y sus familias para que logren sobrevivir a esta situación tan complicada.
«Antes de la pandemia, la vida era sencilla y mejor. En la playa solía realizar distintos trabajos, como limpiar pescado, ayudar a las personas a cargar y descargar los barcos, y me pagaban por ello y así sacaba algo de dinero. Ayudaba a mi hija a lavar su ropa, la acompañaba al colegio y le preparaba la comida. Llevábamos una vida sencilla», recuerda Doroth Hassan mientras se sienta en la oficina de SALVAGE, una organización hermana de la Red tanzana de personas que consumen drogas (TanPUD, por sus siglas en inglés), ubicada en Kigamboni, Dar es Salam.
Antes, a través del trabajo sexual y de los distintos oficios informales que desempeñaba, como todo lo que hacía en la playa, la Sra. Hassan ganaba lo necesario para que tanto su hija como ella pudieran llegar bien a fin de mes. Sin embargo, para ellas todo se ha vuelto un auténtico desafío desde la aparición de la pandemia de COVID-19.
«Nuestra vida ha cambiado. Vivo con miedo y preocupación. La gente para la que trabajaba antes ahora no quiere pagar, con la excusa siempre de que no tienen dinero debido al coronavirus. Todo, absolutamente todo, ha cambiado. La vida se ha vuelto muy dura. Los clientes han desaparecido, se han evaporado. Y los poquísimos que siguen viniendo nos engañan; quieren el mismo sexo por menos», explica la Sra. Hassan.
No es la única en su situación. La mayoría de las mujeres que consumen drogas en Dar es Salam sobreviven de la misma forma que la Sra. Hassan, gracias al trabajo sexual, al mercadeo u a otros trabajos del sector informal. Viven en campamentos para personas que consumen drogas o en refugios casuales y masificados.
Gracias a la ayuda prestada por ONUSIDA y otros socios, organizaciones basadas en la comunidad como TaNPUD y SALVAGE han sido capaces de aliviar el dolor de las mujeres residentes en los campamentos y refugios de Dar es Salam.
«TaNPUD se ocupó de concienciar a la población, mientras que SALVAGE se esforzó por proporcionarnos cubos, jabón y comida, además de otros materiales de higiene, tanto a nosotras como a otras muchas mujeres de la comunidad. TaNPUD está siempre defendiendo nuestro derecho a la salud», enfatizó Olive Kiranda elogiando la gran labor de las organizaciones. Ella misma había consumido drogas y actualmente está siguiendo una terapia de sustitución de opiáceos.
La Sra. Kinanda también hace voluntariado en la clínica Medication-Assisted Treatment (MAT), en Temeke, donde vive. En este centro, se ocupa de informar a la gente respecto a la prevención de la tuberculosis (TB) y, asimismo, recoge muestras de pacientes para hacer las pruebas de detección de esta enfermedad. Sin embargo, desde que surgió la COVID-19, sus tareas han cambiado por completo.
«Como educadora de iguales, he adquirido conocimientos sobre la prevención de la enfermedad del coronavirus, y estoy capacitada para educar y concienciar. Junto con otras personas que consumen drogas, yo también recibí ayuda; por ejemplo, con relación a las mascarillas», señala la Sra. Kinanda. A ella también le proporcionaron información y apoyo desde otras organizaciones locales basadas en la comunidad. Por ejemplo, recibió y agradeció donaciones tanto de la comunidad como de clientes con los que trabaja en la clínica MAT de Temeke.
Sabe bien que a ella misma le brindaron el mismo apoyo.
«TaNPUD está alzando la voz en nuestro hombre, y SALVAGE, como organización hermana de TaNPUD, se está dedicando a apoyar a las mujeres. Han conseguido que tengamos al acceso al cuidado y el tratamiento a través de otros servicios, y también nos están proporcionando alojamiento, alimentos y productos de higiene, lo cual nos es de enorme ayuda», insiste.
Dicha ayuda, brindada con el apoyo económico y material de ONUSIDA, contribuirá a aliviar algunas de las consecuencias de esta pandemia mundial, aun cuando los efectos de la COVID-19 están tardando muchísimo en desaparecer en la República Unida de Tanzania.
Happy Assan, coordinadora de TaNPUD, destaca que el apoyo prestado ha llegado hasta ahora a 55 familias de mujeres que consumen drogas en Dar es Salam.
«Con la ayuda logramos cubrir las necesidades tanto de alimentación como de higiene. Del mismo modo, se consigue que las mujeres puedan permanecer en sus hogares en vez de tener que salir, por ejemplo, a desempeñar el trabajo sexual. Igualmente, se las dota de la capacidad que necesitan para negociar sexo con menores riesgos. El apoyo reduce el miedo y la preocupación respecto a poder satisfacer las necesidades básicas de las familias con niños», detalla la Sra. Assan.
Muchas de las personas que consumen drogas viven con el VIH o corren un alto riesgo de contraer el virus, y su calidad de vida depende del acceso seguro al tratamiento y la atención, incluyéndose aquí los servicios relacionados con la reducción del daño. A pesar del apoyo con que cuentan en la comunidad, algunos de los servicios de los que dependen las mujeres que consumen drogas se han visto alterados.
«Se han interrumpido los servicios para la reducción del daño; hay menos. Ya no se distribuyen preservativos ni otros productos de primera necesidad; únicamente se cuenta con agujas y jeringas. Al menos SALVAGE nos está ayudando a conseguir productos sanitarios. En los hospitales no se ofrece ningún otro apoyo; únicamente están los tratamientos para el VIH», lamenta la Sra. Hassan.
La Sra. Hassan y la Sra. Kinanda coinciden en que se han enfrentado a un mayor estigma durante la pandemia. En algunos casos, la discriminación se debió a las consecuencias no intencionadas del apoyo que recibieron, ya que, por ejemplo, se les proporcionaron mascarillas faciales de un determinado color, lo que hizo que quien las llevara fuera identificado en su comunidad como persona que consume drogas. También se apunta a que el estigma y la discriminación en los hospitales fue muy elevado, lo que dificultó todavía más el acceso a los servicios. Sin embargo, la mayor complejidad viene causada por las pérdidas económicas derivadas de la pandemia.
Como bien resume la Sra. Kinanda, «si no hay clientes, no hay dinero. Económicamente, es muy duro, porque mis clientes dicen que no tienen dinero puesto que el coronavirus ha hecho mella en su trabajo. Yo continúo concienciando y educando a la comunidad y a mi propia familia. Estoy teniendo problemas de dinero, lo estoy pasando mal, ¿pero qué otra opción tengo aparte de seguir adelante?».
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El trabajo sexual durante la COVID-19 en Tanzania
25 Agosto 2020
25 Agosto 2020 25 Agosto 2020«Desde que empezó la pandemia de la COVID-19, ha sido dificilísimo tener clientes», afirma Teddy Francis John, trabajadora sexual de Zanzíbar. La COVID-19 ha hecho que lleve meses teniendo graves problemas para llevar ingresos a casa con los que sobrevivir ella y sus dos hijos.
«Todo se ha vuelto muy complicado y tuve que abrir un pequeño negocio dedicado a la venta de alcohol, una especie de cervecería local», explica. La tienda le permite conocer a posibles nuevos clientes, ya que los hombres acuden a ella para buscar su bebida y hay menos vigilancia respecto a las normas de distanciamiento social.
La Sra. John solía vivir y trabajar en la misma ciudad de Zanzíbar, pero, para ganar más y no tener que pagar alquiler, decidió mudarse a una zona más rural. Dice que allí le resulta más sencillo encontrar clientes que vayan a su local.
Rehema Peter se encuentra en una situación similar, pero ella está justo al otro lado del océano, en la Tanzania continental. Vive en un área muy masificada de Temeke en Dar es Salam. Es trabajadora sexual y colabora como voluntaria con las personas que viven con el VIH y aquellas que consumen drogas.
Sus clientes eran personas habituales que solían ir a su casa y hombres ya de confianza a cuyo domicilio se desplazaba ella. Pero, nada más surgir el brote de la COVID-19, el trabajo se detuvo. Los clientes dejaron de llamarla.
«La enfermedad del coronavirus ha hecho que mi vida sea ahora muy difícil. Cobraba muy poco, y con la COVID-19 la situación ha empeorado aún más. Mis clientes dejaron de venir y de llamarme. A los poquísimos que solían venir a menudo los llamé yo misma, pero me dijeron que no tenían dinero ya que con la crisis de la COVID-19 no podían trabajar», comenta la Sra. Peter.
Como asesora de iguales, le propusieron menos turnos de trabajo, lo que se tradujo en menos ingresos. Puesto que ella misma había sido consumidora de drogas, empezó a recibir ayuda por parte de la Red de Tanzania dedicada a las personas que consumen drogas (TaNPUD, por sus siglas en inglés), la cual ha contado con el apoyo de ONUSIDA para distribuir alimentos y productos de higiene entre las personas consumidoras de drogas y las que están en recuperación.
«Intento estar tranquila y buscar otras fuentes de ingresos. Estoy buscando otras organizaciones que puedan apoyarme de alguna manera. También estoy tratando de poner en práctica lo que aprendí en TaNPUD, y estoy haciendo jabón y aceite para venderlos».
Servicios continuados
Tanto la Sra. Peter como la Sra. John están viviendo con el VIH y están en tratamiento. Gracias a la enorme implicación de ONUSIDA y de otros socios del Gobierno de Tanzania, en el país apenas se han interrumpido los servicios del VIH. Y eso es algo que ambas mujeres valoran sobremanera.
«Durante todo este tiempo, ha sido muy complejo recibir asistencia médica en instalaciones sanitarias públicas. Había que ir a un hospital privado, y para ello hay que tener dinero. Sin embargo, no hemos tenido ningún problema con los servicios relacionados con el VIH, incluyéndose aquí la dispensación del tratamiento», recalca la Sra. John.
La Sra. Peter cuenta que recibe la dispensación multimensual para tres meses de su tratamiento antirretrovírico (y podría ser de hasta seis meses), ya que el personal sanitario prefiere evitar las aglomeraciones en las clínicas. Y esta es una medida que ha ayudado a las dos mujeres a adherirse al tratamiento.
Mayor estigma
Tanto la Sra. Peter como la Sra. John han sido víctimas de un mayor estigma y se han visto estos meses más excluidas socialmente por ser trabajadoras sexuales y vivir con el VIH.
«Hay gente que sabe que vivo con el VIH, y se burla de mí. Me dicen cruelmente: “Prepárate para morirte. La gente como tú nunca se cura. Prepárate ya para el final del viaje”», cuenta la Sra. Peter. Ha experimentado la discriminación dentro de su propia comunidad, pero su familia se mantiene fiel a su lado.
La Sra. John también ha tenido que aguantar comentarios y burlas por su trabajo.
«La gente procedente de otras comunidades se empezó a burlar tanto de mí como de otras compañeras. Cuchicheaban y hablaban de cómo me ganaría la vida ahora que no iba a haber clientes por la COVID-19», relata Francis John.
A pesar de que el brote de la COVID-19 se considera ya superado en Tanzania y aunque estas y otras mujeres no han dejado de esforzarse por encontrar otro modo de ganarse la vida, lo cierto es que para la Sra. John y la Sra. Peter sigue siendo difícil salir adelante, debido a la normativa relativa al distanciamiento social.
«Desde que empezó todo esto nos es muy difícil prestar nuestros servicios, y ello nos está haciendo mucho daño económicamente. Sé que la COVID-19 ha azotado a todo el mundo, pero pienso que las trabajadoras sexuales hemos sido mucho más perjudicadas dada la naturaleza de nuestros servicios, pues implican mucha proximidad», señala la Sra. John.
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La familia de ONUSIDA rinde su particular homenaje a Benjamin William Mkapa, expresidente de la República Unida de Tanzania
24 Julio 2020 24 Julio 2020GINEBRA, 24 de julio de 2020—ONUSIDA se muestra desolada por el fallecimiento del antiguo presidente de la República Unida de Tanzania, Benjamin William Mkapa. El Sr. Mkapa fue un líder mayúsculo y misericordioso que trabajó incansablemente para fomentar la paz en África oriental. Vivió entregado a la lucha contra el sida, y a él se atribuyen los grandes éxitos de la República Unida de Tanzania en lo relacionado con la respuesta al VIH.
«Acabo de recibir la triste noticia de que el expresidente de la República Unida de Tanzania, Benjamin Mkapa, ha fallecido», hizo saber Winnie Byanyima Directora Ejecutiva de ONUSIDA. «Fue un defensor incansable de una África en paz y libre de sida. ONUSIDA hoy quiere homenajear su valor, su fuerza y su liderazgo».
En el año 1999 se aventuró a declarar el VIH como un desastre nacional y rápidamente dirigió la respuesta nacional del país al VIH estableciendo la Comisión de Tanzania para el sida. También fundó en 2001 la Coalición sobre el sida de parlamentarios de Tanzania (TAPAC), la cual unió para la respuesta al VIH al presidente y al primer ministro, a miembros del parlamento y a otros políticos de alto nivel.
Entre los logros clave de TAPAC, se encuentran la adopción de unas leyes progresivas en lo que al VIH se refiere y la creación en el año 2008 de un Comité permanente sobre asuntos relacionados con el sida y el VIH, el cual logró introducir el tema del VIH en el parlamento. Además de aumentar el presupuesto nacional destinado al sida, los miembros del parlamento de Tanzania, a través de TAPAC, recaudaron fondos para proyectos dedicados al VIH con el fin de apoyar a las organizaciones no gubernamentales, a las personas que viven que con el VIH y a los grupos de población vulnerables.
En su discurso de despedida con motivo de su jubilación la víspera del Día Mundial del Sida en 2005, el Sr. Mkapa dijo adiós a su país rogando a todos los ciudadanos que conocieran su estado serológico. Pidió que todo el mundo se sometiera a las pruebas voluntarias del VIH con el fin de estar en condiciones de tomar decisiones informadas y buscar tratamiento en caso necesario.
Después de su retirada, continuó participando activamente en la respuesta al sida y se convirtió en uno de los promotores de Champions for an AIDS-Free Generation (Campeones para una generación libre de sida), un distinguido grupo de expresidentes e influyentes lideres africanos comprometidos a acabar con el sida.
Fue patrón de la Fundación Benjamin William Mkapa, la cual ha logrado llegar a millones de tanzanos y continúa mejorando los servicios sanitarios rurales, la salud y el bienestar de las mujeres, los hombres y los niños, incluyéndose aquí todas aquellas personas que viven con el VIH o están afectadas por el virus.
ONUSIDA quiere transmitir sus condolencias a la familia del Sr. Mkapa y a todos aquellos que tuvieron el honor de conocerlo y apreciarlo. La respuesta al sida ha perdido a uno de sus defensores más comprometidos.


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ONUSIDA ayuda a responder a la inseguridad alimentaria durante el brote de la COVID-19 en Angola
19 Junio 2020
19 Junio 2020 19 Junio 2020«Angola tiene una larga historia en lo que se refiere a brotes de epidemias», explica Michel Kouakou, director nacional de ONUSIDA en Angola. «Cólera, malaria, polio, fiebre amarilla... El país está bien preparado y cuenta con profesionales competentes, entre ellos sanitarios, para hacer frente a los brotes», detalla.
Como resultado de ello, el presidente de Angola, João Lourenço, actuó de inmediato en cuanto surgió el brote de la COVID-19. Entre las medidas que adoptó, están el confinamiento del país, el cierre de fronteras y la cancelación de todos los vuelos internacionales.
Si bien todo ello ha ayudado a tener un número bajo de casos, ha hecho también que mucha gente perdiera su medio de vida, sobre todo las personas que trabajan en el sector informal.
Para responder a la inseguridad alimentaria que la situación ha causado, sobre todo entre las personas que viven con el VIH, el director nacional de ONUSIDA para Angola reforzó sus alianzas para hacer llegar a miles de personas de Luanda, la capital de Angola, cestas con comida.
Bajo el patrocinio de la campaña Free to Shine, la cual se centra en eliminar la transmisión maternoinfantil del VIH en Angola, la primera dama angoleña, Ana Alfonso Dias Lourenço, junto con la compañía de seguros Saham Angola, la Asociación de personas seropositivas y ONUSIDA, distribuyó 1000 cestas con alimentos a las personas que viven con el VIH, medio millar de las cuales iban destinadas a las mujeres embarazadas que viven con el VIH.
Durante el confinamiento, Yola Semedo, conocida cantante y compositora angoleña, y embajadora de buena voluntad de ONUSIDA para el país, organizó un concierto virtual, el cual se televisó en todos los canales nacionales. Logró recaudar fondos para otras 14 000 cestas de comida, las cuales distribuyó por las provincias de Luanda y Benguela, incluyéndose aquí 500 cestas de comida para las personas que viven con el VIH en Luanda.
«Nuestra gente se encuentra en una situación vulnerable debido a la COVID-19 y, en este momento, me siento feliz de ser hija de esta tierra. Es ahora cuando nos damos cuenta de que los nuestros están aquí con nosotros», insistió la Sra. Semedo.
Uno de los aliados de ONUSIDA por parte de la sociedad civil desde hace años, la Red angoleña de organizaciones al servicio del sida, la cual apoya a las personas y las familias que viven con el VIH, ha distribuido 1500 cestas de alimentos, y los números siguen y siguen creciendo, ya que en la mayoría de los casos dichas cestas se sirven a diario.;
La Asociación de mujeres policía de Angola también se unió al movimiento y donó 120 cestas de alimentos a la organización confesional Associação de Solidariedade Cristã e Ajuda Mútua, para que esta se encargara de distribuir los alimentos entre las trabajadoras sexuales, las cuales habían visto desaparecer sus ingresos como consecuencia de la pandemia de la COVID-19.
«Mientras muchos países en la región han utilizado el confinamiento como excusa para criminalizar aún más a los grupos de población clave, entre ellos el de los trabajadores sexuales, esta acción ha demostrado que la solidaridad es clave en un momento así», recalcó el Sr. Kouakou.
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ONUSIDA felicita a la profesora Quarraisha Abdool Karim por ser galardonada con el premio Christophe Mérieux 2020
02 Junio 2020 02 Junio 2020GINEBRA, 2 de junio de 2020— ONUSIDA da su más sincera enhorabuena a Quarraisha Abdool Karim, directora científica adjunta del centro para el programa de investigación sobre el sida de Sudáfrica (CAPRISA), por recibir el prestigioso premio Christophe Mérieux en 2020. Se trata de un galardón otorgado por la Fundación Christophe y Rodolphe Mérieux para apoyar la investigación en materia de enfermedades infecciosas en los países en vías de desarrollo. Su receptor es elegido por el Instituto de Francia a partir de las propuestas de la fundación, y recibe 500 000 euros de premio para apoyar nuevas investigaciones.
«Me siento inmensamente feliz de felicitar a la profesora Quarraisha Abdool Karim, miembro imprescindible de la familia ONUSIDA, por su magnífico e increíble logro», señaló Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA. «Este premio es un reconocimiento a la encomiable labor llevada a cabo por la profesora Adbool Karim y su equipo a lo largo de todos estos años de la respuesta al sida. Gracias a su gran trabajo hoy sabemos qué es lo que las mujeres y las chicas adolescentes necesitan para protegerse del VIH, nos acerca la esperanza de una generación libre de sida».
La profesora Quarraisha Abdool Karim es una de las principales investigadoras del sida del mundo y, además de haber hecho contribuciones pioneras para ayudar a comprender la evolución de la epidemia del VIH entre las jóvenes, nunca ha dejado de defender los derechos de las personas que viven con el VIH o que están afectadas por el virus. Lleva años fuertemente comprometida con la labor de ONUSIDA. Es embajadora especial de ONUSIDA para los adolescentes y el VIH, y copresidenta del Grupo asesor de ONUSIDA, el cual presta apoyo directo a la Directora Ejecutiva de ONUSIDA para decidir sobre el futuro de la respuesta al sida y el papel que ONUSIDA desempeña en ella.
La profesora Abdool Karim, cuya docencia gira en torno a la epidemiología clínica, fue la investigadora principal en el importante ensayo clínico CAPRISA 004 sobre el gel con tenofovir, en el cual en el año 2010 se demostró la viabilidad de los microbicidas como herramienta para prevenir el VIH entre las mujeres.
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«Estamos juntos en esto»: Uganda Young Positives responde a la COVID-19
25 Mayo 2020
25 Mayo 2020 25 Mayo 2020Kuraish Mubiru se despierta de madrugada cada día para reponer los medicamentos de la terapia antirretroviral en distintas instalaciones sanitarias y después repartirlos entre sus compañeros y otros miembros de la comunidad que viven con el VIH. Esa lleva siendo su rutina desde hace siete semanas.
El Sr. Mubiru es el director ejecutivo de Uganda Young Positives (UYP), una organización basada en la comunidad que reúne a las personas que viven con el VIH, sobre todo en el sector informal. Con más de 50 000 miembros registrados, UYP se centra en aumentar el alcance para sus miembros de los servicios para la prevención, el cuidado y el apoyo relacionados con el VIH.
Cuando Yoweri Museveni, presidente de Uganda, se dirigió por primera vez a la nación el pasado 18 de marzo para informarla de la pandemia mundial de COVID-19, entre las medidas que dio a conocer estaban las de prohibir los encuentros sociales, decretar el cierre de la mayoría de los negocios, y cancelar el transporte público. Desde ese mismo momento, las personas que viven con el VIH y tuberculosis han tenido dificultades para acceder tanto a sus cuidados médicos rutinarios como a la reposición de sus medicamentos.
Como consecuencia de las medidas, el Sr. Mubiru empezó a recibir llamadas de gente joven cuyos medios de subsistencia y tratamiento del VIH dependían de las instalaciones que se habían cerrado. Se empezaba a sentir el impacto de las restricciones. La gente joven dejaba de ser capaz de acudir a su centro de atención sanitaria para recibir atención y tratamiento y, además, ni tan siquiera podía permitirse adquirir comida.
Si bien distintos centros sanitarios y organizaciones de la sociedad civil trabajaron juntos para acercar a las personas sus medicinas antirretrovirales, un buen número de personas, como informan los grupos de apoyo de la comunidad y los centros sanitarios, no han recibido sus medicamentos como consecuencia del miedo al estigma y la discriminación por parte de la comunidad y de los miembros de su familia.
«Puso a prueba a la comunidad y a nuestra resiliencia, pues nuestros iguales nos necesitaban más que nunca», apuntó el Sr. Mubiru. «Nos vimos obligados a salir de nuestra zona de confort; tuvimos que actuar y pensar rápido para no perder debido a la COVID-19 todo lo que habíamos ganado en la respuesta nacional al VIH».
El Sr. Mubiru se unió como voluntario para ayudar a sus compañeros a acceder al tratamiento para el VIH poniendo a su disposición su propio coche. Al principio utilizó sus propios recursos para repostar el coche y comprar comida, pero enseguida se quedó sin dinero.
Cuando todo comenzó, uno de los mayores desafíos era ser capaz de repostar el coche para continuar reponiendo los medicamentos. Sin embargo, al endurecerse las restricciones sobre el transporte privado, el Sr. Mubiru no pudo continuar haciendo repartos. Gracias al apoyo de ONUSIDA, del Instituto de Enfermedades Infecciosas y del Ministerio de Salud, obtuvo un permiso que lo autorizaba a seguir prestando apoyo a su comunidad.
Durante uno de sus repartos diarios, la policía incautó el coche del Sr. Mubiru durante más de cuatro horas y le hicieron esperar. Fue necesaria la intervención de un alto cargo policial para que el Sr. Mubiru pudiera recuperar tanto su coche como su libertad. En otras muchas ocasiones la policía lo había parado para preguntarle a dónde iba y, debido a esas pausas, a veces llegaba a casa después del toque de queda, que estaba fijado a las 19:00 horas.
Pese a todo, su decisión de apoyar a la comunidad es inquebrantable. Sabe bien que no todo el mundo se sentiría cómodo teniendo que acudir a su centro sanitario más cercano para reponer sus antirretrovirales, pues eso los obligaría a revelar a las autoridades locales por qué tienen permiso para moverse. Y muchos tampoco querrían ver un coche de la organización de la comunidad, que sería fácilmente reconocible, aparcado a la puerta de su casa.
«Casos como estos me empujan a salir de la cama cada mañana. Seguimos estando juntos en esto. La COVID-19 terminará y nuestra vida seguirá», confiesa.
De media, entrega a sus compañeros ocho repuestos de antirretrovirales al día. A pesar de las largas distancias que debe recorrer y de los lugares de tan difícil acceso a los que tiene que llegar, la comida es uno de sus mayores desafíos ahora mismo, puesto que el hambre compromete la adherencia de las personas a su medicación. El estigma y la no revelación del estado serológico hacen que para las personas también sea todo un reto el acceder a su tratamiento para el VIH en un centro cercano.
«El brote de la COVID-19 está teniendo un mayor impacto en las personas que viven con el VIH», recalcó Karusa Kiragu, directora de ONUSIDA en Uganda. «Tenemos que garantizar que no se ponga en riesgo la adherencia al tratamiento para el VIH. Y esto es algo que se puede conseguir mediante la dispensación multimensual de la terapia antirretroviral, apoyada por una fuerte y sólida respuesta liderada por la comunidad».
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Vivir con el VIH durante una cuarentena
07 Abril 2020
07 Abril 2020 07 Abril 2020Pumza Mooi, residente en Puerto Elizabeth, Sudáfrica, está preocupada, ya que es una de los 2,5 millones de personas en el país que viven con el VIH, pero que no reciben terapia antirretrovírica.
«He tomado la decisión de empezar con el tratamiento», confirma Mooi. «No importa cuán alto sea mi recuento de linfocitos CD4 o cuán baja mi carga vírica, nunca estará mejor que siguiendo el tratamiento contra el VIH. Debo hacerlo por mí misma, por mis hijos y por aquellos para los que soy un ejemplo. Tengo miedo de enfermar», afirma.
La decisión de Mooi de empezar el tratamiento contra el VIH llega en un momento de incertidumbre para las personas con un sistema inmunitario comprometido, debido al riesgo de una grave infección de COVID-19. Actualmente no hay pruebas de que las personas que viven con el VIH tengan mayor riesgo de contagio por COVID-19, pero existe la preocupación de que la infección pueda ser más severa para las personas seropositivas que no reciben terapia antirretrovírica.
Sudáfrica está bajo una cuarentena de 21 días para intentar frenar la propagación de este virus y el Ministro de Salud Zweli Mkhize ha instado a toda la población a tomar precauciones para prevenir la infección. Además, subraya la importancia de que todos conozcan su estado serológico, se realicen la prueba y empiecen inmediatamente el tratamiento si dieran positivo.
«Me aterra contagiarme de COVID-19», afirma Mooi. «Da miedo pensar que ya tengo un virus (VIH) con el que mi cuerpo tiene que lidiar. Me pregunto a mí misma si mi cuerpo es suficientemente fuerte, si mi sistema inmunitario es suficientemente fuerte».
Mooi contrajo el VIH hace muchos años, cuando la recomendación predominante era empezar con el tratamiento si el paciente experimentaba una reducción en el recuento de linfocitos CD4, así que enfermó. Desde entonces ha estado monitorizando su estado. En 2016, la Organización Mundial de la Salud publicó unas nuevas orientaciones generales en las que se recomendaba la terapia antirretrovírica de por vida a todos los niños, adolescentes y adultos, incluyendo mujeres embarazadas y lactantes, que vivieran con el VIH, sin importar su recuento de células CD4. Es decir, cualquier persona diagnosticada con VIH debería empezar de inmediato con el tratamiento.
ONUSIDA monitorea de manera activa el impacto del COVID-19 y trabaja con con el gobierno, con asociados para el desarrollo y con redes de personas que viven con el VIH para asegurarse de que se escuchan las preocupaciones de las personas seropositivas y de que se reflejan en la respuesta al COVID-19. Esto incluye identificar las limitaciones de los servicios de salud, fomentar las prescripciones de medicamentos antirretrovíricos que duren más tiempo (varios meses) y ayudar a las comunidades a ofrecer soluciones.
Utilización de redes sociales
La vida en confinamiento resulta especialmente difícil a las personas que viven en asentamientos informales y ONUSIDA ha reconocido el reto de conseguir la autoprotección, la distancia social y la contención en dichas áreas. A esto se le suman informes sobre el coronavirus que son imprecisos e inducen al miedo. «Hay mucha información en circulación, pero no toda es verdad», afirma Mooi. «Recuerdo a la gente que el gobierno nos ha dado un número de WhatsApp a través del cual podemos acceder a información veraz, sin preocuparnos de las demás. Si hay algo cierto, el gobierno nos lo dirá».
Por suerte, Mooi tiene una sólida red de apoyo tras haber dado a conocer su estado serológico en internet hace muchos años. «Sé que cuidarán de mí», afirma. Mooi modera grupos de apoyo de Facebook y WhatsApp de las personas que viven con el VIH. Estos cuentan con docenas de miembros, desde una persona de 16 años que nació con VIH hasta una mujer de 62 que lleva muchos años viviendo con el VIH.
Durante los últimos años, muchos miembros del grupo han compartido su experiencia de vida con el VIH, del tratamiento contra el VIH, de hacer frente al estigma y la discriminación, y de permanecer motivados. Su consenso es que recibir el tratamiento contra el VIH y seguirlo es la mejor opción, asegura Mooi.
Ahora hay un nuevo tema en los grupos. «Están preocupados por el COVID-19», comenta. «Les digo que no se preocupen, que estén en casa y que cuiden sus hábitos de higiene». De momento, todos saben que tendrán que acostumbrarse y cuidar unos de otros a distancia, para sobrellevar el aislamiento prolongado.
El grupo fomenta el debate, sobre todo las mujeres, aunque los hombres permanecen atentos. «Recibo mensajes de hombres que preguntan por qué no debatimos acerca de lo que les afecta a ellos, pero si no se abren, no siempre podrán contar con la ayuda que necesitan», comenta Mooi. «Animo a los hombres a que compartan sus historias y que nos podamos ayudar entre todos».
Mirando hacia el futuro
Como la mayoría, Mooi ya está deseando poder moverse con más libertad de nuevo y comenzar el tratamiento contra el VIH. Está haciendo lo que puede en casa para cuidar de sí misma, de su madre y de su hija, y para animar a sus redes de personas que viven con el VIH. «Hacemos lo que nos dicen que hagamos, como lavarnos las manos y guardar la distancia con otras personas y, simplemente, rezando y esperando lo mejor», comenta Mooi.
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Hablando de revolución
24 Marzo 2020
24 Marzo 2020 24 Marzo 2020No sorprende que el primer nombre de Birknesh Teferi signifique «revolución» en amhárico, la lengua que se habla en Etiopía. Irradia pasión y orgullo; es la viva imagen de la salud y del bienestar.
El camino que le ha llevado hasta este punto en su vida es sin duda revolucionario: una historia de resiliencia, esperanza y transformación. Ha vencido a la tuberculosis (TB), al cáncer de cuello de útero y vive con el VIH.
En 2003 a Teferi le diagnosticaron TB y VIH, en una época en la que en Etiopía la información sobre el VIH y sobre la salud sexual y reproductiva era escasa, y el estigma y la discriminación, altos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Etiopía es uno de los 48 países más afectados por la TB a escala mundial. En 2018, 165 000 personas enfermaron de TB, de las cuales 27 000 fallecieron. 2200 de estas muertes eran personas que vivían con el VIH.
Tras esperar los resultados durante 15 días, mientras los trabajadores sanitarios estaban de permiso, a Teferi le diagnosticaron el «positivo».
«Creí que eran buenas noticias. Abracé a la enfermera aliviada, justo antes de comunicarme que dar positivo en VIH significaba que tenía el virus», relató.
Teferi recibió el tratamiento recomendado por la OMS para la TB (el tratamiento directo observado, en inglés, DOTS), que curaba la TB, pero que no le ayudó a aceptar su estado seropositivo.
«Lo que siguió fue un período de dolor y de desesperanza... de esperar a la muerte», afirma recordando las secuelas de su diagnóstico.
Se considera a sí misma una «vagabunda». No reveló su estado serológico por la estigmatización y trabajó como profesional del sexo para llegar a fin de mes.
«Si el cliente traía condón, lo usábamos. Si no, no. Intenté usarlos, pero no tenía dinero para comprarlos. Así es cómo extendí una enfermedad de transmisión sexual».
Durante el tratamiento de la infección, a Teferi le diagnosticaron cáncer de cuello de útero y le derivaron de un centro de salud a otro, normalmente en distintas ciudades.
Finalmente, encontró a un médico «atento» y pudo operarse para tratar el cáncer. «Me dolía tanto que no podía sentarme. Me sentía abatida», recuerda.
Pero cuando comenzó el tratamiento contra el VIH en 2008, su vida empezó a cambiar poco a poco. Comenzó a cuidar más de sí misma. Insistió en usar condón con sus clientes.
Encontró un grupo de mujeres que vivían con el VIH de la Asociación Tilla de Mujeres Seropositivas en Awassa, Etiopía. La asociación se centra en el desarrollo de la capacidad y en la formación y el apoyo de las mujeres que viven con el VIH. Lidera un centro de bordado como actividad generadora de ingresos para las mujeres que viven con el VIH, donde Teferi trabaja ahora.
«Ahora ya no estoy a la deriva. La vida es mucho mejor. Si la gente siente que es posible vivir y trabajar, su vida puede cambiar», afirma.
Durante los ocho primeros meses de estancia en el centro, la directiva le asignó una voluntaria para ayudarla a recuperarse tras la operación. Por primera vez, obtuvo apoyo de otras mujeres que entendían qué significaba ser como ella.
Las mujeres y el centro me invitaron a ver una película sobre la vida con el VIH. «Aquella película me dio esperanza», afirmaba. «Comencé a informarme más sobre el VIH gracias a la directiva. Poco a poco me sentí aliviada, con mejores servicios médicos y Tilla me apoyó económica y emocionalmente».
Aunque Teferi está en tratamiento y se ha curado de TB, hay millones de personas en todo el mundo que aún carecen del acceso a la prevención y al tratamiento de ambas enfermedades. La tuberculosis continúa siendo la principal causa de muerte entre las personas que viven con el VIH.
En 2018 hubo 1,2 millones de muertes asociadas a la TB, 251 000 de las cuales fueron personas que vivían con el VIH. Esto significa una reducción del 60%, de las 620 000 en 2000. Entre 2000 y 2018, sólo el tratamiento de TB previno aproximadamente 48 millones de muertes en personas seronegativas; y el tratamiento de TB apoyado por la terapia antirretrovírica previno 10 millones de muertes adicionales. Sin embargo, el proceso es lento y necesita acelerarse para acabar con la TB a final de 2030, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
«La TB puede curarse y prevenirse», afirmó Aeneas Chuma, Director del Equipo de apoyo regional de ONUSIDA para África oriental y meridional. «Es importante en este momento de la historia, en el contexto de la pandemia global del COVID-19, que nos aseguremos que las personas que viven con el VIH y con tuberculosis tengan un acceso ininterrumpido a los tratamientos de VIH y de TB. ONUSIDA está trabajando con gobiernos y comunidades asociadas para asegurar que nos adaptemos a un contexto sanitario que cambia rápidamente, con amabilidad, compasión y humanidad».
Nuestra acción
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Mozambique: la ayuda a las personas que viven con el VIH para su reincorporación al tratamiento
11 Marzo 2020
11 Marzo 2020 11 Marzo 2020Fotos: UNAIDS/P.Caton
Ha pasado un año desde que el ciclón Idai llegó a la provincia de Sofala, Mozambique. Allí, uno de cada seis habitantes está viviendo con VIH. El ciclón provocó inundaciones devastadoras que arrasaron hogares, bienes, documentos y medicinas y destruyeron o dañaron gravemente centros de salud de toda la provincia; como consecuencia, miles de personas fueron desplazadas.
ONUSIDA ha respondido ayudando a restablecer programas de apoyo comunitario para encontrar a miles de personas que dejaron de recibir tratamiento para el VIH. Para ello han contado con la colaboración de autoridades nacionales y provinciales, incluido el Ministerio de Salud de Mozambique. El objetivo es garantizar que estas personas hayan recibido el apoyo necesario para restablecer su tratamiento y seguir recibiéndolo.
ONUSIDA proporcionó bicicletas a voluntarios de la comunidad y activistas del VIH para ayudarles a contactar con las personas afectadas por las inundaciones y con aquellas que perdieron sus programas de tratamiento.
Los activistas de la comunidad se desplegaron en las zonas afectadas por el desastre.
Pedro José Henriques, de 14 años, perdió todo cuando llegó el ciclón, incluso su medicación y su carnet de identidad. Los activistas de la comunidad apoyados por ONUSIDA le ayudaron a recibir un nuevo carnet de identidad para que pudiese registrarse de nuevo en el centro de salud y recibir nuevos medicamentos antirretrovíricos.
«Estaba muy feliz de recibir mis nuevas medicinas», afirma. «Cuando los activistas nos encontraron no nos quedaba nada. Al menos ahora mi abuela y yo tenemos donde quedarnos y, aunque no sea mucho, es mejor que dormir a la intemperie».
Rita Manuel es una mujer con discapacidad y vive con el VIH al igual que su marido. Cuando perdieron a sus dos hijos por enfermedades relacionadas con el sida, decidieron dejar de tomar sus medicamentos para el VIH. Perdieron las ganas de vivir.
Tras el ciclón, los activistas del programa de seguimiento de las personas que se habían quedado sin tratamiento visitaron tres veces a la pareja. Finalmente, Manuel y su marido accedieron a acudir al centro médico y volver a tomar su medicación.
Los activistas pertenecen a una asociación denominada Kupulumussana, que se traduce como «nos apoyamos los unos a los otros».
En la actualidad, Manuel está incluso participando en algunas de las actividades de la asociación. «No estoy verdaderamente contenta porque desearía haber conocido este tratamiento para mis hijos», afirma, «pero estoy agradecida de estar viva, tener gente apoyándome y de que la situación haya mejorado».
Peter Joque pertenece también a una asociación para ayudar a los afectados por el desastre. La asociación Kuphedzana le ayudó a recuperarse y a reconstruir su hogar tras el ciclón.
Esto le motivó a ayudar en la búsqueda de personas que necesiten medicamentos contra el VIH. Utiliza los registros de los hospitales para buscar a personas que fueron desplazadas y,
cuando da con ellas, dedica tiempo a hablarles sobre la importancia de seguir recibiendo tratamiento. La estrategia de Joque de ir de puerta en puerta le llevó a localizar a 40 personas que viven con el VIH y a convencerlas de retomar la terapia antirretrovírica.
«Hablar con alguien cara a cara hace que sea más fácil convencer a la persona para que vuelva al centro de salud», afirma. «El estigma y la discriminación siguen planteando desafíos para las comunidades».
El personal sanitario como Alfredo Cunha, trabajador en el centro de salud de Macurungo, trata a todos los pacientes con dignidad y respeto y todo el mundo recibe la mejor atención posible.
Sowena Lomba perdió a su marido en 2014 a causa de una enfermedad relacionada con el sida. Cuando ella empezó a enfermar, pensó que había contraído la malaria, pero cuando se hizo la prueba del VIH, los resultados dieron positivo. Durante las inundaciones perdió su carnet de identidad y no pudo seguir recibiendo tratamiento, pero los activistas le ayudaron a recibir una documentación nueva y a retomar el tratamiento.
Lomba afirma estar agradecida de estar viva por el bien de sus hijos, Evalina y Mario.
En los últimos 12 meses, los activistas de la comunidad ya han ayudado a más de 20 000 personas a retomar el tratamiento. Afirman que no se detendrán hasta haber encontrado a todas las personas que dejaron de recibir tratamiento, incluidas aquellas personas que lo necesitaban con anterioridad a los eventos catastróficos de marzo de 2019.
«Seguimos trabajando en ello y no nos detendremos hasta que todas las personas que viven con el VIH reciban tratamiento y atención», dice uno de los activistas.
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Feature Story
Un proyecto de la comunidad ayuda a las familias a responder al estigma y la discriminación
05 Marzo 2020
05 Marzo 2020 05 Marzo 2020Emihle Dlamini (nombre ficticio) perdió tanto a su madre como a su padre por enfermedades relacionadas con el sida. En aquel momento ella era muy niña, por lo que la encargada de cuidarla pasó a ser su abuela. Durante años la joven Dlamini no supo que había nacido con el VIH. Le administraban una medicina, pero le decían que era para la tuberculosis. En Sudáfrica aproximadamente 260 000 niños vivían con el VIH en 2018. Alrededor de un tercio vivía en la provincia de KwaZulu-Natal, donde reside Dlamini.
Un buen día la joven asistió a una clase del colegio impartida por el Proyecto para el cuidado de la comunidad, y fue allí donde adquirió algunas nociones sobre el VIH y donde le ofrecieron realizarse una prueba de detección. El resultado le supuso un auténtico shock. «No me lo podía creer en absoluto. Yo sabía que no era sexualmente activa, pero mi familia nunca me había confesado que mi estado serológico era positivo», dijo.
Tras conocer el resultado, Dlamini experimentó sentimientos de enfado, confusión y tristeza. «¿Por qué mi familia no me dijo nunca nada? En muchísimas ocasiones dejé de tomar mis pastillas para la “tuberculosis” porque me planteaba por qué tenía que seguir en tratamiento durante tantísimos años», comentaba.
Muchísima gente no revela su estado serológico por miedo al estigma y a la discriminación, pues, a pesar de los avances, continúan siendo una auténtica barrera para las personas que buscan acceder a la atención sanitaria. Las más afectadas son las mujeres jóvenes que desean protegerse de las infecciones de transmisión sexual (ITS) y que tratan de acceder al diagnóstico y el tratamiento para el VIH. Diariamente en Sudáfrica 200 adolescentes y mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años se infectan por el VIH.
El Proyecto para el cuidado de la comunidad ha puesto de manifiesto la importancia del acceso gratuito e igualitario a la educación primaria y secundaria como puerta de acceso a otros servicios sociales y sanitarios. Casi 163 000 niños (de entre 0 y 14 años) que viven con el VIH en Sudáfrica estuvieron recibiendo su terapia antirretrovírica en 2018, pero aún falta llegar a muchos. Se calcula que unos 66 000 ni siquiera saben que son seropositivos.
El proyecto no pretende sino romper el silencio que rodea al VIH y gestionar y reducir sus efectos. Fundado en 1999, es una organización confesional de KwaZulu-Natal que ayuda a las comunidades y a sus familias a gestionar el VIH y responder al estigma y a la discriminación. Lleva desde el año 2007 trabajando con distintas escuelas de secundaria para llevar a cabo en ellas programas de concienciación y proporcionar servicios que ayuden a las escuelas y a los alumnos a comprender y desmitificar el VIH. Del mismo modo, presta su apoyo a los huérfanos y a los niños más vulnerables y sus familias.
Gracias al Proyecto para el cuidado de la comunidad, la joven Dlamini y su abuela fueron asesoradas por una trabajadora social clínica, quien las ayudó a asumir el diagnóstico y a asegurar que Dlamini siguiera un adecuado programa de tratamiento. Dlamini admite que ahora lleva mucho mejor la situación tanto emocional como mentalmente. Sabe mucho más sobre el VIH, conoce mejor su salud sexual y reproductiva, y es muy responsable con su medicación. Está convencida de que puede tener un futuro brillante.
«Con el Proyecto para el cuidado de la comunidad, adquirí destrezas vitales muy positivas. Aprendí a convivir con mi estado serológico, a hacer enfrente al estigma y a ayudar a los demás a hacer lo mismo», explica. «En unos años me convertiré en una oradora motivacional, me dirigiré a mis iguales, a todos los compañeros del colegio, con información sobre el VIH, y los ayudaré a vivir sin ser juzgados».